N. del E.: Nuestro colaborador Juan Escudero ha publicado un libro que os recomendamos encarecidamente. Se titula “Memorias en verde” y es un repaso por la apasionante historia de los Boston Celtics. En la presente pieza, su autor reflexiona sobre las similitudes entre el legendario equipo de Larry Bird y la otra gran leyenda al otro lado del océano: el Real Madrid.
Los Boston Celtics han sido a lo largo de la historia el equipo que más antipatía ha despertado entre el público americano, en lo que al baloncesto se refiere; este hecho resulta complicado de rebatir. Las leyendas que se cuentan acerca de las maniobras antideportivas que se empleaban contra rivales y árbitros han ido creciendo a lo largo del tiempo: duchas de agua caliente en los vestuarios del Boston Garden que no funcionaban en invierno, una rata que se paseaba libre como el viento por debajo de las gradas, el papel del baño y las toallas que desaparecían de forma misteriosa, el parqué de la cancha con sus legendarios puntos muertos donde el balón botaba de manera incontrolable, el aire acondicionado inexistente durante olas de calor. Total, un sinfín de presuntas tropelías y argucias diseñadas por una mente malévola con el único propósito de intentar ganar como fuera, a cualquier precio, utilizando métodos que traspasaban sin complejos la línea de la legalidad. Ni que decir tiene que la mente a la que nos referimos no era otra que la del patriarca Arnold Auerbach, más conocido en este planeta como “Red”.
Lo que es cierto es que Auerbach disfrutaba burlándose de los oponentes, en especial de que los que vestían de oro y púrpura y procedían de Los Ángeles. Todo esto forma parte de un concepto muy manido al que aún se le denomina, la mayoría de las veces de forma peyorativa, mística.
Pat Riley es quizá el entrenador más representativo de la historia de los archi enemigos de L. A. En un libro de su puño y letra llamado Showtime, que vio la luz en 1988, escribió lo siguiente: “La mística de los Boston Celtics no son los leprechauns escondiéndose bajo el suelo, ni la sangre, ni las agallas, más bien se trata de la voluntad de emplear cualquier táctica para desestabilizar a los rivales: subir la temperatura cuando ya hace demasiado calor, desconectar los calentadores en invierno, instigar las faltas violentas, el general manager (no lo nombra, aunque todo el mundo sabía a quién iba dirigida la mención) persiguiendo árbitros de camino al vestuario para intentar mediatizarlos e intimidarlos. Al infierno con la dignidad, al infierno con el juego limpio. Ellos eran los klingons de la NBA”.
El destinatario del mensaje no era un hombre al que le gustara disculparse, más bien al contrario; se mofaba de los Lakers y hacía gala con orgullo de toda esa basura ideológica que le lanzaban desde todos los ángulos de la corrección política. Un columnista del periódico Los Ángeles Times llamado Jim Murray escribió lo siguiente en 1991: “Red era controvertido, combativo, gruñón, despectivo e incluso hiriente. Le encantaban las trifulcas, jamás huía de una pelea. Sus ojos eran intensos e inflexibles. Podía ser tan sarcástico como un sargento de marines. No le hacía ascos a ser el antagonista y la popularidad le aburría. Quería ganarte, no cautivarte, y le importaba una mierda cómo conseguirlo”.
Al principio, los Boston Celtics no se significaron por ser diana para las críticas furibundas y los dardos dialécticos, sino que todo apareció después y creció como la espuma cuando los Celtics comenzaron a ganar
Esta definición algo escatológica de un ganador compulsivo e implacable, así como las citadas leyendas urbanas llenas de fantasmas, fabrican el perfecto retrato robot de una institución amada y odiada casi a partes iguales. Sin embargo, no se lleven a engaño, los Boston Celtics desde que surgió el embrión de la NBA en 1946, y durante los once años siguientes, no se significaron particularmente por ser diana para las críticas furibundas y los dardos dialécticos, sino que todo apareció después y creció como la espuma. ¿A qué se debe tal afirmación?, ¿qué sucedió aquel lejano año de 1957? “Red” Auerbach llevaba ya seis temporadas en la franquicia y el Boston Garden existía desde mucho tiempo atrás, luego no podemos cargarlos con todas las culpas. Si quieren la respuesta más probable, deben rebuscar en la hemeroteca. Les daré una pista: los Celtics comenzaron a ganar.
Aquello ya pertenece a la historia. La mística empezó a morir el día que Larry Bird se retiró, agonizó con el cierre del viejo Boston Garden, y dejó de latir cuando Arnold Auerbach se nos marchó hacia el infierno (o al cielo, vaya usted a saber). Con Kevin Garnett tuvo un conato de resurrección, aunque duró poco tiempo. Hoy en día nadie odia a los Boston Celtics, inmersos como están en el engranaje de una maquinaria moderna y algo difuminada llamada NBA, muy alejada en tiempo y forma de la original. En cierta medida echamos de menos la inquina, la rivalidad y el choque de estilos. Y, por encima de todo, mal que nos pese, echamos de menos el diabólico puro de la victoria.
