El Madrid da el golpe en Bérgamo que nadie (y todo el mundo) esperaba
En el fondo lo sabíamos todos. Bueno, todos, todos, no. Los que siempre sospechan no lo sabían. O puede que sí. Puede que sí lo supieran como lo han sabido siempre. Quizá lo sabían también ¡claro que lo sabían! todos los que sufren (mal) al Madrid cuando empieza a oler a primavera. Un Madrid diezmado. Sin delanteros. Sin nueves, ni sietes, ni cuatros, ni nada de nada. Eso es casi todo para el Madrid. Y lo sabíamos. Porque ese gol de Mendy es el Madrid que siempre llega cuando todos empezamos a dudarlo. Es el alivio por la permanencia de las cosas.
Es aquel gol de Geremi. O los de Anelka. O aquel otro de Karembeu que enfilaba una Copa de Europa. En la sonrisa de Zidane estaba todo comprendido. Era la alegría del gol en campo contrario en una eliminatoria de Champions, pero era también (mucho más, incluso) la alegría por la aparición del dadaísmo madridista, aquel que se rebela contra las convenciones y contra la lógica. No hay razón que valga. Tan sólo la historia de la poesía incomprensible que es Ferland apareciendo en la frontal para marcar un hermoso gol al filo con la pierna derecha. Así gana el Madrid. Rompiendo el canon. La sonrisa de Zidane era el suspiro por el escándalo que perdura.
No se sabe ni se sabrá nunca de dónde venía Mendy por el centro del campo. Apareció allí, de repente, y todos le vimos preparar el disparo envuelto en un aura de película de Semana Santa
El bello escándalo que es como el bello verano de Pavese que se acerca. Es la ironía que celebra lo irracional, ese campeonismo madridista sin esquemas (ojo, ayer hubo un gran esquema) que se sobrepone al destino. Es el Madrid que se manifiesta de las formas más insospechadas. Como Dios. Porque Dios tocó esa pierna de Ferland y Zidane sonrió. Eso es el Madrid. La iluminación que siempre se espera. No se sabe ni se sabrá nunca de dónde venía Mendy por el centro del campo. Pero venía. Apareció allí, de repente, y todos le vimos preparar el disparo envuelto en un aura de película de Semana Santa. Quo vadis?
Y echó el cuerpo hacia atrás y el tronco casi se quedó en paralelo al suelo. Y esa pierna derecha peinó la pelota y se quedó estirada en el aire, de tal modo que Ferland Mendy (¡qué nombre!) pareció una “t” qué decía: “¡Toma!”. Fue una aparición madridivina que incluso decía: “Tomad y comed”. Es el fútbol sin límites. Mientras otros tratan de crear e imponer valores estéticos el Madrid los echa abajo. Se opone a ellos con toda la fuerza de su naturaleza. No hay dogmas que valgan para el Madrid. Cuyo golpe ni siquiera es capaz de prever él mismo.
El Madrid fue ayer en Bérgamo (bonito nombre para firmar obras de arte absurdas y definitivas) como La fuente de Marcel Duchamp. Iconoclastia y destino. La cara de Gollini lo expresaba bien. Ese gesto de deslumbramiento y de nocaut. De comprensión súbita de qué es el Madrid. Gollini trataba de incorporarse tras el escorzo inútil y entonces lo vio con claridad. Todos lo vieron. Lo vimos. Era el Madrid apareciendo de la nada para mostrarse entero, eterno y completo entre las bajas, mientras Zidane sonreía.
Fotografías Getty Images.
Precioso artículo . Ese es nuestro Madrid!!!
HASTA EL FINAL VAMOS REAL!!!
Imposible explicarlo mejor. ¡ Y con qué arte !
Longue vie à Ferland Mendy!
Me ha emocionado...¡qué bonito!
Lo sabían ,andan mustios.
No lo pueden entender 😀
Pero trankis, que el Txolo planteó el partido con maestría.
Mendy seguirá mejorando y mucho.
Magnífico artículo, don Mario.
Muy atinada la comparación con el dadaísmo de ese espíritu del Madrid que nuestro enemigos nunca podrán comprender.