Esta alegría de vivir del Madrid me recuerda al de Ancelotti pre mundialito. Lo malo es que aquella devino en languidez y abatimiento (qué gran novela interminable es el Madrid), pero lo bueno es que es una alegría contagiosa, la alegría del favorito, del truhán encantador, como si este equipo, que es el mismo de entonces, fuese bipolar. Yo no quiero saber nada del lado Hyde, de las noches desapacibles y sórdidas, porque lo que ahora nos ocupa, en Madrid o en Roma, es un amanecer en una pradera virgen por la que corretea una manada de jóvenes y briosos mustangs con las crines al viento.
Esta mañana he soltado un relincho en la ducha de contento porque yo también quiero ser un mustang igual que de pequeño quería ser Curro Jiménez, un hombre de Harrelson o Butragueño. Luego he salido a la calle trotando muy orgulloso, y la brisa me acariciaba el pelo y yo me sentía Marcelo en ese empalme tras el alley oop de Cristiano que si llega a entrar la pelota en la portería hubiera habido que conservar una nueva ruina romana por la que uno podría recorrer la Vía Apia Antigua los domingos y también el curso de la Volea Marceliana.
"Gris, gris...", repetía como un loro el comentarismo patrio (lo mismo que si fuera la policía de Franco, oiga: "Yo corrí delante de los grises en el sesenta y ocho", le faltó decir a alguno), obviando que allí había un Coliseo enfervorecido y pitón que jaleaba a Saladino, el conquistador de Jerusalén, quien literalmente se subía por las murallas, y también a un malvado de Mad Max que hacía caballitos con su moto (de paquete iba Pjanic) desde una colina.
Pero nada iba a estropearle la sonrisa al Madrid. Yo lo sentí al ver la de Marcelo, potrillo mío, que es un genio del balón al que Zizú, como a todos, ha dado licencia para crear y a nosotros para soñar. Porque ¡ay! el abrazo tras el gol de Cristiano (Cris le llaman en ese vestuario en el que yo me imagino feliz recibiendo galácticas palmaditas en el culo) que parecía el de Genovés y todo esto una nueva transición hacia la felicidad previa a la primavera, la primavera del Madrid que siempre acaba llegando y yo diviso como una estepa rusa donde entre las flores bellas y delicadas se enraíza el cardo tártaro del que hablaba Tolstoi: esa flor fea, débil en apariencia, que hasta el más fornido de los hombres es incapaz de arrancar de la tierra; una flor Kovacic, una flor Modric entre las cuales Zizú, el maharishi elegante, les (nos) ha revelado, como Hemingway, que "...si tienes suerte de haber vivido el Madrid cuando joven, Luego el Madrid te acompañará, vayas adonde vayas, todo el resto de tu vida, ya que el Madrid es una fiesta que nos sigue".
Sólo te digo que con: "yo lo sentí al ver la de Marcelo, potrillo mío" me has hecho evocar a Lorca. Quizá sea por lo del potrillo. Tal vez. No sé.
Muy bonito y muy optimista.
Saludos
Hemingway dijo "Cada día es un nuevo día. Es mejor tener suerte. Pero yo prefiero ser exacto. Luego, cuando venga la suerte, estaré dispuesto." y Ud., lo es describiendo al Madrid!!!
Cuando venga la suerte estaremos dispuestos. Hala Madrid!!!