A los porteros siempre se les ha puesto la etiqueta de locos por ejercer ese puesto. Además también se ha comentado de la enorme soledad que viven bajo palos. En el Real Madrid a todo ello hay que sumar la presión que tienen a sus espaldas y lo grande que se hace la portería en un club tan majestuoso. Algunos han logrado aguantar esa gran responsabilidad y demostraron ser de los mejores arqueros del mundo, otros sin embargo hincaron la rodilla y no exhibieron su potencial.
El primer guardameta importante que tuvo el equipo merengue fue Manuel Alcalde. Pionero en la época fue parte fundamental en las Copas que ganaron los capitalinos entre 1905 y 1907, lo que supuso el trofeo en propiedad. Fue de los primeros porteros en ponerse unos guantes para poder despejar de puños y atrapar el esférico con mayor seguridad. Además también innovó al ponerse unas rodilleras que le permitían lanzarse al suelo a por los balones rasos sin temor a destrozarse las rodillas. Por último inventó un despeje conocido como la “alcaldina” que se basaba en despejar el cuero con los codos. Portero alto y con bigote poseía también buenos reflejos y una gran sobriedad defendiendo su marco.
En la década siguiente hay que hablar de Eduardo Teus, nacido en Filipinas pero de ascendencia española que tras colgar las botas fue periodista deportivo y seleccionador nacional entre 1941 y 1942. Llegó al primer equipo merengue en 1916 y se mantuvo tres campañas. También se desempeñó como medio o delantero pero se acabó situando en la portería donde demostraría su valentía en las salidas por alto, su osadía al interceptar los ataques rivales fuera del área, su fuerza y su vigorosidad. Su excesivo coraje le costó algunas lesiones pero cuando estaba sano fue el titular de un plantel en el que logró tres Campeonatos Regionales y la Copa de 1917 ante el Arenas de Getxo, choque en el que tuvo una brillante actuación según testimonios de la época.
Después de varios años sin un huésped de categoría en el marco, el Real Madrid se hizo con los servicios de Ricardo Zamora en 1930 tras pagar 150.000 pesetas, una fortuna en aquel momento. Procedente del Español, también había jugado en el F.C. Barcelona y era conocido en todo el planeta futbolístico gracias a su papel con la selección española con la que llevaba siendo internacional desde 1920. Por entonces ya se utilizaba el latiguillo cada vez más en desuso de “uno a cero y Zamora de portero”. Conocido como el “Divino” o ‘Il Miracoloso’ por sus paradas en el Mundial de Italia de 1934, ha sido uno de los más destacados cancerberos de la historia del deporte rey.
Espectacular, seguro, ágil, sobrio, con una excelente colocación, una personalidad arrolladora y un gen ganador, mandaba en el césped desde la portería. Para el recuerdo dejó además sus “zamoranas”, una versión mejorada y perfeccionada de la “alcaldina” de principios de siglo. Debutó el 5 de octubre de 1930 ante el Racing de Madrid y una semana después casi se despide del balompié tras una grave lesión en el omoplato y la clavícula. Por fortuna se recuperó y en sus seis años de blanco brilló en todos los aspectos.
Ayudó al Madrid de la República a conquistar sus dos primeras Ligas en 1932 y 1933 siendo el arquero menos goleado, dos Copas en 1934 y 1936, un Campeonato Regional y cinco Mancomunados. Tras estallar la Guerra Civil se marchó pero su último instante con la zamarra blanca fue inolvidable: una felina parada a disparo del culé Escolá en la final de Copa de 1936 en Mestalla cuando el resultado era de 2-1 a favor de los hombres de Paco Bru.
El sucesor de Zamora en los 40 fue José Bañón, un arquero al que no le acompañó la suerte en su trayectoria deportiva. Su gran virtud fue la agilidad, rapidísimo para ir al suelo y para volar de lado a lado, lo que hacían sus intervenciones preciosas y muy plásticas. Firmó tras jugar en el Elche en 1943 y estuvo hasta 1949, cuando un problema en el pulmón izquierdo le obligó a retirarse con 27 años en el cénit de su carrera. Moncho Encinas le dio la titularidad y la grada conectó con el alicantino desde el principio. En unos años duros de posguerra en el cuadro blanco fue el portero que saltó al césped en las dos Copas consecutivas ganadas en 1946 y 1947. En la primera derrotaron al Valencia y Bañón hizo su mejor partido con el equipo madridista deteniendo las acometidas de los Epi, Asensi, Mundo o Igoa. Al año siguiente volvió a levantar el trofeo del KO al vencer el Madrid al RCD Español en Riazor. Pese a no obtener ningún título liguero Bañón si destacó en la campaña 1945-1946 cuando fue el cancerbero menos goleado del Campeonato Nacional con 29 tantos en 25 partidos.
