La búsqueda de madridistas que dejaron huella en el pasado conduce inevitablemente a explorar el mundo clásico, ¿acaso hay algo más clásico que el Real Madrid? Descubrí, sin sorpresa, que entre los antiguos griegos y romanos hay numerosos ejemplos para ilustrar la tesis de un Madrid intemporal, eterno. De entre todos ellos, he seleccionado a Julio César como paradigma.
Apostaría que la sola mención del nombre le basta al lector avisado para comprender que pocos ha habido dignos de llevar la medalla de oro del Real Madrid con mejores títulos que el personaje del día. Julio César fue sin duda el número uno en lo suyo, con mucha ventaja sobre el siguiente (como lo fue muchos años más tarde, y cambiando de tercio, Rafael Guerra, el torero que presumía de que “después de mí, nadie”); en el escalafón de la gloria imperial, después de Julio César hay un peldaño vacío, como lo hay después del Real Madrid en el de la gloria deportiva. El segundo puesto es patrimonio de los perdedores: aut Caesar aut nihil.
César era un muchacho de buena familia, y pronto empezó una prometedora carrera en la administración romana, como el alumno aplicado que prepara las oposiciones a notarías y trabaja como pasante en la de su padre o su suegro; pero su ambición reclamaba mucho más, y le empujó a aventuras más arriesgadas: tras abrir un bufete con los letrados Craso y Pompeyo, se lió la manta a la cabeza y fue a buscar fama y riquezas allende los Alpes. La empresa le salió bien: la guerra de las Galias no sólo fue un éxito militar, sino también editorial, y Julio volvió a Roma rico y honrado. Cómo no ver ahí la figura del Real Madrid, dejando la comodidad doméstica de su prestigio en España para salir a conquistar la Copa de Europa en el Parque de los Príncipes, de donde regresaría aureolado de fama universal.
El demonio, que todo lo enreda, reservaba para César una desagradable sorpresa: sus aliados le traicionaron, y él se vio forzado a hacerles la guerra. Para ello, tuvo que cruzar un riachuelo cuyo vado estaba prohibido a las legiones: el célebre Rubicón. Dando ejemplo de madridismo, se lanzó al ataque sin reservas, tras decir una de sus históricas frases: “de perdidos, al río”, que en latín se escribe “Alea iacta est”. Naturalmente, derrotó a sus rivales (de no haber sido así, no habría aparecido en la galería de madridistas ilustres) y su puesto como líder romano no admitió discusión. Aprovechando la ocasión, se fue de crucero por Egipto, donde se ligó a Cleopatra (¡qué nariz, pardiez!), como el Real Madrid gana mundiales de clubes, supercopas o torneos internacionales.
Del legado histórico de Julio César, cabe destacar algunas frases memorables. Junto a la que pronunció al cruzar el Rubicón, acaso la más conocida es también la más madridista: “Veni, vidi, vici”, que significa “llegué a la final de la copa de Europa, la jugué y la gané”, divisa que puede ostentar nuestro equipo en su escudo, junto a unos balones de fútbol y de baloncesto.
También se cita a menudo la última frase de César, “Tu quoque, Brute, fili mi”, que podríamos traducir por “¡estos hijos!”, aludiendo a las puñaladas (disgustos, metafóricamente) que nos dan con frecuencia, y que en la historia del Real Madrid se observan en la conducta ingrata y traidora de algunos deportistas a los que el club les dio una fama y unos triunfos que han pagado mal. No tengo en mente a Del Bosque, Casillas ni Valdano. Lo digo por los malpensados, que no faltarán.
Al igual que el Real Madrid, Julio César tiene mala prensa. Por más que él mismo escribiera “De bello gallico” para dar a conocer los hechos tal como fueron, la gente no suele leer las versiones de los protagonistas, y acude a obras de divulgación más accesibles aunque de dudosa verosimilitud. Así, son millones los lectores que saben de César a través de los panfletos que escribió un tal Goscinny (el Relaño de la época) con ayuda del pintamonas de Uderzo; en esas publicaciones, los romanos son los malos (¿se lo pueden creer?, como el Real Madrid en la prensa deportiva española), mientras que el equipo simpático, el que merece todo nuestro apoyo, es el de una aldea situada en una esquinita del mapa, cuyos deportistas toman un brebaje de fórmula secreta que hace que no se lesionen nunca. Con permiso de Les Luthiers: ¡caramba, qué coinsidensia!
Así es nuestra sociedad, leemos a los cronistas alejados del lugar de los hechos en vez de a los protagonistas, damos más crédito a lo que nos cuentan unos charlatanes que a lo que dicen los actores de la obra. Será que nos ha tocado vivir tiempos difíciles. A mí, lo que me provoca la lectura de esos cómics es sencillamente risa, mucha risa. ¿Cómo es posible que haya tantos que se dejen engañar por la propaganda y crean que los malos son Julio César y el Real Madrid? La única explicación plausible está escrita en el estandarte que portaban las legiones de Julio César, SPQR: sono pazzi questi romani.
Madridistas egregios:
Capítulo 1: Carlos I de España
Capítulo 7: Agustina de Aragón
Nunca le he encontrado el atractivo a esta sección, pero lo de la aldea de la esquinita y la poción mágica es impagable. Gracias.
Bien Federico...grandes Julio César y el Real Madrid grandes y los envidiosos se vayan a la venta....13,13,13, etc...y nada más
Buenos días.
Disculpen la rectificación pero la imagen de arriba no corresponde con Julio César, sino la de su sobrino Octavio, el primer emperado, Augusto.
Para todo lo demás estoy de acuerdo.
Un saludo.
¡ Qué bueno !. La traducción de "alea iacta est" como "de perdidos al río" me ha parecido genial.
Genial artículo. Un sorbo de historia clásica.
Brillante, como siempre. Y lo Goscinny y Uderzo, el imperio, la esquinita y los brevajes, para la antología de genialidades
"el equipo simpático, el que merece todo nuestro apoyo, es el de una aldea situada en una esquinita del mapa, cuyos deportistas toman un brebaje de fórmula secreta que hace que no se lesionen nunca. Con permiso de Les Luthiers: ¡caramba, qué coinsidensia!"
¡Absolutamente Genial!
Felicidades otra vez por la sección. La de hoy ha sido genial. La comparación con el Farsa y su entorno es de matrícula de honor.