John Backman, aficionado del Real Madrid, caminaba bajo el sol de Nuevo México. Se había olvidado la botella de agua y la gorra en su cuatro por cuatro, que había quedado varado varios kilómetros atrás. Ya era tarde para volver. No tenía batería en el móvil y se encontraba en medio de la nada. Si no iba él mismo a buscar ayudar, moriría deshidratado y sería devorado por el desierto.
El sol mezclaba la carretera con el horizonte en un charco de luz. John Backman comenzó a ver una tortuga delante de él e intentó alcanzarla. La tortuga cada vez andaba más lenta, pero John cada vez se alejaba más de ella.
John, sin saber por qué, veía en la tortuga su salvación y algo le impulsaba a atraparla. La tortuga, cada pocos metros, se giraba, le guiñaba un ojo y le decía: tranquilo, para proseguir después su lento y huidizo paso.
John vio o creyó ver a lo lejos un Carrefour que se elevaba entre los espejismos de luz del asfalto. Pensó que era su salvación y aceleró su sediento caminar. Allí podría pedir ayuda, beber agua y comprar fabada litoral, se dijo a sí mismo.
La tortuga también se dirigía al Carrefour. Al fin un golpe de suerte. Además de ayuda, agua y comida, podría capturarla, y con ello se resolvería aquel problema que no sabía cuál era, pero que le impelía a perseguir al animal del caparazón verdoso.
Ya le quedaba poco para llegar al Carrefour, unos 100 metros, apenas un campo de fútbol sin gradas. La tortuga le miraba desde lo alto de las escaleras mecánicas y le susurraba: tranquilo. No lo podía oír, mas lo sentía. Pero John Backman sufría para dar cada paso. Notaba que algo no iba bien, la consciencia se le sumergía poco a poco en el reflejo plateado del cielo en la carretera.
John Backman abrió los ojos. No tenía calor, se encontraba en la sección de congelados del Carrefour. Un chico y una chica muy amables le habían sentado en un sillón reclinable, le había colocado una toalla fresca en la cabeza y habían puesto a su disposición cientos de zumos de sandía helados.
—No se preocupe, Mr. Backman, ya está a salvo —le murmuró con dulzura la chica—. Ya hemos recuperado su coche, la transmisión estaba averiada, por eso se quedó usted atrapado en la arena. Recuerde revisar la transmisión la próxima vez que decida circular por el desierto.
—¿Y la tortuga? —preguntó John sobresaltado.
—La tortuga se fue, pero no sufra, nos ha dicho que le digamos que tranquilo, que volverá cuando sea el momento.
—Pero, pero… ¡yo tenía que cogerla! —se lamentó John — Aún no sé por qué, pero tenía que hacerlo.
—Ya pasó, Mr. Backman, ya pasó —ahora era el chico quien sosegaba a John —. Bébase todos los zumos de sandía, es por su bien.
—Son cientos, no puedo, ¿está usted loco?
—¿Qué apuesta a que sí puede, Mr. Backman?
John no entendía nada, las últimas palabras del misterioso chico resonaban en su cabeza una y otra vez mientras luchaba por mantenerse consciente. Aquello no tenía sentido.
—¡¿Qué si quiere o no quiere carta, señor!?
El grito le devolvió la consciencia. No entendía nada, un crupier no dejaba de repetirle una y otra vez que si quería una carta.
—¿Quién es usted, qué hago aquí? Yo estaba en un Carrefour de Nuevo México, tomando zumos de sandía e intentando saber qué había ocurrido con una tortuga a la cual perseguía sin saber el motivo.
—Oiga, amigo, no sé qué habrá tomado usted, pero esto no es un Carrefour, de hecho, no sé qué demonios es un maldito Carrefour. Estamos en el Twin Arrows, un casino de la Nación Navajo, en una mesa de blackjack y le toca decirme si quiere o carta o se planta. Así que deje de hacer el indio y contésteme de una vez.
