Mbappé, ¿por qué no te callas?

Mbappé ha hablado, primero en un sitio (no me pregunten en cuál) y luego en otro (hagan lo mismo). Me suena que eran dos revistas, pero no estoy muy seguro. Tampoco tengo claro si ha dicho lo mismo en las dos revistas o si ha dicho una cosa en una y la contraria en la otra. Sé que ha hablado porque, además del interminable torrente de reacciones que suscitaron sus palabras, al día siguiente de hacerlo, su madre, no sé si por envidia o por aburrimiento, decidió seguir sus pasos y también habló. Si ha confirmado, para bien o para mal, lo que su hijo declaró en la primera o segunda revista, o si ha aportado algo de luz a su futura decisión con nuevas declaraciones, también es un misterio para mí.

El padre y la abogada de la familia, que yo sepa, permanecen mudos, pero mucho me temo que no tardarán en sumarse al coro para dar, si cabe, todavía más confusión a este jeroglífico.

Mi única certeza, que como verán tampoco es que me sirva para mucho, es que es una familia parlanchina, pero un poco a la manera de mi tía Margarita, que la escuchas hablar durante una hora, pasando aleatoriamente de un tema a otro, repitiendo la misma idea varias veces, y cuando termina te das cuenta de que no has entendido ni una sola palabra.

Digamos que mi cupo de Mbappé ya no da para más. Es una presa que se ha ido llenando de agua y tengo que aliviarla, abrir compuertas antes de que se resquebraje en mil pedazos. Estoy hasta ahí, saturado. Ha llegado un momento en el que estas continuas cábalas de si viene o no viene, estas interpretaciones del oráculo a través de las palabras de Mbappé, su madre, su padre, Al-Khelaifi, la abogada o el último primo tuitero del emir, ya me traen sin cuidado. Me aburre. Que haga lo que quiera, que venga o que no venga, pero que se limite a jugar. Me siento, salvando las distancias, ya que yo no cazo elefantes, identificado con el rey emérito cuando dijo aquello de “¿Por qué no te callas?”.

Puede que todas estas manifestaciones de la familia Mbappé obedezcan a un taimado plan, pero a mí se me escapa; lo único que me aportan, además de hastío, es confusión. Y creo que no soy el único al que le sucede: he comprobado en varios medios de comunicación que las mismas palabras generan interpretaciones completamente opuestas: donde unos ven un acercamiento para firmar por el Real Madrid, otros ven el camino despejado para su renovación con el PSG. Yo, qué quieren que les diga, no veo más que una verborrea inaguantable.

Este sainete, que en verano, en plena summeriana, con el calorcito, un vino y unos calamares en la terraza del paseo marítimo, es divertido y ofrece, por la posibilidad real de su inminente fichaje, muchas horas de diversión, se convierte en otoño en un estorbo, en un sinsentido. Solo me consuela saber que, después de la época más gloriosa de la historia del Barcelona, el mundo del deporte sigue, como lo lleva haciendo desde hace más de un siglo, girando alrededor del Real Madrid. Hace cuatro días, Ferran Reverter dijo claramente que en abril no tenían dinero para pagar las nóminas, que si el Barcelona fuera una Sociedad Anónima Deportiva (SAD) sería causa de disolución y que habían pagado, desde el club y desde la Confederación Mundial de Peñas, a varios periodistas. Pues bien, ni por esas, la repercusión ha sido, para la gravedad de esas palabras, mínima. Da igual que el Barcelona haya estado (y siga estando) en riesgo de quiebra y desaparición, todos los medios deportivos han seguido hablando de un posible fichaje del Real Madrid que, de concretarse, se producirá el verano del año que viene.

Mientras llega (o no) ese ansiado fichaje, les insto a que hagan como yo. Déjense llevar, es hora de buscar hongos en bosques multicolores, de caminar sobre suelos alfombrados de hojas otoñales, de preparar reconfortantes caldos y de ver cómo el sol, con o sin Mbappé en el mejor equipo de la historia, sigue calentando cada mañana.

Lo mejor está por llegar.

Fotografías: Imago