El gran ciclo dorado de la institución de Chamartín en los años 50 con la consecución de cuatro Ligas, cinco Copas de Europa consecutivas y dos Copas Latinas tuvo a un par de magníficos guardametas que se turnaron en la titularidad: Juanito Alonso y el argentino Rogelio Domínguez. El guipuzcoano Alonso aterrizó en la capital en 1949, donde coincidieron unas campañas con su hermano Gabriel. Arquero de enorme sobriedad, nada dado a lujos innecesarios y muy valiente, tuvo una etapa gloriosa en el Madrid. En sus casi 300 partidos oficiales pudo obtener cuatro Ligas, cuatro Copas de Europa, dos Copas Latinas y un ‘Zamora’ en la temporada 1954-1955 como bagaje. De esos títulos fue el dueño del arco en las Ligas de 1955-1956, 1956-1957 y 1958-1959 y también fue el hombre elegido por los técnicos merengues en las finales de la Copa de Europa entre 1956 y 1958.
Por su parte Rogelio Domínguez era argentino y fichó por el conjunto merengue para disputarle el puesto a Alonso. Proveniente de Racing de Avellaneda debutó en 1957 y se mantuvo un total de cinco temporadas. Guardavallas con una estatura de 1,87cm, era un seguro de vida en el juego aéreo. Además demostró gran agilidad y flexibilidad y unos fantásticos reflejos en todas sus acciones. Disputó 85 partidos con la casaca blanca y adornó su palmarés con tres trofeos ligueros, tres Copas de Europa y la Copa Intercontinental de 1960 frente a Peñarol, en cuyo partido de ida se salió manteniendo firme a fabulosos atacantes como Spencer, Cubilla o Borges. Titular en las finales del máximo entorchado continental de 1959 contra el Stade de Reims y de 1960 ante el Eintracht, contó con la confianza de su compatriota Luis Carniglia en la Liga del curso 1957-1958.
La década de los 60 también fue un periodo de alternancia en el marco merengue con la presencia de tres sensacionales porteros internacionales con la selección española: Vicente Traín, José Araquistáin y Antonio Betancort. El primero en recalar en la plantilla madrileña fue el barcelonés Vicente. Desechado por el F.C. Barcelona, el otro gran equipo de la ciudad el RCD Español se hizo con sus servicios y de allí lo fichó el Real Madrid en 1960. Apodado el “Grapas” por su excepcional blocaje de balón, también tenía como virtudes la seguridad bajo palos, su rapidez de movimientos y su capacidad de reacción en espacios cortos. Además solía medir muy bien sus salidas. En sus cuatro temporadas ganó los mismos títulos de Liga y una Copa del Generalísimo. A nivel individual se hizo con el Trofeo ‘Zamora’ de las campañas 1960-1961, 1962-1963 y 1963-1964, años en los que Muñoz le dio el puesto de indiscutible en el marco.
A continuación fue el vasco Araquistáin el que se enroló en las filas madridistas a partir de 1961 tras jugar en la Real Sociedad. Ni siquiera actuó en 100 partidos pero completó unas estadísticas memorables con siete títulos en su haber: cinco Ligas, una Copa y una Copa de Europa. Eléctrico en sus paradas, el área pequeña la dominaba como nadie y buena muestra de ello es que fue un arquero sobresaliente en el despeje con los puños. En el curso de su debut en 1961-1962 lo jugó prácticamente todo en la Liga de la que fue ‘Zamora’ y donde los merengues consiguieron el trofeo. Además también salió de inicio en la final de Copa del mes de junio en la que el Madrid venció al Sevilla. Tras esa temporada no contó con mucha regularidad aunque en otra Liga conquistada por los blancos en 1964 alcanzó los 14 partidos después de turnarse con Vicente. Para la historia queda en la formación inicial de la final de la sexta Copa de Europa cosechada contra el Partizan de Belgrado en 1966 por la generación ‘yé-yé’.
Por último el canario Betancort inició su sueño de niño de jugar en el Real Madrid en 1963 (aunque firmó en 1961), tras pasar un año en blanco y marcharse una campaña cedido al Deportivo de la Coruña para seguir fogueándose en la máxima categoría. Cancerbero corpulento y potente que daba una gran seguridad, resolvía con una facilidad innata las complicaciones que le surgían y descollaba también por sus reflejos. Mantuvo una dura pugna por el puesto con Araquistáin aunque solo las lesiones le apartaron del once. Ganador de dos ‘Zamora’ en 1965 y 1967, para Muñoz fue su portero en las Ligas conquistadas en los cursos 1964-1965, 1966-1967 y 1968-1969. También formaría parte del primer equipo en los títulos de 1964 y 1968, en la Copa del Generalísimo de 1970 y en la Copa de Europa de 1966 donde tuvo una espina que le marcó para siempre. Era el propietario de la portería hasta que un tirón muscular en la ida de semis contra el Inter le dejó KO. Aún así aguantó el resto del partido con el marco imbatido ante el júbilo y la admiración de todos los presentes en el estadio Santiago Bernabéu. No pudo jugar la vuelta y también se perdió la final contra el Partizan. Sin embargo aquel no fue su mejor partido puesto que las crónicas hablan de un derbi contra el Atleti en 1965 en el que se ganó el apodo de ‘Siete Manos’ después de triunfar en el Metropolitano y repeler un penalti de Collar. Mientras que en competición europea su escenario predilecto fue Old Trafford en una noche de 1968 en la que los ‘red devils’ se toparon ante un muro que únicamente pudo derribar con una genialidad George Best.
La Galerna trabaja por la higiene del foro de comentarios, pero no se hace responsable de los mismos
Saber algo de los años 60 en adelante es todo un lujo