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Mi debilidad bajo el aro: Arvydas Sabonis

Mi debilidad bajo el aro: Arvydas Sabonis

Escrito por: Pepe Kollins15 julio, 2024
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¿Qué hubiera pasado?

 

Arvydas Sabonis fue lo primero que me vino a la mente en el debut de Ronaldo Nazario contra el Alavés en el 2002.  Suena raro acudir a un símil futbolístico para perfilar a un jugador de baloncesto, pero es que no se me ocurre nadie mejor. El brasileño se presentó en Madrid diez años después que el lituano, con unas evidentes limitaciones físicas que no impidieron que también resultase devastador. Si Nazario ganó una liga prácticamente en solitario, o solamente con la aportación de Iker Casillas, Arvydas triunfó con Joe Arlauckas como socio. En los dos casos, tras cada exhibición, resultaba inevitable plantearse la misma pregunta: ¿qué dimensión deportiva habrían alcanzado si no se hubieran lesionado de gravedad?

Vladiir Tkachenko fue una figura mítica del baloncesto FIBA de los años 80. El jugador del CSKA de Moscú suponía un novedoso hándicap a ambos lados de la pista frente al cual los rivales tenían que aplicarse con ingenio, incapaces de superar mediante el sobresfuerzo físico a aquella mole de 2,21cm que en absoluto era un mal jugador. Pero la descomunal condición del gigante soviético también acarreaba inconvenientes: un cuerpo pesado, lento de movimientos y cuyo peligro disminuía exponencialmente conforme se alejaba de la canasta. La amenaza, aunque intimidante, era neutralizable. Con Sabonis, en cambio, no hubo margen alguno para la réplica.

¿Qué dimensión deportiva habría alcanzado Arvydas Sabonis si no se hubiera lesionado de gravedad?

La irrupción del pívot del Zalguiris fue recibida con estupefacción. A la estatura de Tkachenko, añadía una velocidad y agilidad más propia de un jugador exterior, lo cual no restaba ni un ápice su potencia, como bien pudieron comprobar los espectadores del antiguo Palacio Raimundo Saporta cuando, en un trofeo de navidad, hizo añicos el tablero.

Sabonis rompe tablero Torneo Navidad

De complexión fuerte, sus piernas parecían las de un bailarín, con movimientos resueltos, pero calculados, gracias a unos fundamentos que lo hacían incontenible. A su potencial en la pintura añadía, por si no fuese suficiente, un rango de tiro propio de un escolta sublime. Por tanto, el reto ya no era físico ni deportivo, sino temporal, afrontar una confluencia de aptitudes que, más allá de jugadores excepcionales como Wilt Chamberlain en la NBA, no se iba a reproducir hasta transcurridos veinte o treinta años.

A su potencial en la pintura añadía un rango de tiro propio de un escolta sublime. El reto ya no era físico ni deportivo, sino temporal, afrontar una confluencia de aptitudes que, más allá de jugadores excepcionales como Wilt Chamberlain en la NBA, no se iba a reproducir hasta transcurridos veinte o treinta años

Que, por entonces, la Unión Soviética impidiera la salida de deportistas nos privó de una respuesta a qué habría pasado si con 21 años hubiese recalado en los Portland Trail Blazers, la franquicia que arriesgó, pese al bloqueo soviético, con su elección en el draft.  Mientras tanto, en Europa, a Sabonis solo lo pararon las malas artes balcánicas, que derivaron en un puñetazo a Nakic en la final de la Copa de Europa del 86, las buenas artes de Drazen Petrovic (que también aplicaba en las malas) y, finalmente, unas fatídicas lesiones que cerraron cualquier posibilidad de descubrir el alcance real del jugador, aunque sí fuimos testigos de cómo se imponía al “Almirante” David Robinson, uno de los mejores centers de la historia, en las semifinales de Seúl 88, cita que culminó con un oro olímpico.

Sabonis y Robinson

No obstante, aquellas dos roturas del tendón de Aquiles y dolencias crónicas en sus rodillas convirtieron su potencial inicial en una quimera. Lesiones que, en la mayoría de los casos, suponen el final de una carrera deportiva. No fue así con Arvydas que, tras varias operaciones y una prótesis que llevó de por vida en su pie, encontró una oportunidad en España, en la misma ciudad, curiosamente, que luego también acogiese a Ronaldo Nazario tras su retiro: Valladolid.

Sabonis y Fernando Martín

Sus tres años en Pucela sirvieron para constatar dos obviedades: que el extraterrestre que nos había deslumbrado ya no existía y que el jugador que todavía quedaba era, aun así, el más dominante del continente. En el Fórum coincidió con otro mito madridista, Corbalán, con su compatriota Homicius y con su excompañero de selección Tikhonenko, un formidable equipo que le catapultó hacia el Real Madrid.

Sabonis

En la magnífica entrevista que concedió a La Galerna, Sabonis confesó que su paso por el conjunto blanco fue la etapa más feliz, en lo personal, de su vida. Llegaba a una institución anclada en una crisis profunda, en mitad de una clara hegemonía nacional del FC Barcelona. Una Copa del Rey como único balance en seis años. Sabonis lo cambió todo desde el comienzo. Doblete de Liga ACB y Copa en su primera temporada, acompañado de su íntimo Chechu Biriukov, con los americanos Simpson y Brown y José Miguel Antúnez a la batuta. La segunda temporada se volvió a revalidar el título, también bajo la dirección de Clifford Luyk, con Arlauckas y Antonio Martín sustituyendo en pista a la anterior pareja de americanos, y su paisano Kurtinaitis aportando tiro exterior.