—Tengo entendido que según el Acta Regulatoria del Juego Indio, el blackjack está incluido en los juegos de Clase III y no es muy legal jugarlo en sus casinos.
—Amigo, solo se lo repetiré una vez más: ¿quiere carta?
De repente John Backman sentía que había nacido para ese momento. Como en el caso de la tortuga, tampoco sabía el motivo, pero sí que tenía que apostarse todo a una carta. No podía ir poco a poco, aquel verano, aquella summeriana, era un todo o nada a una sola carta.
—Quiero carta.
El crupier indio deslizó un naipe hasta John, quien lo levantó poco a poco de una de sus equinas. Estaba sudando a chorros, como Zidane jugando el trofeo Carranza con un impermeable. No se atrevía a mirar, apenas se asomaba. Al fin descubrió la carta, se había pasado. Había perdido. No sabía el qué, pero sí sabía que había apostado todo a una carta y había fracasado.
John comenzó a convulsionar, se sentía igual de confuso que el final de A day in the life. El malestar fue in crescendo hasta que todo quedó en silencio y abrió los ojos.
—¡Juan, Juan, despierta, por favor!
—No me llamo Juan, soy John Backman y vivo en Nuevo México.
—No, no eres John Backman. Te llaman Juan Batalla y vives en Écija, que no es nuevo México, pero también hace calor. Llevas media hora convulsionando con una pesadilla. Si no me avisa el perro, te da un parraque, gañán —le informó su esposa con palabras llenas de amor y dulzura.
Tras unos segundos, Juan se ubicó y entendió que todo había sido un mal sueño.
—María, por favor, acércame el Marca, rápido.
—Pero Juan, ¿pa’qué tantas prisas?
—Acércame el Marca, por favor.
—Toma, toma, chiquillo. Y tranquilízate.
María se fue al bingo mientras Juan abrió el periódico con ansia y leyó:
La tortuga se escondió en el caparazón. Como adelantó Marca, Mbappé seguirá al menos otro año más en el PSG.
En otro orden de cosas, el Real Madrid ha cerrado los traspasos de Casemiro y Courtois al City de Guardiola, y el parajito Valverde y Militao serán presentados mañana como nuevos futbolistas del Fútbol Club Barcelona.
Ancelotti ha declarado a la Agencia EFE que confía plenamente en Isco, Mariano y Jovic para realizar una gran campaña a la espera de que el año que viene el Real Madrid acometa los fichajes de Mbappé y Haaland.
Juan Batalla se duchó, pidió una excedencia de un año en su empleo y se marchó al aeropuerto. Tomó el primer vuelo a Nuevo México y una vez allí alquiló un cuatro por cuatro con la transmisión averiada.
Días después, un policía con gafas de espejo encontró un coche atorado en la arena del desierto con una tortuga de juguete colgado del espejo retrovisor. Dentro había un individuo moreno con reloj. Inconsciente. En la cartera, portaba un DNI español con un John Backman garabateado sobre el nombre verdadero y una jota de picas.
Fotografías Imago.
Muy bueno.
Yo también me voy a pedir una excedencia: un año sin leer cualquier artículo que hable del fichaje de Mbappé o de Halaand.
Saludos.
Con un enlace a la fabada Litoral del Carrefour, me parto.
Buenísimo lo de la fabada y que no iba a poder con todos los zumos jajajaja..
Pues yo creí leer ¿¡Que si quiere o no quiere bolsa, señor!? Que para eso estaba en el Carrefour...
Ya no espero nada este verano, si hay fichajes, serán el próximo. Saludos, galernautas.
Yo creo que esa noche tomaste demasiado y te la pasaste soñando en la playa . No te diste cuenta , pero varias veces pasó un helicóptero para avisarte.
Seguiste durmiendo a pierna suelta. En un momento justo anterior al amanecer varias estrellas se alinearon.
No lo pudiste ver , pero en el cielo se podía leer con claridad : MBV.
Todavía no hay certeza. Algunos dicen que la película se estrena dentro de unos días , otros que es para el próximo verano.