Marcelo y saber decir adiós a tiempo

En todos los ámbitos de la vida es elemental decir adiós a tiempo. Marcar los tiempos con sabiduría, echarse a un lado y prevenir el sino resultante del devenir del tiempo. El pasar de los años envejece e incluso desnaturaliza. Es así, una lógica omniabarcante de la que no puede escapar el ser humano, siendo consustancial al núcleo duro de su ser.

Hogaño, el fútbol, como deporte que evoluciona a pasos agigantados, premia más el físico que el talento depurado; el músculo a la magia; el marcaje pegajoso al virtuosismo. Por eso es cada vez más difícil ver a jugadores con duende que pongan al servicio del juego únicamente su talento más innato. Mediapuntas clásicos, extremos cerrados o medio centros pausados serán dentro de muy poco, por suerte o por desgracia, la excepción que no la norma en el césped.

El fútbol, como deporte que evoluciona a pasos agigantados, premia más el físico que el talento depurado; el músculo a la magia. Por eso es cada vez más difícil ver a jugadores con duende que pongan al servicio del juego únicamente su talento más innato

Por ello, se antoja fundamental que los jugadores, de querer triunfar, efectúen una simbiosis entre ambas variables y la apliquen sobre el terreno de juego, pues marcará la diferencia si no en la actualidad, sí en los próximos años. Ineluctablemente. He aquí la justificación de que varios profesionales de la primera plantilla del Real Madrid no lleguen ni tan siquiera a unos mínimos deportivos, —y éticos—, indispensables. Despistes recurrentes en las marcas, falta de equilibrio sin balón, nulo impacto en la fricción con el rival, palmarias deficiencias en el apartado físico… Son áreas muy castigadas por el paso de los años, y de no cuidarlas con diligencia, el rendimiento sobre el terreno de juego se lesiona hasta límites insospechados.

En la temporada anterior asistimos, a veces con estupor, otras con lástima, a la decrepitud sin paliativos de unos de los jugadores más importantes y queridos de la historia moderna del Real Madrid. Sí, de Marcelo Vieira, lateral de escuela que, sin embargo, puede llegar a contaminar su legado si sigue en sus trece de seguir a toda costa en el primer equipo de cara al curso siguiente. Agotar su contrato y recibir su cuantiosa ficha en relación a su pésimo rendimiento en la cancha ya no solo mina su reputación, (muy desgastada tras sus últimas actuaciones en Liga y UCL), sino que también puede llegar a entorpecer la eclosión de canteranos refrescantes como Miguel Gutiérrez, que de haber entrado en acción meses antes, habría contribuido a que el signo de la temporada fuera distinto. Y eso sin hablar del impacto directo que tendría su continuidad de cara a la planificación deportiva, pues se viciaría, haciendo subyugar el mérito y la capacidad a los caprichos arbitrarios de un jugador sin cartel que no da su brazo a torcer. Sus prestaciones desde finales de 2018 son como poco discutibles, y desde septiembre de 2019 hasta la actualidad ha ido hacia la más completa deriva.

No seré yo el que se atreva a cuestionar el madridismo de Marcelo, siempre pasional a la hora de manifestar con lirismo sus sentimientos deportivos, pero está a las antípodas futbolísticas de lo que necesitamos el año que viene

La máxima en el club de Chamartín tras un año en blanco debería estribar, haciendo honor a su historia, en los cambios estructurales. Remodelar la plantilla, vender los activos infructuosos y sentarse a negociar con aquellas leyendas cuyas negativas a abandonar la disciplina suponen potencial y factualmente trabas a los intereses del club. El ábaco inexcusable. Y no seré yo el que se atreva a cuestionar el madridismo de Marcelo, siempre pasional a la hora de manifestar con lirismo sus sentimientos deportivos, pero está a las antípodas futbolísticas de lo que necesitamos el año que viene, y de hecho, no atesora ni un solo aval técnico, táctico y no digamos físico para competir seriamente por un puesto de manera regular y sostenida en el tiempo.

Hasta los más puritanos saben que Mendy es hueso duro, dueño absoluto del lateral izquierdo, prácticamente inamovible de estar a tono. Grandes cualidades defensivas, buena anticipación, velocidad galopante… Es un actor que, con sus claroscuros en ataque, es absolutamente diferencial en campo propio, lo que redunda en una garantía competitiva de primer nivel. Asimismo, Miguel, con mejores características que el francés en pase, conducción, golpeo y colmillo imaginativo en los últimos metros, tiende a complementar las lagunas del galo, en una especia de retroalimentación mutuamente beneficiosa para ambos. Y eso sin hablar del multiusos de David Alaba. Pero entretanto, ¿dónde queda Marcelo en la ecuación?

El carioca se merece una despedida la altura de su indeleble legado. Nos ha hecho levantarnos de nuestros asientos, reír, disfrutar… Pasarán décadas para volver a ver a un lateral con semejante abanico de recursos técnicos y capacidad semejante para romper esquemas. Era único, inefable por talento e irrepetible por historial, pero es hora de mantenerse al margen y facilitar la vida a un club necesitado de caras nuevas. Si no lo hace, absorbiendo así una ficha cercana a los 8 millones de euros anuales, mucho me temo que el madridismo olvidará pronto los buenos momentos y escudriñará sus calamidades con más intransigencia que nunca. El tiempo dirá si obra con rectitud y madridismo o, de lo contrario, exprime con racanería y escasez de miras las últimas gotas de un zumo caduco. Veremos.

Fotografías Imago.