El Metropolitano fue el primer gran recinto deportivo de la ciudad y sede de los primeros partidos destacados de la selección española de fútbol. También acogió al Madrid durante una temporada, la 1946-1947, mientras se terminaban las obras del Nuevo Estadio de Chamartín.
Contra lo que puede parecer, el Estadio Metropolitano de Madrid está muy vinculado a la identidad madridista, más allá de esa temporada de alquiler a finales de los años 40. Y lo está por dos episodios hoy algo olvidados que, sin embargo, reflejan la naturaleza audaz, emprendedora y, sobre todo, independiente y libre, de la que siempre presumió el Real Madrid. Estos episodios tuvieron lugar en dos momentos fundamentales de la historia del fútbol español: durante el salto a la profesionalización y la conversión del fútbol en un espectáculo de masas e inmediatamente después de la Guerra Civil.
el estadio metropolitano de madrid está muy vinculado a la identidad madridista
1923 fue el año de la primera gran mudanza que hubo de afrontar el club. Crecía a ojos vista la demanda por parte del público, por fin interesado de verdad en aquel espectáculo deportivo llamado todavía foot-ball. El campo de O´Donell se había quedado pequeño, con sus 3.500 localidades. Ocurría otra cosa, además: el dueño había vendido los terrenos y el Madrid se tenía que ir. En Barcelona se había inaugurado un año antes el Campo de Les Corts, con capacidad para 30.000 espectadores, y en Madrid se estaba terminando el Metropolitano. Con su aforo capacitado para acoger hasta 23.000 espectadores, estaba pensado como parte de la amortización de la primera línea de metro de Madrid y su objeto último era rentabilizar la evidente atención que la industria del deporte comenzaba a despertar en el público de la gran ciudad. Es decir, en 1923, el Madrid se enfrentaba a una coyuntura complicada: sus rivales crecían y se preparaban para dar el salto a la inminente profesionalización al tiempo que el club se veía obligado a buscar un nuevo hogar que reuniera una serie de características apropiadas para la nueva dimensión que estaba adquiriendo el fútbol.
El Stadium Metropolitano se construyó con la financiación de la Compañía del Metropolitano Alfonso XIII, del Banco de Vizcaya y de la Compañía Urbanizadora Metropolitana. Contaba con el apoyo de los círculos próximos al rey y en general estaba bendecido por el dinero de la capital. Como dice el historiador Ángel Bahamonde, era la primera vez que “el mundo financiero madrileño se aproximaba al fútbol como objeto de inversión”. La idea de la Sociedad Stadium Metropolitano, su administradora, era que el campo fuese la casa de los principales equipos de Madrid. En efecto, el Athletic (luego Atlético), el Racing de Madrid, la Real Sociedad Gimnástica de Madrid y el Unión Sporting llegaron a un acuerdo con la Sociedad Stadium para que el Metropolitano fuese su estadio. No el Madrid, quien en un primer momento planteó, a través de su presidente Pedro Parages, ser el único titular del campo. La Sociedad contraofertó exigiendo una fianza de cien mil pesetas, demasiado para un club con pocos recursos y el Madrid se levantó de la mesa. “El Real Madrid”, dice Bahamonde en su ensayo El Madrid en la Historia de España, “intuyó que lo que la Sociedad perseguía a corto plazo era la fusión de los cinco equipos en un solo club, con la suma de sus respectivas aficiones. La resultante sería la constitución de un poderoso equipo controlado por la Sociedad, perfectamente asentado en la ciudad y con potencial suficiente para situarse en la cúspide del fútbol español, consolidando una hegemonía”.
Pedro Parages salvaguardó la independencia del Madrid (cuya identidad ya estaba bastante asentada en la ciudad, distinguiéndose por ser un equipo de universitarios, urbano, interclasista, emprendedor, cofundador a esas alturas de la FIFA, impulsor de la Copa de España y de la Federación) a costa de un distanciamiento evidente no sólo de los círculos financieros de Madrid (en un momento en el que había de afrontar la búsqueda y probable construcción de un nuevo estadio propio) sino de la corona: Alfonso XIII, que había concedido gustosamente al club hacía pocos años el título de Real y que había intercedido en algunos graves conflictos internos del fútbol español en la génesis de la Federación, no acudió, por ejemplo, a la inauguración en 1924 del Estadio de Chamartín. Mandó en su lugar a su hijo, don Juan, quien siempre mantuvo una cariñosa relación con el Madrid; relación que Bernabéu se ocupó seriamente de cultivar a lo largo de los años, para irritación muchas veces de Franco durante la dictadura.
