Mbappé se fue antes de llegar

Buenos días. Hay una ley cósmica que indica la proporcionalidad indirecta entre la intensidad del deseo y la posibilidad de convertirlo en realidad. Cuanto más anhelas algo, más difícil haces el que se cumpla. Quizás todo hemos deseado a Kylian Mbappé por encima de nuestras posibilidades.

Hay otra ley casi cósmica que dice que, cuanto más dinero tienes, menos miras el dinero. Sucede que el PSG tiene todo el dinero del mundo, y que es un club que solo existe para dar publicidad a un petroestado. Así, le dan igual 20 millones que 200 y que 2.000. De puertas del Real Madrid para fuera, todo esto ha servido para que el mundo compruebe la aberración y, allá donde quede decencia, se escandalice: un club puede permitirse rechazar 200 millones por un jugador que queda libre en breve. Es además un club que no debe su fortuna a su historia sino al petróleo, algo completamente ajeno a dicho deporte. De puertas del Real Madrid para adentro, cabe preguntarse si esto no lo sabíamos ya, si acaso no éramos perfectamente conscientes de que esa gente no se rige por los criterios occidentales porque su cuenta bancaria es tan insondable como su delirio propagandístico. Y, si ya lo sabíamos, ¿qué nos hacía pensar que había tantas opciones de fichar a Mbappé? ¿No ha sido la cosa, al final, un ejercicio de voluntarismo, algo tan romántico como destinado al fracaso? Si lo sabíamos, ¿por qué hicimos como que no lo sabíamos? ¿Por qué hicimos calar el mensaje de que esto se podía conseguir, hasta el punto de que muchos periodistas respetables (lo decimos sin ironía) llegaron a decir, no sabemos si por ingenuidad o por puro amor al espectáculo, que estaba “hecho”?

No, no estaba hecho. Si hubiera estado hecho en algún momento, habría estado hecho también al final.

A Kylian, de quien intentaremos esperar que aguante los cantos de sirena del petrodólar y no renueve para venir en junio, siempre le quedará el Madrid, pero el balance total de la summeriana es inevitablemente agridulce. Aunque lo de Camavinga, que es un gran fichaje de futuro, suaviza el batacazo, el aquí y ahora de la relación del madridismo con Mbappé se cifra en frustración. La sensación es muy rara, como si reeditáramos la saudade de Cristiano pero en los noventa. Como si inaugurásemos ahora, al mismo tiempo, el pre y el postmbappismo. Kylian se fue antes de llegar.

Pero no es lo peor lo de Mbappé. Con Mbappé se ha intentado todo, pero no sabemos si de verdad cabe argüir lo mismo en el capítulo de las bajas. Hay desde hace mucho tiempo no menos de media docena de jugadores que forman parte de la plantilla para disgusto de la mayoría del madridismo. Sabemos que es muy difícil dar salida a quien tiene contrato en vigor, y nos congratulamos de que el club no caiga en las prácticas de mobbing llevadas a cabo por otros. Pero ¿de verdad hay que asumir que ni uno solo de esa media docena de jugadores haya podido salir del club? Lo que de negativo tiene el balance final de la summeriana no viene dado tanto por la incorporación que no pudo completarse (ay, Kylian) como por los descartes que no llegaron a ejecutarse (¿acaso con un punto de conformismo?).

En el plano positivo, hay que destacar el gran saldo financiero, que esperamos redunde masivamente en la mejora futura de la plantilla, y las adquisiciones de Alaba (qué extraordinario jugador) y el prometedor Camavinga. La plantilla sigue antojándose justa en el centro de la defensa y carente de un goleador puro más allá de Benzema, a pesar del superávit de delanteros. Esperemos sea el año de la consagración definitiva de activos como Vinicius, que ha comenzado ella campaña en plan estelar, y Rodrygo. Bale y Hazard siguen ahí porque no hay mercado para ellos, Asensio es la eterna incógnita y Jovic y Mariano son... pues eso, Jovic y Mariano.

Del Barcelona no tenemos mucho que decir. Ya veis que en Sport celebran ceder a Griezmann para traer a Luuk De Jong cuando hace meses se iba a quedar Messi e iba a jugar junto a Haaland. El resumen se hace solo. Muy bien van a tener que armar el relato para que quede algo medianamente convincente, pero nos tememos que, esta vez, ni por esas lo lograrán. Seguro que nos equivocamos.