—Lou, te ofrezco un trato: tú me sirves copas, yo me las bebo y en lugar de pagarte, me divierto y te desprecio.
—Trevor, sabes que tengo aguante contigo, la amistad a veces está alejada de la razón, pero…
—Intentaba utilizar la táctica del Barcelona para fichar, que presume de artículos de boutique mientras implora que le fíen una litrona en la tienda del chino. Carecer de potencial económico no es motivo de vergüenza, pero intentar aparentarlo es ridículo. El Barcelona es la condesa arruinada que se prepara el café filtrando la tierra de los tiestos con unos pantis raídos.
—Te va a parecer surrealista, Trevor, pero han intentado fichar a un jugador que se llama Timo, Timo Werner.
—Lo de Timo no me extraña, ¿pero Werner no era el suavizante ese del anuncio del pompón, Lou?
—Al final te llevas un pescozón, Trevor. Anormal, idiota.
—Pero lo de Timo no es lo último, también han intentado fichar a uno que se llama Trincao. Esto no lo supera ni Berlanga y Azcona experimentando con LSD en gravedad cero.
—De todos modos, tus bromas no van a servir para que te ponga copas «simpa» tipo Barça, Trevor.
—Qué difícil es beber sin ardor en un «simpa» mil, en un «simpa» mil.
—Trevor, esa gracieta es inhumana y contraviene la Convención de Ginebra.
—Lou, la Organización Mundial de la Salud está en Ginebra, por algo será. Así que sirve otro gin-tonic y deja de darme lecciones de Derecho.
—Esto se está torciendo, Trevor.
—Lou, el problema no es mi estupidez, ni siquiera la ginebra. La felicidad es inestable y discontinua como la corriente de un circuito eléctrico que solo circula si existe una diferencia de potencial en los extremos. Y las copas disminuyen la resistencia, por lo que aumenta la intensidad del disfrute. Solo se es feliz durante el tránsito de una situación a otra mejor, porque una vez alcanzada, se asimila como rutina.
—Madre mía, Trevor, pareces Valdano.
—Lou, ¿te has fijado que, con la tontería, hemos dejado de preocuparnos por la situación del Madrid? De repente parece más sólida y constante que la velocidad de la luz en el vacío y que el alipori del Barcelona en cualquier parte. Por cierto, ahora que mencionas a Valdano, acaba de ser el cumpleaños del Cabezón Ruggeri, un tipo grande de verdad. Sus anécdotas dan para capítulo aparte.
—Me fastidia reconocerlo, pero llevabas razón con Zidane y su trabajo sordo, pero efectivo. Y también con la grandeza de Óscar —pronunciado Oscar— Alfredo Ruggeri.
—Los resultados estables nunca son fruto de una genialidad esporádica, Lou. Y ahora Zidane es Paul Newman en El color del dinero. La carambola perfecta exige disciplina.
—Cierto. El equipo ha sabido darse la vuelta como un calcetín y en poco tiempo se ha sobrepuesto a la marcha de su goleador histórico que, analizado con perspectiva, es una brutalidad.
—Ahora marcan hasta los incomparables, incluso en los prolegómenos y desde los aledaños.
—Bobo.
—Y todo ello, Lou, sin dirección deportiva, con un entrenador alineador, sin rumbo fijo ni radiocasete estéreo con autorreverse.
—Exacto. Solo falta que también cuaje Brahim para el pleno, Trevor. Un manojo de los mejores jugadores formados en casa o fichados a precio de Mercadona, sin necesidad de presumir de boutique.
—Los que no soportan que el Madrid no sea una barraca de feria están al borde de un ataque de nervios, con dolor y sin gloria. La flor de Zidane es de un limonero y suena a Fool´s Garden.
Como se atreve Valencia a querer dinero por rodrigo? Que somos los inventores del furbo home ....descarados, pues los echamos de los paisos catalans ....es.. san sacabo ...verá cuando os coja el Hernández Hernández o el de Burgos Bengoetxea veréis...insolentes, negarnos a nosotros un jugador...
Zidane no es Eddie Felson. No se parecen. Felson es más del tipo Jardiner.
Prefiero que lo compares con el Gordo de Minessota, tremenda clase, al que Relámpago le decía que bailaba alrededor de la mesa de pool.
Bien visto, Lou, en ocasiones Trevor valdanaea, no podría definirlo mejor. Olé por los símiles. ¡Vaya panda de dos!
Lou y Trevor dos personajes la mar de interesantes. Golpeados por la vida ; pero,
aún con ganas de cachondeo.