Os presentamos uno de los cuentos finalistas de nuestro IV Certamen de Cuentos Madridistas de Navidad. El ganador se dará a conocer mañana, día 24 de diciembre, a primera hora de la mañana.
La Viena de fin de siglo en este año de 1899 es una ciudad herida y frenética. La hermosa capital del Imperio es Roma reinventada bajo un manto blanco. Barroca y señorial, un hormiguero humano late bajo la nieve y el frío. Cuna del arte y la modernidad, la ciudad no conoce aún la decadencia.
Es navidad para todos menos para ellas: en un punto de la Ringstrasse, dos prostitutas ateridas esperan junto a una acera helada a que algún soldado las rescate. El vaho trepa los escaparates de las tiendas de Spittelberg como una enredadera. Una madre evita que su hijo pise un charco ignorando que, pocos años después,ese mismo niño, apenas adolescente, morirá sobre el barro de Verdún. Las familias, bajo fumarolas que se elevan, hacen cola en la Rathausplatz frente a los puestos de salchichas y vino caliente.
Pero algo inaudito late en el corazón de la ciudad. Unas puertas de madera maciza y pasador dorado aíslan al mundo del Café Demel en el Kohlmarkt, un albergue de dulces y cacao humeante, refugio de burgueses, intelectuales y curiosos, donde se entrecruzan todos los idiomas de un reino fugaz y mágico. Un aire denso pero pacífico lo envuelve todo ahí adentro, como un vórtice que augura que esa noche, precisamente en ese lugar, se redibujará el mundo.
Todo comienza como un destello. En su pasillo central, un joven Stefan Zweig remueve con una cucharilla plateada la nueva sensación de la Corte, la tarta Sachertorte, al tiempo que, tras un impulso casi eléctrico, comienza a tomar notas de lo que será su primera novela, Sueños Olvidados.
A través de la ventana del salón principal la nevada arrecia cuando un conocido psiquiatra local, Sigmund Freud, porfía con su colega Carl Gustav Jung, sin saber aún que, en ese preciso instante, acaban de inventar el psicoanálisis.
Aparentemente ajeno a todo, entre vasos vacíos, a varias mesas de distancia pero al mismo tiempo, un desaliñado Gustav Klimt comienza a esbozar en un papel lo que, unos años después, colgará en una pared de la casa de los Bloch-Bauer como el Retrato de Adele.
Súbitamente, las miradas, como imantadas, se giran al reservado del fondo del local, donde dos comerciantes españoles de barba tosca trabajan entre muestras de tela y guarnicionería. Por un instante, el ruido del café se hace silencio cuando Carlos Padrós, a pesar de su cojera indisimulada, se yergue arrastrando abruptamente su silla como una detonación. Una visión le paraliza y fascina. En ella, su amigo Julián Palacios firma lo que parece un documento timbrado, imagen sucedida por otras desconcertantes, tal vez por desconocidas, que pasan febriles ante él. Un hombre de pelo claro y zamarra con el número nueve a su espalda, controla un esférico de cuero sobre un pasto verde. Sin solución de continuidad, otro hombre grueso de traje gris y sombrero, cigarro habano en mano, mira en silencio desde un vomitorio lo que parece un coliseo vacío. La imagen final le intriga y excita a partes iguales: una muchedumbre abarrota un recinto de aspecto metálico, portando banderas blancas con escudos circulares, rematados por una imponente Corona Real. Frente a ellos, una hilera infinita de trofeos plateados se muestra en perfecta formación.
Todo acaba en segundos. Aún su frente fría, el bullicio se reanuda. Carlos interpela a su hermano Juan, que, los ojos abiertos todavía por la sorpresa, sigue señalando las muestras sobre la mesa: "Olvida eso ahora. Quiero contarte el sueño del que te hablé".
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Bonito relato, digno ganador del IV certamen de Cuentos Madridistas de Navidad
Felicidades Alberto!
9,90. Enhorabuena por tu cuento.
El Siglo XIX, los intelectuales y el Real Madrid. No hay (casi) nada que me guste más.
Sois muy amables. Muchas gracias, cruzo los dedos.
Me ha gustado mucho Alberto, sigue escribiendo
Gracias
Muy buen relato. Digno de nuestro club
Muchas gracias, Miguel
Excelente. Me ha encantado. Un gusto exquisito al elegir las personalidades y el contexto histórico. Qué bien hilvanado.
Precioso relato. Te animo a que sigas dejándonos tus toques de calidad en este Foro
Gracias, Manu.