De todas las fotos de la final contra el Liverpool y de las celebraciones, llevo unos días obsesionado especialmente con una: en el podio que montó la UEFA sobre el césped para darle las medallas a los jugadores, Lucas Vázquez, tras recibir la suya, se dirige a la Copa. La mira, acerca su rostro a ella, cierra los ojos, parece que tiene una conversación íntima con ella. Pone sus manos sobre las asas, es como si se apoyara en el trofeo, cansado tras la batalla como el Marte de Velázquez que está en el Prado. Luego se separa, la palmea y se marcha. Su cara no es de euforia ni de exaltación. Es, como digo, una cara cansada, casi llorosa. De haber llegado, de arribar a una playa por fin de Ítaca. Me llamó mucho la atención la noche de la final y desde entonces no puedo dejar de pensar en ella, pues creo que es una fotografía que dice muchas cosas.
Esa copa muestra, igual que un espejo, el relieve esculpido de las cosas tal y como las veíamos con nuestros ojos de niños distraídos e inocentes, cuando los adultos nos protegían del ruido y de la suciedad que tenía la vida que estaba allá fuera
Lucas Vázquez mira la Copa de Europa. Él es todos nosotros. Miramos la Copa de Europa y lo que ella nos devuelve es el reflejo plateado y deformado del mundo perdido que nos habita. Al otro lado de la frontera de metal en la que el joyero de la UEFA ha vuelto a grabar Real Madrid Club de Fútbol están todos los que fueron antes de que fuésemos nosotros. Nos miran a los ojos. Quizá sonríen al ver lo que hemos sido capaces de hacer con nuestras vidas.
Esa copa nos devuelve las imágenes sagradas de nuestros mayores, todas esas imágenes que nutrieron nuestra imaginación, con las que nos hicimos una composición de lugar, con las que hemos crecido intentando emular lo que aprendimos. Esa copa muestra, igual que un espejo, el relieve esculpido de las cosas tal y como las veíamos con nuestros ojos de niños distraídos e inocentes, cuando los adultos nos protegían del ruido y de la suciedad que tenía la vida que estaba allá fuera. Más allá del limes que circundaba nuestro hogar: la casa de nuestros padres, la de nuestros abuelos, el colegio, y la televisión, que era el lugar donde sucedía la magia: la ventana abierta al Madrid, al Bernabéu, a la posibilidad de un mundo mejor, a los campos de estrellas donde crecí.
Ahora que somos nosotros los que nos hicimos grandes, los que nos pusimos sin darnos cuenta al frente de las cosas, creemos atrapar, reflejada en esa copa que es todas las copas y por un instante efímero, un poco de la luz que tenían aquellas promesas de inmortalidad que nos hicimos en lo hondo de nuestro ser
Ahora somos nosotros los que contemplamos el ancho y turbio río desde el otro lado, desde la orilla incorrecta de la vida. Ahora somos nosotros quienes nos preguntamos dónde están escondidas todas aquellas cosas con las que soñábamos de pequeños, qué se hizo de todas aquellas imágenes que dilataban nuestra imaginación hasta el infinito. Nos preguntamos ahora dónde está lo que nos ponía la carne de gallina, cuando dejamos de creer que todo era posible. Ahora que somos nosotros los que nos hicimos grandes, los que nos pusimos sin darnos cuenta al frente de las cosas, creemos atrapar, reflejada en esa copa que es todas las copas y por un instante efímero, un poco de la luz que tenían aquellas promesas de inmortalidad que nos hicimos en lo hondo de nuestro ser. Y que luego fuimos olvidando a medida que la vida nos succionaba con sus otras promesas vacías de zafia sensualidad, a medida que nos fuimos encajonando bajo el techo bajo de las obligaciones y de las expectativas, del dinero, de la rutina, de los deberes, de las hipotecas, de los trabajos, de los horarios, de la nada.
Esa luz que se nos aparece deformada por la superficie cóncava de esa copa que está hecha del material con el que están hechos los sueños, es como la luz que dejaban nuestros padres encendida al final del pasillo todas las noches para que no tuviéramos miedo. Es una caricia del pasado, un beso de esa memoria inasible de nuestra propia infancia que a veces nos sacude en el momento más insospechado, como si nos tirara desde el más allá o desde lo más profundo de nuestra conciencia. Es una luz que conforta y que perdona, una luz indulgente y benévola, una nana de la cebolla, el olor de la casa de los abuelos. La Copa de Europa que agarra Lucas Vázquez, contra la que se estrecha y a la que besa Lucas Vázquez como abrazamos y besamos nosotros a uno de los nuestros que haya estado ausente mucho tiempo, nos devuelve la sonrisa consoladora de quienes nos quieren. De quienes siempre nos van a perdonar no ser las personas que dijimos que íbamos a ser, las que creímos que debíamos ser y prometimos que seríamos. La copa, tan limpia y tan bruñida, en la que se quedan pegadas todas las huellas profanadoras de los ávidos conquistadores que acaban de ganarla, nos enseña el mundo que siempre quisimos construir. El mundo bello y mejor que llevábamos dentro de nuestros corazones nos saluda desde el otro lado, reflejado en el metal, y recordamos cuánto lo quisimos y todo lo que estábamos dispuestos a dar para conseguirlo.
