Hemos pasado de ver a Marcelo como unos grandes ojos verdes muy abiertos de niño a verlo como si el movimiento de ese pelo suyo de Krusty fuera el medidor de las tormentas que desata su talento. Ahí está la vida deportiva entera de Marcelo que, en Cardiff, se nos representó como la resolución ya conocida a un difícil teorema. No sé cuándo nos dimos cuenta de que quien resolvía esos problemas matemáticos que ponían en las pizarras de los campos de fútbol del mundo era él. Marcelo era un genio oculto en la banda del Madrid como lo era Will Hunting en la soledad de los pasillos del MIT.
Marcelo era un genio oculto en la banda del Real Madrid
Nunca se ha hablado lo suficiente de Marcelo. Mejor, porque así tendremos qué decir cuando pasen los años y recordemos. Alves podría contar su historia después de Cardiff, como contaba Salieri desde el manicomio la de Mozart en Amadeus, con una venda en el cuello tras el intento de suicidio, sintiendo vívidas las estrofas imposibles que salieron de aquellas botas para dejar a baja altura el notable desempeño del lateral juventino y ex culé. Las comparaciones son terribles entre otras cosas porque hechas prematuramente pueden destruir sin sentido las virtudes de los hombres.
Marcelo no era Roberto Carlos y todos pensamos que debía serlo para quererle. Si Marcelo en verdad no era Roberto Carlos había que despeñarlo igual que a los niños espartanos enfermos o dejarlo marcharse lentamente hacia el olvido. Todas esas cosas de "el nuevo..." resultan irritantes. El nuevo Xabi Alonso quedó en un casi inédito Illarra. El nuevo Modric dicen de Kovacic. No. Nadie es el nuevo nadie y Marcelo es la muestra. ¿Cuántos "nuevos fulanos" se habrán quedado por el camino cuando podrían haber sido efectivamente "ellos"? Roberto Carlos fue el más grande, pero Marcelo ha sublimado esa consideración.
Todos somos únicos. Marcelo se ha reído fantasiosa, elegante y escocesamente del tendido siete (Marcelo se levanta las faldas en el campo mientras se da golpes en el escudo) cada tarde y desde los medios que son ese carril que extiende hasta donde le sale de los rizos. Marcelo produce un silencio respetuoso en los rivales porque enmudecen de admiración; Marcelo ha destrozado a esa comidilla madridista incesante, a ese ufano y varonil cuchicheo de viejas del socio resabiado que dice miau porque no paró, por ejemplo, aquella carrera inútil de Sergi Roberto.
Marcelo buscó y encontró su estilo como el artista (Marcelo es la mismísima reencarnación de Basquiat) trascendiendo del lateral. Porque Marcelo es un lateral cítrico. No es cerveza sino Spritz. Es un aperitivo en una plazoleta veneciana que deslumbra a la caña del bar de la esquina donde pontifican los que saben de esto, que sin embargo no previeron, en realidad nadie pudo hacerlo, como iba a cuajar su carrera deportiva: igual que si persiguiese a Anita Ekberg por las calles de Roma (Marcelo juega en esmoquin y entre claroscuros sobre el empedrado) para acabar cada temporada bañándose en la fuente mientras ella le grita, todos le gritamos: Marcelo, come here!
Pues hay que reconocer que sí, que es así. Lo que pasa es que RC fue tan grande que todos querríamos retenerle para siempre. Hace poco vi un reportaje de la 7ª y RC participaba de alguna manera en la práctica totalidad de los goles que nos llevaron a la final además de, naturalmente, en el de Mijatovic.
Pero en cambio, cuando falte Marcelo lo que querremos es un lateral como él, ya no como RC. Pero estos laterales son artesanales; no hay molde. Son únicos y nadie les puede igualar.
La banda izquierda fue de D. Francisco, del gran Gordillo, de Roberto Carlos.., entre otros. Hoy de Marcelo, GRANDES Y ÚNICOS!!!