El liderazgo emerge como una fuerza etérea de dudoso origen que impregna a los liderados y les infunde fuerza y confianza para conseguir la hazaña. Pocas personas pueden ejercer el liderazgo de forma idónea ya que es un atributo que ya está ahí antes de nacer y se ejercita desde el primer lloro hasta que la Parca decida. No todos pueden liderar y no todos lo hacen de la forma correcta. El liderazgo requiere de carisma, solidaridad, talento y muchos otros atributos que no todos llegan a alcanzar con plenitud.
En la época napoleónica se enfrentaron dos líderes en busca del dominio mundial de los océanos: Horatio Nelson por parte de la Inglaterra de Jorge III y Pierre Villeneuve en el lado de la Francia de Napoleón. España también era poseedora de grandes comandantes marinos como Churruca, Gravina o Alcalá-Galiano , pero sus paupérrimos líderes nacionales habían sucumbido ante el Corso. Villeneuve, un capitán que había ascendido gracias a sus amistades y a la imperiosa necesidad de oficiales tras la Revolución francesa era un vicealmirante errático, individualista y con falta de talento. Conocido por su terrible gestión de las maniobras previas antes de la batalla de Trafalgar y de la terrible derrota en el estrecho de Gibraltar. Napoleón llego a decir de él: “Le falta determinación y no tiene coraje moral”. En frente, el gran comandante Nelson, dotado de un talento sobrenatural y valentía admirable, lideró a Inglaterra en las guerras Napoleónicas, era seguido por sus subalternos con admiración plena y destrozó estratégicamente a Villeneuve. El inglés murió en Trafalgar y subió al Olimpo de la memoria británica y el francés sobrevivió pero más tarde se suicidó o puede que “le suicidaran” unos años después. En los liderazgos franceses e ingleses se ha construido gran parte de la Historia contemporánea mundial y europea, para bien o para mal. Y desde Napoleón y en general, los líderes ingleses han brillado más que los franceses.
El talento de Jude Bellingham es ya archiconocido por el mundo futbolístico y más aún tras el mundial. Pero de lo que vamos a hablar hoy es de liderazgo y este chico de Birmingham ha nacido para capitanear a un buen puñado de marineros y crear una flota invencible. Los regates, las bicicletas, los goles, las carreras son una parte importante del espectáculo, pero en los gestos está la clave. No había podido analizar ni sus gestos ni su comportamiento durante su etapa en Dortmund, solo me había dado tiempo a valorar sus atributos meramente futbolísticos. Pero en el mundial he podido anotar un buen número de acciones donde queda demostrada su categoría como futuro líder del fútbol europeo. Un chaval de 19 años que se acerca a Harry Kane tras el penalti errado, le abraza, le agarra la cabeza y le mira con esa determinación, es un futbolista que ha nacido para comandar un regimiento y dominarlos a todos. En cada partido ha dejado algún detalle como levantar a veteranos del suelo, palmas y ánimos, reprimendas, esfuerzos en defensa y en ataque. Gestos que solo emergen de los elegidos y que muy pocos se pueden permitir antes de los 25 años. Elegante, nada estridente, sin llamar la atención, sin polémica, con muchos kilogramos de carisma. Como Luka Modric.
En el otro lado del canal de la Mancha hay otro líder, el más talentoso y determinante de todos. No podemos decir que sea un Villeneuve, aunque me haya permitido el símil, porque es uno de los mayores portentos futbolísticos que ha nacido en las últimas décadas y el marino era un mediocre pero, en mi humilde opinión, su liderazgo no es pleno ya que impresiona que sus compañeros no darían la vida por él. Cuando eres una bestia futbolística pero lideras desde el individualismo puedes ganar muchas batallas pero perderás muchas guerras. Y eso es lo que le está pasando a Kylian Mbappé. El francés lidera desde el apabullamiento al rival pero impresiona que sus compañeros no reman ni al ritmo ni en la dirección que el establece. Es un liderazgo parecido al de Cristiano Ronaldo. El individuo por encima del grupo. Hasta la fecha, el francés contribuye a generar grupos dentro de las plantillas, “o ellos o yo”, no cohesiona a los equipos si no que incrementa su toxicidad y dentro del campo juega a ganar él solo el partido. Durante el mundial, no lo he visto en ningún momento bajar a apoyar a sus compañeros o luchar para recuperar un balón aunque sea de forma representativa. No lo vi ni en el Bernabéu cuando Karim Benzema y los suyos decidieron decir su última palabra, ni con Francia en los peores momentos contra Inglaterra y contra Argentina. Sí, en efecto, marcó un hat-trick en la final pero nunca lideró ese partido desde el espíritu. Tchouaméni capitaneó más. Sus compañeros no creen en él como líder, mientras que los jugadores croatas sí creen en Modric, los argentinos creían en Maradona (lo de Messi da para otro artículo sobre liderazgo), los franceses en Zidane o los madridistas en Benzema, Casemiro, Modric o Sergio Ramos.
El Real Madrid no debe dejar pasar la oportunidad con su Nelson, capaz de liderar y luchar codo con codo con sus compañeros, de levantarlos, de abrazarlos, de emitir esa fuerza etérea que impregna a sus soldados
Y esto, añadido a otros factores importantes, es por lo que no quiero a Kylian en el Real Madrid. Aunque creo que como rival lo sufriremos mucho y que nos podemos exponer a su dictadura durante unos cuantos años, su falta de ascendencia sobre los compañeros y su individualismo dentro y fuera del campo me crean rechazo. Mbappé no defendería a Vinicius de las patadas ni le marcaría el territorio a Milner tras su entrada a Benzema. Hay líderes que lo ganaron todo de esa forma menos altruista, como Michael Jordan, pero Jordan era Jordan, rodeado de jugadores que aceptaron su rol y tragaban su constante toxicidad. También tenemos el caso de Kobe Bryant, con un liderazgo individualista en su primera etapa y que fue aprendiendo hasta convertirse en un jugador más cercano y colectivista. Pregúntenselo a Pau Gasol. Y puede que Kylian cambie pero veo un perfil más cercano a su ídolo Cristiano, cuyo egoísmo le funcionó al lado de la CMK y compañía pero que le ha destrozado en el final de su carrera.
El Real Madrid no debe dejar pasar la oportunidad con su Nelson, capaz de liderar y luchar codo con codo con sus compañeros, de levantarlos, de abrazarlos, de emitir esa fuerza etérea que impregna a sus soldados. Jude es un jugador con un aura especial, con mirada y sonrisa de genio, como su admirado Zidane. En una época en la que el histórico liderazgo inglés flaquea: la apuesta debe ser inglesa.
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