Sabonis y Arlauckas

La consolidación de Sabonis despertó las ilusiones de los madridistas, que veían posible la conquista de su amada Copa de Europa, un título que no se ganaba hacía 14 años, pero también la consciencia de que un jugador con esa proyección no tardaría en dar el salto a Estados Unidos. Era, a todas luces, un jugador de la NBA que jugaba en Europa. Jamás nadie había demostrado tal superioridad en el baloncesto europeo. Ya no se trataba de aquel torbellino de su juventud. Había ganado peso, apenas podía correr o saltar, pero era capaz tanto de anotar, gracias a su formidable tiro y a sus fundamentos, como de erigirse en el principal generador de juego, con una visión y capacidad de pase que hacían las delicias de los espectadores. Sabonis reboteaba y taponaba compulsivamente en un lado y anotaba triples o bailaba un chotis en una baldosa, para cerrar con un gancho, en el otro. Sus asistencias por la espalda se convirtieron en el sello reconocible de un genio, que en otro tiempo también había sido un portento físico.

Sabonis reboteaba y taponaba compulsivamente en un lado y anotaba triples o bailaba un chotis en una baldosa, para cerrar con un gancho, en el otro

Contar con el mejor jugador del continente y con el técnico más grande de la historia del baloncesto europeo, Zeljko Obradovic, era casi una garantía de que el Real Madrid iba a volver a conquistar su ansiado trofeo.  La octava Copa de Europa se ganó en Zaragoza contra nuestra víctima preferida (Olympiakos), al tiempo que la afición del Real Madrid respiraba aliviada, consciente de que, con la NBA reclamándole, se trataba de una última bala que no se podía desperdiciar. Dejó en la hinchada del Real Madrid una sensación de orgullo por haber podido disfrutar de uno de los más grandes, tal y como anteriormente había pasado con Drazen Petovic, pero, al contrario que el croata, por un periodo más prolongado y con un bagaje de títulos mucho mayor.

Copa de Europa de Sabonis

Comenzó su etapa en la NBA con 30 años y todavía disputó siete temporadas de profesional en los Portland Trail Blazers, con los que disputó una final de conferencia, junto a compañeros como Scottie Pippen, Rasheed Wallace o Steve Smith, y que perdieron en los instantes finales del séptimo partido contra los Ángeles Lakers. Tras su retirada, fue distinguido con la entrada en el Basketball Hall of Fame.

Muchos años antes, a su llegada a Portland, y tras una primera revisión médica, el doctor Don Roberts había transmitido al director deportivo Bob Whitsitt que "solo en base a las radiografías, Sabonis podría cumplir con los requisitos necesarios para obtener acceso a las plazas de aparcamiento para discapacitados” y sentenció: “No creo que pueda jugar”. Pero lo hizo, y, entre otros sitios, en el Real Madrid de baloncesto.

Por ello resulta inevitable terminar con la pregunta planteada al principio ¿Qué dimensión deportiva habría alcanzado Arvydas Sabonis si no se hubiera lesionado de gravedad?

No son pocos los que piensan que la del mejor pívot de todos los tiempos.

 

Getty Images.

 

Entregas anteriores del serial:

  1. Mi debilidad bajo el aro: Rafael Rullán
  2. Mi debilidad bajo el aro: Clifford Luyk
  3. Mi debilidad bajo el aro: Walter Tavares
  4. Mi debilidad bajo el aro: el pívot (no) “blandengue”
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Nombre: Javier Alberdi @JavierAlberdi. Antaño participé activamente en Ecos del Balón, El Asombrario y The Last Journo. Coordinador y coautor del libro "Héroes": https://bit.ly/2JC6kwx

4 comentarios en: Mi debilidad bajo el aro: Arvydas Sabonis

  1. Un placer leerte también con la camiseta de la selección de la Galerna, "Pepe Kollins".
    Sin esas lesiones incapacitantes, creo que Sabonis hubiera sido el mejor pívot de todos los tiempos, por encima de AlCindor ( Karem Abdul Jabbar) y Bill Walton.

  2. Que jugara tres años en el forum de Valladolid si que es algo extraño por mucha lesión que llevara, los grandes de la Europa baloncestística occidental no sé a qué estaban, el mismo Madrid podría haberlo fichado antes.

    1. Lo ficho el Forum porque nadie confío en el, tanto por la lesión como por su fama de carácter difícil. El Forum Valladolid dio la oportunidad afortunadamente y Sabas puso el resto. Un genio sin dudas.

  3. Siempre me he preguntado lo mismo, ¿qué dimensión deportiva habrían alcanzado si no se hubiera lesionado de gravedad?

    Y otra cosa más: ¿quién habría ganado en los Juegos de Los Ángeles 1984 entre la selección de la Unión Soviética que arrasó a todos sus rivales por más de 30 puntos en el Preolímpico o los Estados Unidos?

    Los locales contaban con Michael Jordan, pat Ewing, Chris Mullin, Sam Perkins, Alvin Robertson... todavía universitarios a punto de dar el salto a la NBA. Pero es que ese equipo de la URSS juntó a los rusos Myshkin, Tarakanov, Eremin y Tkachenko con los lituanos Sabonis, Iovaisha, Homicius y Kurtinaitis, más el ucraniano Belostenny, el letón Valters y el uzbeko Tikhonenko. Equipazo, sin duda, y por entonces, muy conjuntados. Uno de esos partidos que, por desgracia y por política, no vimos.

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En el hecho de que @AthosDumasE llame a la que muchos llaman "Selección Nacional" la "selección de la @rfef" encontraréis pistas de por qué no la apoya.

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Tal día como hoy, pero de 1962, Amancio rubricaba su contrato como jugador del Real Madrid.

@albertocosin no estaba allí, pero te va a hacer sentir que tú sí estabas.

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