-Satanás. Belcebú. Luzbel. Mefistófeles.
-¿Maradona no juega?
Muchos años después de que Les Luthiers alumbraran aquella genialidad en su mítico sketch de Warren Sánchez, ha llegado el día de responder al inimitable Daniel Rabinovich, madridista de pro por más señas, a quien Dios y D. Alfredo Di Stéfano tengan en la gloria reservada a los más grandes.
-No, admirado Daniel. Maradona no juega.
La aclaración resulta absolutamente pertinente si atendemos al ruido mediático que ha causado la presencia del mito argentino (Maradona, no Rabinovich, también argentino y ojalá) en Madrid. Llega Diego Armando en misión de apoyo moral al Nápoles en el partido de ida de Octavos de Champions que mañana disputa contra nosotros, y al verlo en las fotos vuelve uno a constatar su asombroso parecido con el sosias que le buscó Sorretino para compartir spa con Michael Caine y Harvey Keitel en la maravillosa Youth. Ni aquel trasunto maradoniano del director italiano ni su modelo en carne y hueso (sobre todo en carne) parecen en condiciones de vestirse hoy de corto, por lo que su apoyo se circunscribe a eso, a lo moral. Caso de andar yo errado y estar dispuesto el astro a saltar al césped siempre nos quedará Chendo, que si ya se lo comió con patatas en aquel Maradona vs. Quinta a puerta cerrada en los 80 cuánto más no lo anulará ahora. La discreta curvita de la felicidad del hoy delegado de campo madridista, otrora infranqueable lateral derecho, no resiste la comparación con el despliegue michelinesco (qué bien jugó Míchel en aquella eliminatoria) del siempre controvertido Diego Armando.
-Calienta, Chendi, que sacan al gordo.
Soy muy consiente no solo de que el apodo Chendi es un punto hortera (a mí que me registren, lo usó Zizú en rueda de prensa) sino también de que en estos tiempos que corren excede a la corrección política el referirse al peso de los varones. Atrás quedan los tiempos en que dos amigos del colegio se encontraban por la calle, después de lustros sin verse, y mantenían el siguiente diálogo sin temor alguno a ser anatemizados.
-Coño, Ricardo. Joder, qué calvo estás.
-Y tú qué gordo, cabrón.
Ahora ya no se puede hacer eso y si no que le pregunten a Michael Owen, que tuvo la ocurrencia de ponerse chusco en Twitter a cuenta de los problemas con la balanza de Ronaldo Nazario, casi como esos amigos del cole pero 2.0, tras su reencuentro en el homenaje a CR. Le dijeron de todo al británico por no haberse enterado de los nuevos parámetros, que yo no sé si son mejores o peores que los antiguos pero que desde luego son agotadores. Si ya no le puedes decir a un viejo amigo que se ha puesto hecho un trullo, no sé qué otros placeres nos quedan para el futuro.
Bien pensado, y aparte de otros placeres que en distintas variantes todos tendréis en mente, lo que siempre nos quedará es el Madrid y la Champions, dos placeres en uno, dos caras de la misma moneda. La discontinuidad inherente a ese placer lo hace aún más solemne y disfrutable, y mañana tendremos buena prueba. No sé vosotros, pero yo no puedo esperar a que empiece el choque.
No puedo esperar porque sé que el Madrid, tras encadenar su primera derrota liguera con una incómoda eliminación en Copa, transita ahora entre extravagantes cancelaciones de partidos y meritorias faenas de aliño, pero todos sabemos que los de Zidane ofrecen lo mejor de sí mismos en las grandes ocasiones. Ya sabemos que Bale, pese a entrenar al mismo ritmo que sus compañeros, no será de la partida, y aunque ya lo intuíamos (ni en el amor ni en el juego comete jamás Zidane la ordinariez de precipitarse) no dejamos de lamentarlo. Sí estarán casi todos los demás, de los que Zidane (que a veces se equivoca pero también esquiva la grosería de hacerlo con frecuencia) filtrará los once más acertados para derrotar a los italianos. El once será parecido al de gala, con una única duda en un puesto que puede bailar entre varios jugadores distintos (Isco, Lucas, Kovavic, aunque apostamos por el malagueño). Esto ya va en serio. Es nuestra competición y estamos en esa fase de la misma donde los errores se pagan carísimo.
Nada, empero, hay que temer. Tenemos el mejor equipo del mundo y el propio Modric ha suspirado con alivio, en rueda de prensa, antes de congratularse citando el título de este artículo:
-Gracias a Dios, Maradona no juega.
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