Imaginad por un momento, queridos galernautas, que Ronaldo Nazario prefiriera ser Manuel Canabal Fiestra. Suponed que nuestro recién nombrado Presidente de Honor fantaseara con haber tenido la carrera de Javier Villarroya. Id más allá. ¿Qué sucedería si en lugar de jugar con Keylor Antonio Navas Gamboa, el resto de la temporada nuestra meta la defendiera Pedro Luís Jaro Reguero o Julio Iglesias?
“Eso es un sinsentido, páter” me diríais los más educados. “Páter, ¿le ha dado usted duro al vino de la sacristía?”, me preguntaríais los más jacarandosos.
Pues bien, si la distancia existente entre Hugo “Tequila” Sánchez y Dejan “Rambo” Petkovic nos resulta insalvable, cuánto más la de Dios con un indefenso niño de Belén.
Sí, amigos. Estamos en Navidad. Y eso significa que Nuestro Señor, el más certero delantero centro, el mejor driblador de banda, el asistente Magnífico, el medio-volante defensivo por excelencia (con permiso de Fernando Carlos Redondo Neri), el central aguerrido, el lateral con sentido y el guardameta felino, ha decidido dejar su puesto e irse a vender pipas con su madre a la puerta del estadio. El Señor ha renunciado a la grandeza de la blanca elástica para hacerse uno de nosotros; el más pequeño de todos.
Pensad por un momento en ello. ¿Seríamos capaces de renunciar a nuestro sueño de jugar con el Real Madrid para, a cambio, dedicarnos a la venta de pipas, mirindas o golosinas a la puerta del Santiago Bernabéu? Asusta solo pensarlo. Dejar atrás los coches deportivos, los flashes, las (con perdón) señoritas… para pasar a llevar una vida adusta y humilde. Humilde de verdad. No humilde al estilo Dani Alves, con gafas de oro de Dior (y qué gafas, que parece aquello el ventanal del Halcón Milenario).
Pues el Señor lo hizo. Y en su espejo hemos de mirarnos todos. En estos días se escucha mucho runrún. Ruido de tambores. Los interesados cronistas deportivos apuntan a la pronta destitución de Don Rafael Benítez Maudes y a la llegada de Don José Mário dos Santos Mourinho Félix. Hay quien especula con la tercera venida de Don Fabio; utilizan para ello argumentos proféticos: “Y, entonces, cuando se cumpla el vigésimo aniversario de su primera venida, el técnico transalpino regresará, revestido de mediocentros de color, para entregarnos su tercera liga en medio de gritos de indignación y peinetas al respetable”.
¿Quiénes somos nosotros para juzgar qué necesita nuestro club? No digo que no debamos tener una opinión, claro. Pero doctores tiene la iglesia. Dejemos hacer a nuestra directiva que, aun cuando se equivoca, acierta. ¿Fue un error fichar a Benítez? No, si ello nos permite detectar a los posibles conspiradores de vestuario, que anteponen sus perfumes y tabletas al éxito colectivo. ¿Acertaríamos trayendo de nuevo a Capello? Eso es tanto como preguntarse si Dios es Amor. La respuesta está perfectamente clara. Recordad: La Décima solo fue posible tras la década de los Drenthes.
La Navidad es el momento propicio para que todos, club, jugadores y aficionados, retornemos a nuestro nacimiento, a nuestros primeros pasos. El club necesita recuperar su deseo de ser el mejor del siglo XXI. Debe demostrarlo, claro, partido tras partido. Con intensidad, con objetivos comunes. Sin caprichos, dejando claro quién manda y que nadie está por encima de la institución. Prescindiendo de quienes no comprendan esta verdad. Los jugadores tienen que recordar que solo en la victoria, elegante y trabajada, tiene sentido su trabajo diario. Y los aficionados debemos apoyar a nuestro equipo, siempre, como si fuera nuestro primer partido en el Santiago Bernabéu. Recordad lo que sentisteis aquella primera vez que acudisteis al templo cuando el equipo salió por el túnel de vestuarios. Y, si sois capaces, pitad entonces.
Feliz Navidad, queridos Galernautas. Os deseo un año blanco y merengue. Cargado de éxitos colectivos, que son los que todos deseamos para nuestro club. A nivel personal, espero poder seguir en la brecha con todos vosotros. Ojalá que no olvidemos que, tan importante es para el club Cristiano Ronaldo, como el tipo que nos vende la botella de agua (qué coñazo lo del taponcito, por cierto) antes de entrar al estadio. Que así sea.
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