Tocaba ponerse el traje de gala, el de Champions League. Como el equipo cuando llega Europa, hay que cambiar la mentalidad y pensar en grande. De nada sirve lamentarse en marzo de lo ocurrido en otras competiciones. Ya llegará junio. Se sorteaban los cuartos de final de la máxima competición europea y al Real Madrid le tocó uno de los dos rivales más asequibles que había en el bombo, el Wolfsburgo. Y aquí déjenme decir que me fío de quien minutos antes, ante todos, reconoció el deseo de ver repetir título al FC Barcelona, cuyo entorno es el más afectado tras el sorteo.
Tras una temporada pasada absolutamente brillante, coronada levantando la DFB Pokal, el Wolfsburgo vive, a día de hoy, una historia muy diferente, aunque parecida a la de este Real Madrid 2015/2016. Durante esta temporada hemos visto dos caras del equipo alemán. Su octavo puesto en Bundesliga habla por sí mismo. Su trayectoria en la competición nacional consta de 10 victorias, 7 empates y 9 derrotas en 26 partidos. Cifras muy pobres respecto a su segundo puesto de la temporada pasada, con tan solo 5 derrotas en las 34 jornadas que conforman la Bundesliga. Eso sí, en Europa hemos visto la cara positiva del equipo alemán: 6 victorias y tan solo 2 derrotas en los 8 partidos disputados hasta el momento. Aunque la realidad del equipo es que aún no ha conseguido olvidar a Kevin De Bruyne.
Adentrándonos en el fútbol de ‘Los Lobos’, y yendo de un plano más general a detalles más específicos, debemos comenzar el análisis diciendo que el Wolfsburgo no es un equipo preparado para replegar y esperar la victoria desde un bloque bajo. Su sistema defensivo no es lo suficientemente serio como para aguantar una gran cantidad de minutos sin resquebrajarse. Ni en estático ni en transición debería tener problemas el Real Madrid para superar la última línea defensiva. Dieter Hecking ha dotado de competitividad a su equipo a través del contragolpe y la verticalidad, siendo el centro del campo su punto fuerte defensivo y la zona de la mediapunta su baza ofensiva. Eso sí, dicha verticalidad expone ante el rival las debilidades de su conjunto.
Vayamos a la línea defensiva. Los centrales, sin duda, es la faceta más débil del equipo de Hecking. Dante, ex del Bayern, alterna buenas actuaciones con partidos con más fallos que aciertos. Digamos que es capaz de casi lo mejor y, en muchas ocasiones, de lo peor. Knoche, aún sin la suficiente jerarquía, destaca más por su salida de balón que por su contundencia a la hora de defender. Podemos calificarlo como “blandito” a la hora del marcaje. Su referencia, sobre todo por su juego a balón parado, es el brasileño Naldo, quien, siendo el mejor de los tres, tampoco podemos considerarle como un hombre con el suficiente peso como para incomodar a los atacantes blancos. Si hablamos de los laterales del Wolfsburgo, a todos nos viene a la cabeza el nombre de Ricardo Rodríguez, relacionado innumerables veces con el Real Madrid. Generando mucho peligro desde ambas bandas, tanto colgando balones como a balón parado, el internacional suizo es el lateral más a tener en cuenta. Su profundidad y su zurda son algunas de las armas ofensivas de los alemanes.
En el centro del campo se encuentra el mayor talento defensivo, Luiz Gustavo. Su importancia es clave en la ocupación de espacios a la espalda de los mediapuntas del conjunto alemán. Sin duda, la consistencia del Wolfsburgo dependerá, en gran medida, de la actuación del centrocampista brasileño. Para acompañar a Luiz Gustavo, Diete Hecking cuenta con dos opciones: Max Arnold o Guilavogui. Este último, francés, intensifica el trabajo en el centro del campo. Digamos que es un centrocampista con más despliegue y que dota de intensidad a la presión de la salida del rival. Arnold es otra cosa. El alemán es uno más de la interminable lista de mediapuntas reconvertidos a interiores de posesión. Su presencia en el campo activa el deseo del Wolfsburgo de tener más el balón.
La zona de ¾ es el fuerte ofensivo de este equipo. Un nombre propio: Julian Draxler. Fue fichado del Schalke 04 con el objetivo de sustituir a Kevin de Bruyne y, aunque sin éxito, la presencia del Wolfsburgo en esta ronda de Champions League es, entre otras cosas, gracias al joven mediapunta alemán. Su eliminatoria ante el Gent es una de las exhibiciones individuales más brutales de lo que llevamos de competición. Julian es la estrella. Eso sí, su fútbol es tan espectacular como intermitente. Necesita encontrar esa regularidad que le haga confirmarse como uno de los hombres más importantes del panorama europeo. A Draxler le acompañan Max Kruse y Andre Schürrle. Kruse es ese segundo punta muy de moda en la actualidad que va de un sitio a otro en busca del balón y asienta a su equipo en campo contrario. No es tan brillante como Julian, pero sí tiene ese grado de constancia que dota de argumentos a un equipo. A Schürrle se le conoce más por su tiempo en el Chelsea. Jugador que inicia desde la izquierda y finaliza por dentro. Cuando rinde es un futbolista muy incisivo de cara a la portería rival. Pero debemos reiterar ese “cuando rinde”, ya que, como Draxler, la constancia no es su fuerte. De Schürrle se espera más de lo que se ve.
En definitiva, con los puntos fuertes analizados y lesionado el habitual delantero titular, Bas Dost, no parece que el Wolfsburgo sea un equipo capaz de poner en problemas la presencia del equipo de Zinedine Zidane en semifinales. Un desastre blanco y actuaciones estelares de Luiz Gustavo y Julian Draxler deberían darse para ver semejante situación. Pero esto es la Champions League y si los alemanes han llegado hasta aquí ha sido por algo. Como dijimos comenzando el artículo, toca ponerse el traje de gala y competir.
Un ciudadano periodista, creo recordar que fue Raul Varela de Radio Marca , dijo que una de las causas por lo que fue eliminado el Bayern hace dos años fue por la ausencia de Luiz Gustavo en el equipo bavaro.
Estoy por enviarle un tuit, aunque no sirva de nada, simplemente para que sepan las soplapolleces que cuentan.
Hala Madrid y nada más.