Escribió Alfredo Relaño en El País que, a excepción del Atlético, el resto de clubes del Metropolitano “fueron devorados por el profesionalismo”. Y es verdad, lo que demostró la acertada estrategia del Madrid en 1923: echarse al monte confiando en la capacidad del club de movilizar a su masa social en base a las expectativas de crecimiento que el fútbol auguraba a esas alturas de su corta vida en España. Funcionó.
“Los clubes que aceptaron las condiciones de la Sociedad Stadium en realidad estaban hipotecando su futuro; perdieron la posibilidad de tener un patrimonio propio, condición sine qua non para hacer frente al proceso de profesionalización, desde 1926. El Racing, la Gimnástica y el Unión Sporting terminaron por desaparecer. En 1930 la Federación Española prohibió la utilización del Stadium, por aquel entonces especializado en las carreras de galgos, para la práctica del fútbol. El Athletic se convirtió en una especie de judío errante del fútbol madrileño de los años treinta, sumido en una crisis galopante que, a la altura de 1936, amenazaba con hacerle desaparecer”. El Madrid compró unos terrenos fuera del término municipal, en Chamartín de las Rosas, a un kilómetro de donde en 1902 el mismo club había organizado el embrión de la Copa de España en homenaje al 18º cumpleaños de Alfonso XIII.
La hipoteca, de 500.000 pesetas, contraída con los bancos Urquijo e Hipotecario (gracias a la mediación de Luis de Urquijo, marqués de Bolarque, vinculado al club desde su fundación), fue sufragada gracias a la expansión que viviría el club en los diez años siguientes: la profesionalización, culminada con la creación del Campeonato Nacional de Liga en 1929, permitió al Madrid aumentar progresivamente la recaudación en concepto de socios y público (el aforo original de Chamartín, 16.000 espectadores, se amplió hasta los 22.000 en los años 30) gracias a la multiplicación de los partidos oficiales de la temporada regular y a la audaz política de fichajes que emprendió el Madrid durante la II República, precursora del galacticismo florentinista de principios del siglo XX. En ese sentido la inaudita inversión por Ricardo Zamora, estandarte del fútbol español tras los Juegos Olímpicos de Amberes y primera gran figura del fútbol profesional con calado sociocultural en la opinión pública, disparó el crecimiento del Madrid. “Basta comparar la media de espectadores de pago de la última temporada en O´Donell, 2.186, con los 9.029 de la temporada 1925-1926; es decir, un crecimiento del 421 por ciento, con una elevación similar para las recaudaciones. Chamartín fue el exponente de la socialización originaria del fútbol en Madrid”, escribe el profesor Bahamonde.
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Muy interesante, pero me ha dado la sensación de coitus interruptus... ¿va a haber una segunda parte? Me gustaría que continuara la historia.
Gracias por el artículo señor Valderrama.
Gracias por este interesante e instructivo artículo. Es siempre un placer leer artículos relacionados con la historia de nuestro club.
Saludos
En la obra del Centenario del Real Madrid, Relaño (hubo una época en que Relaño se parecía a un periodista, y no a un comecroquetas), afirmaba que lo del antimadridismo de los atléticos se vio espoleado por esa integración que se menciona en este artículo: Las aficiones de los clubes que desaparecieron le echaron la culpa al RM de sus desgracias (nada nuevo, por cierto) Yo creo que más bien la culpa fue de sus directivas por lo que menciona el autor: Hipotecarse sin medir las consecuencias. De todos modos, no fueron los únicos clubes que no pudieron gestionar la transición al profesionalismo. Ahora me viene a la mente el Real Unión de Irún y el Arenas de Guecho.
El acierto del RM no solamente está en no haberse plegado a la Sociedad Metropolitano, sino también el haber escogido tan bien la ubicación de su estadio propio. Y ahí seguimos hoy día.
Saludos
Hombre, tampoco es lo mismo hacer la transición con una población de 100000 o incluso 1000000 de habitantes (que era casi la cifra que tenía Madrid), que Guecho o Irún, que tenían menos de 20000 a primeros de los años 30, o finales de los 20. Es lógico pensar que en ese momento, el futbol no era lo que es hoy. Si al Madrid le iban a ver 9000 personas, en Madrid que tenía casi 1 millón de habitantes, ¿cuantos podían ir a ver a esos dos ilustres equipos en aquel momento? Ni juntando la población masculina llegaban casi a los 9000 del Madrid.