Mascarillas para fichar a Lautaro

Pese a la pandemia de bulos, fake news y clickbaits que padecemos, un flash en TV consiguió llamar mi atención el pasado lunes: el Fútbol Club Barcelona lanzaba al mercado sus mascarillas. “Por fin”, fue lo primero que pensé. Un gigante con un poderoso tirón en la sociedad española se mostraba finalmente a la altura, más vale tarde que nunca, en la lucha contra el Covid-19. Porque era evidente que el dinero recaudado por la venta de las mascarillas culés se destinaría íntegra o al menos parcialmente a la lucha contra el virus. Eso asumí en un poderoso alarde de ingenuidad. Bartomeu debía haber reparado en que el Barça debe cumplir con la responsabilidad social que se les supone a todas las grandes corporaciones. Y especialmente a las que se autodenominan “más que un club”.

Pero como me conozco el percal y en la pieza televisiva de un minuto no mencionaron este aspecto, me fui a la web del Barça a confirmarlo. Empecé a leer y entrar en detalles. Los primeros modelos ya se comercializaban online y en la Barça Store del Paseo de Gracia, la primera en abrir sus puertas. Tres diseños exclusivos: uno azulgrana, otro con la senyera y otro con dibujos de los jugadores. Se estaba trabajando en más modelos. Producto impulsado por BLM, sociedad creada en 2018 por el club para gestionar y explotar el merchandasing. Primera señal de alarma.

Seguimos. De producción local, confeccionadas en un taller de Mataró. 100% algodón ecológico. Cumplen todas las normativas sanitarias. Son reutilizables de uso diario y protección garantizada hasta por 40 lavados con un uso máximo de 8 horas tras cada uno. Suena hasta bien, te dan ganas incluso de pedir una. Pero avanzaba y ni rastro de ese supuesto carácter benéfico. Empezaba a temer lo peor. Si esta gente va a donar la pasta, lo dirían en el arranque. Probablemente en mayúsculas.

Todavía me encontré un detalle más antes de llegar a la última línea: cada mascarilla costaría 18 euros. Punto final.  Mis dudas quedaban disipadas. Los beneficios serían destinados íntegramente… a la lucha por fichar a Lautaro Martínez. O a tapar agujeros, que la que tienen liada es monumental.

Le faltó tiempo al Barça para acogerse al ERTE. Obviamente tenía la posibilidad legal de hacerlo. Precisamente era esa posibilidad lo que propiciaba, renunciando a ella, una magnífica oportunidad de demostrar señorío, seny o como le queramos llamar. Por ética, un club con un presupuesto de mil millones de euros no debería recurrir al erario público para pagar sus nóminas. Incluso por estética podrían haber anunciado alguna donación antes, algún gesto, lo que fuera. Que la primera medida oficial que hizo pública el club tras desatarse la crisis del coronavirus fuera acogerse al ERTE es bochornoso.

Mis dudas quedaban disipadas. Los beneficios serían destinados íntegramente… a la lucha por fichar a Lautaro Martínez. O a tapar agujeros, que la que tienen liada es monumental.

Lo mismo ocurre con el cierre de varias Academias Barça por el mundo sin devolver el dinero, culpando al coronavirus, adelantado por los padres. Y discretas donaciones de material médico (más el carrito del Camp Nou en una emocionante exhibición de generosidad) no parecen suficientes para una entidad de la dimensión del Barça. Ayudar, no han ayudado mucho en esta pandemia. Poco puede esperarse de esta institución hoy más allá de su condición de ariete político del independentismo. Pero lucrarse con la enfermedad es llevar la insensibilidad a otro nivel.

Desconozco si el Real Madrid lanzará mañana su propia línea de mascarillas con ánimo de lucro. Limpias, blancas y que no empañan a 90 euros cada una, qué menos. Quizá sea así y deba borrar todo rastro de este texto como si fuera una alerta sanitaria previa al 8M. Pero me extrañaría. No es la mascarilla un complemento para ser lucido, sino un forzoso aliado para intentar sobrevivir a la más grave crisis de nuestro tiempo, con unos 40.000 muertos sólo en España a día de hoy. No está en la naturaleza ni en el historial del Real Madrid aprovechar una tragedia para lucrarse. Al contrario, suele arrimar el hombro en estas tristes ocasiones.

Si el Real Madrid decidiera aventurarse a montar su mercadillo de mascarillas, lo haría casi con toda seguridad con fines benéficos, como han hecho por cierto el Bayern de Münich, el Brujas o la NBA.  Pero incluso si el Madrid decidiera seguir los pasos del Barça, lo haría al menos sin que los españoles tengamos que pagar las nóminas a sus empleados. Habiendo realizado una donación a la Comunidad de Madrid que Isabel Ayuso calificó como “importantísima aportación”. Poniendo el Bernabéu a disposición de las autoridades como centro logístico. Incentivando un acuerdo entre sus futbolistas para ejecutar un plan colectivo de ayuda contra la epidemia. O convirtiéndose en el primer club de fútbol que se suma al Pacto Mundial de Naciones Unidas, un ambicioso proyecto de sostenibilidad corporativa que toca las áreas de derechos humanos, normas laborales, protección del medioambiente o lucha contra la corrupción y cuenta con la participación de más de 13.500 entidades en 165 países. Esto lo anunciaba el Real Madrid tres días antes de que puedas comprar tu mascarilla del Barça aflojando 18 lebreles.

Hace poco más de un mes, un estudio clasificaba a las empresas mejor consideradas por los españoles respecto a su ayuda contra el coronavirus. Inditex era la primera y el Real Madrid estaba en segundo lugar. Amancio Ortega y Florentino Pérez, curiosamente dos empresarios cuya sola mención hace ponerse morado a más de uno. Pero cuando vuelva a rodar el balón, y queda muy poco, volverán a contarnos que el Real Madrid es el malo de la película. Un usurpador de bienes públicos. Un ogro que se alimenta de los débiles. Una entidad sin alma.  Franco. El Barcelona, en contraposición, seguirá siendo el Robin Hood del fútbol. La belleza. La resistencia contra el poder opresor. Hay muchos intereses políticos y económicos detrás de este relato que se ha ido construyendo irresponsable y miserablemente en España. La pela es la pela, tú.