"No sé dónde estoy". Eso murmuraba mi padre en cada rincón de la ciudad donde hacía setenta años había conocido a mi madre. Parábamos en un semáforo, miraba a derecha e izquierda y lo repetía apesadumbrado. Él había envejecido, la ciudad había crecido, eliminando cualquier resto de veredas, caminos de gravilla y trenes de vapor, y mi madre, que había ganado la Décima en un acto póstumo de amor, ya no estaba a su lado para guiarlo.
Yo notaba, porque repentinamente se quedaba en silencio y ladeaba su cabeza hasta casi tocar con su frente el cristal de la ventanilla del coche, que mi padre miraba las avenidas y los altos edificios desde sus recuerdos, los embellecía sustituyéndolos por la pequeña casa con tejado de pizarra de la que salía mi madre, radiante, con su falda plisada, su blusa y sus zapatos de tacón bajo.
—Mira —decía de golpe, emocionado, cuando reconocía algún paraje o cuando sus remembranzas se abrían paso entre la melancolía—, aquí estuve con mamá, de novios.
Habíamos salido de viaje hacía más de una semana. Lo había ido a visitar y noté que estaba pesaroso, con esa dura nostalgia que a veces le atrapaba como las telas de araña a las moscas. Lo llevaba de aquí para allá, sin darle tiempo a pensar, visitábamos miradores de pueblos encaramados en la montaña, abadías derruidas en las que sus viejos arcos, suspendidos en el aire, desafiaban la física y valles repletos de vides rojizas que se extendían, en un infinito manto, hasta donde nuestra vista alcanzaba. Él daba la espalda a las laderas multicolores y se fijaba, con la urgencia de quien ha vivido una posguerra, más en los racimos de uvas no vendimiados que en el imponente paisaje que se extendía a nuestros pies.
Llevábamos varios días juntos y llegó el partido del Madrid contra el equipo ucraniano. Esa misma mañana me habló de un jugada trenzada entre Gento, Di Stéfano y Puskas. Su generación, curtida y sacrificada, sin televisión ni lujos, fue capaz de ver, con más nitidez que ninguna otra, al mejor equipo de la historia solo escuchándolo en la radio. Yo mismo he disfrutado, gracias a mi padre, de Di Stéfano corriendo al lado de Modrić, de Puskas marcando un gol por la escuadra a pase de Cristiano o de Gento pisando la cal junto a Marcelo. Nadie ha conseguido un milagro parecido.
El partido lo vimos en el apartamento que habíamos alquilado, sin la protección de una pequeña foto del Real Madrid de 1966 que mi padre tiene alineada en el salón de su casa, como un miembro más de nuestra familia, entre mi madre, yo y sus recuerdos. Pasamos el partido nerviosos, moviéndonos inquietos en el sofá por el corto resultado. Al terminar, mi padre se levantó, se acercó a la ventana y corrió las cortinas. Estábamos en un edificio nuevo, en un octavo piso desde el que se divisaba toda la ciudad. Me acerqué a su lado, en el horizonte se vislumbraban las montañas ya jalonadas con las primeras nevadas del año.
—¿Sabes qué no se hace viejo? —me preguntó sin quitar la vista del cristal.
—No —contesté.
—El Real Madrid, hijo, el Real Madrid es lo único que nunca envejece.
No supe qué decir. Seguí mirando la ciudad y la gente que paseaba a nuestros pies. Permanecimos los dos un par de minutos callados, en la ventana.
—Me voy a dormir —dijo dándome un beso en la mejilla.
—¿Ya? Pero si son las nueve. ¿No quieres cenar?
—No, no tengo hambre.
—Vale —contesté con un nudo en la garganta. Hasta mañana.
—Hasta mañana.
—Que duermas bien.
—Igual.
Fotografías: Imago
simplemente maravilloso Fred y muy cierto quelo unico que no envejece es el...REAL MADRID¡¡¡¡¡¡ GENTO Y MARCELO....PUSKAS RONALDO,,,Y LO MAS D MAS MODRIC Y DISTEFANO..... sin palabras señoria...¡¡¡¡Halaa Madrid¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ eterno¡¡¡¡¡
Bravo!!
Me ha hecho llorar pensando en mi pobre viejo ya fallecido hace casi 3 años. Tenía 82 años, me dio estudios, educación y me hizo del Real Madrid.
Él me hablaba siempre de "su" Madrid, del de Don Alfredo, Don Pancho Puskas y Don Paco Gento y llegamos a ver todas las Finales de Copa de Europa en vídeo.
Gracias, Viejo, por hacerme del Real Madrid.
Eso que has escrito, no es sólo madridismo, es poesía.
Por otro lado, es el mejor medio para definir el madridismo.
Hermoso
Que bella historia y q linda relación de un padre y un hijo, cosa q hoy no se ve, y muy cierto nuestro Real Madrid sigue siendo joven muy joven.
Ya lo he escrito alguna vez, pero algún día tenéis (los jerarcas de La Galerna) que plantearos poner éstas maravillas en papel.
Kickstarter y gaitas semejantes son formas de financiación del proyecto a tener en cuenta.
Pero qué manera de ponerme los ojos vidriosos. Es usted un verdadero talento, señor Monstruo. Estoy aplaudiendo fuertemente.
¡ Sencillamente hermoso ! Y no envejece, porque GENTO, PUSKAS Y DISTÉFANO continúan vivos a través de MARCELO, RONALDO, LUKA MODRIC, BENZEMÁ, KROSS y otros corazones jóvenes que harán que nuestro REAL MADRID continúe para la eternidad. Aunque; la verdad, no envejece, porque los corazones de los madridistas del planeta, como el de tu Padre, que cansado se va a la cama sin comer porque no tiene hambre, se llevan a EL MEJOR EQUIPO DE LA HISTORIA en el alma a seguir creciendo en las mentes pero principalmente en sus sentimientos, de manera tal que mañana amanecerán siendo más madridistas que el día anterior. ¡ HALA MADRID !
Precioso, me ha encantado, me ha emocionado, me he sentido identificada. Genial.
Enhorabuena, Fred, has conseguido que una anécdota, aparentemente intrascendente, se levante hasta convertirse en verdad poética, en un hermoso ramillete aromatizado de ternura.
Esto no es fútbol, es Literatura, simplemente Literatura. Ni más ni menos. ¡Genial!
Increíble y preciosas palabras,se me a puesto la piel de gallina,bravo y viva el Real Madrid,AMOR ETERNO,SIEMPRE FIELES
Muy bueno
Es una pasada de escrito. Agradable de leer, pero al mismo tiempo sobrecogedor. Evoca a seres queridos siempre amados, como el Real Madrid.
Gracias, he vuelto a estar un ratillo con mi padre, viendo esos lugares que le recordaban a mi madre y otro que yo le descubrí. Largas charlas sobre la vida, sobre fútbol, sobre su Madrid, nuestro Madrid.