Existen ciertos paralelismos entre los Boston Celtics y el Real Madrid, eso es innegable. Podemos citar datos que nos sirven para apoyar esta tesis: los títulos, la grandeza, la universalidad, la relación de amor-odio con la afición global, y la comparación evidente entre Auerbach y Pedro Ferrándiz o Raimundo Saporta como personajes clave para entender el desarrollo de sus respectivas instituciones. Uno de los días más felices para fans de ambos clubs se produjo cuando los Celtics viajaron a Madrid para verse las caras contra la primera potencia europea de este deporte. Demasiadas emociones condensadas en unas horas que pasaron a los libros de historia con letras mayúsculas. Uno de sus protagonistas, Johnny Rogers, colabora en el libro rememorando aquella fecha.
Existen ciertos paralelismos entre los Boston Celtics y el Real Madrid. Podemos citar: los títulos, la grandeza, la universalidad, la relación de amor-odio con la afición global, y la comparación entre Auerbach y Pedro Ferrándiz o Raimundo Saporta
“No exagero si digo que cuando supimos que los Boston Celtics vendrían a Madrid a jugar aquello era casi como un sueño hecho realidad. Recuerdo aquel partido como si hubiera sucedido ayer mismo; hay mucha gente que viene a mí y me habla de aquello después de más de treinta años. Parece como si España entera hubiera girado su cabeza hacia el televisor para presenciar aquel espectáculo. Que solo hubiera dos canales influía bastante, por supuesto, si alguien encendía la tele las posibilidades de que pusiera el partido eran muchas, aunque no le interesara demasiado. Las generaciones de aficionados que no tuvieron esa suerte después han disfrutado de repeticiones en Teledeporte con motivo de los vintage games que suelen ofrecer en Navidad, y también existe la opción de YouTube.
Conocía a la perfección a aquellos Celtics a los que nos enfrentamos en 1988; ya me había medido a ellos varias veces cuando yo jugaba en los Cleveland Cavaliers. Salían de la época gloriosa y aún eran un gran equipo, aunque no tanto como el de 1986, sin duda unos de los mejores de la historia. Debo destacar varias cosas con respecto a aquel choque, siendo lo primero de todo la increíble pasión de los fans, llenando el Palacio de los Deportes e incluso esperando fuera solo para ver a lo lejos a los ídolos que venían de Boston, tanto antes como después del partido. En segundo lugar, la calidad y el coraje de mis compañeros, incluidos los jóvenes Pep Cargol y Quique Villalobos. No tenían ningún miedo en medirse a los míticos jugadores de los Celtics.
Johnny Rogers: "Tras el enfrentamiento con los Celtics en 1988 me di cuenta de que había aterrizado en el equipo ideal para mí, el Real Madrid"
El duelo entre quizá el mejor jugador de Europa contra el mejor del mundo se vio como un aliciente adicional. No me sorprendió ver a Drazen Petrovic en igualdad de condiciones contra los guards rivales, mitos como Danny Ainge o Dennis Johnson. Tampoco a jugadores tan contrastados como Chechu Biriukov y el gran Fernando Martín, pero sí un poco ver a Fernando Romay medirse a Robert Parish y en ocasiones superándolo. Creo que Romay era mejor de lo que normalmente se pensaba de él, y además un tipo genial, siempre con una sonrisa en la boca. Creo que en ese momento me di cuenta de que yo había aterrizado en el equipo ideal para mí. De lo poco negativo que recuerdo de aquel evento destaco el que no llegamos en las mejores condiciones físicas. Romay, Drazen, yo mismo, teníamos problemas para jugar. Hasta el último momento no supe si podía saltar a la cancha o no. Creo que en mejores condiciones podríamos haberles dado más problemas incluso. Nos emparejamos bien con ellos, no eran más altos ni más atléticos. Nuestro quinteto inicial tenía la estatura física y competitiva para mantenernos de manera digna. No se trataba de un equipo cualquiera, desde luego, aunque en aquella ocasión no tuvimos mucho que envidiarlos.
Como persona que había nacido en California crecí con la rivalidad Lakers-Celtics, siempre apoyando a los Lakers en sus enfrentamientos. Creo que hasta pasados bastantes años no llegué a apreciar la grandeza de los enemigos naturales, y la de Larry Bird, su jugador más emblemático de la época. Me tocó sufrirlo en la NBA y en aquel partido a ratos. No era muy fuerte defendiendo y te dejaba cierto espacio, por lo que en ese aspecto no se me dio demasiado mal. Lo que era totalmente imposible era defenderlo a él. En resumen, fui afortunado de haber tenido la posibilidad, aunque fuera en equipos rivales, de ser testigo en primera línea de un pedazo de historia”.
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