Como canta el poeta, Lucas Vázquez, que es todos nosotros, le cuenta otras muchas cosas al oído de esa copa. Le cuenta el día feliz en el que cogimos un taxi a la salida de un bonito restaurante y nos fuimos besando hasta el hotel mientras el mundo entero bailaba nuestra música. Le cuenta la mañana de domingo radiante, el sábado al mediodía en el que sí que fue todo posible, aunque fuera por un ratito
Lucas Vázquez es todos nosotros abrazando esos recuerdos con los ojos cerrados, es todos nosotros susurrándole a quienes nos contemplan al otro lado del tiempo cuánto nos ha costado sin embargo llegar hasta aquí. Cuánto hemos tenido que remar, cuánto hemos caminado a cuestas con todos nuestros errores: las noches sin dormir, los días frustrados, sin huella; las ilusiones perdidas, los tropiezos, las dudas, las pequeñas derrotas, las pasiones negadas, las interminables horas de espera. Pero también, como canta el poeta, Lucas Vázquez, que es todos nosotros, le cuenta otras muchas cosas al oído de esa copa maravillosa cuya silueta cicládica lleva inscrita en los glóbulos blancos de nuestra sangre desde la guerra de Troya. Le cuenta la jornada en la que sí que vencimos a nuestros enemigos. Le cuenta la tarde esplendorosa que ganamos en el juego. Le cuenta el día feliz en el que cogimos un taxi a la salida de un bonito restaurante y nos fuimos besando hasta el hotel mientras el mundo entero bailaba nuestra música. Le cuenta la mañana de domingo radiante, el sábado al mediodía en el que sí que fue todo posible, aunque fuera por un ratito. Somos todo lo que pudimos ser y todo lo que hemos terminado siendo. Y quienes nos sonríen desde dentro de esa copa que es ánfora griega y cáliz de la sangre derramada con la que el mundo se renueva con embriaguez todas las primaveras, quizá se alegren al escuchar nuestras pequeñas grandes historias.
Teníamos un plan para conquistar el mundo. Se nos ocurrió un día de San Isidro, por la tarde. Creímos que de verdad podíamos llevarlo a cabo cuando vimos a Zidane ejecutar esa gimnasia celestial en el televisor, que estaba en el salón de nuestra casa. Pasamos luego por algunas dificultades, cargamos con un buen puñado de culpas, nos ahogamos escondidos debajo del bla, bla, bla. Nos quedamos dormidos bajo los murmullos y el ruido, nos olvidamos del sentimiento, de la emoción y del miedo. Nos quedamos sepultados bajo la inmensa vergüenza de estar en el mundo, hasta que una ráfaga de esos inefables destellos de belleza nos volvieron a sacar a flote. Hubo una primavera en la que fuimos héroes por un día igual que cantaba Bowie, una primavera en la que fuimos reyes, en la que batimos a los monstruos horribles que salían de los confines de nuestros mapas buscándonos para devorarnos. Una primavera en la que le robamos una hora al déspota señor del tiempo y en la que nadamos como delfines, nos besamos bajo las balas y arrojamos la vergüenza hacia el campo de nuestros enemigos. También nosotros nos ganamos un trozo de posteridad esa primavera, nuestro pequeño rincón dentro de esa Copa de Europa a la que susurra Lucas Vázquez: esa copa donde viven todos los gigantes a cuyos hombros caminamos.
Getty Images.
Que maravilla de artículo
Simplemente maravilloso
Cuando se fue Cristiano perdí la fe en éste equipo en Europa, pensé que no volvería a ver al Madrid ganar la Champions si no llegaba un Mbappe o un Cristiano.Y nuevamente el Real Madrid me ha abofeteado, me ha tumbado a la lona y me ha vuelto a dejar en evidencia, es mucho más fuerte y más determinado. El jugador que llega se transforma. Adquiere superpoderes como los superheroes de nuestras películas favoritas. Ver a Militao, Rodrygo, Vinícius, Valverde cómo se han vuelto colosos a lo largo de las eliminatorias, cómo Modric, Kroos, Carvajal, Casemiro, Benzema han vuelto a renacer después de la durisima eliminación con el Ajax en el Bernabeu, cómo Courtois y Alaba han entendido lo que es el Real Madrid, cómo Lucas Vázquez y Nacho no se dejaron llevar por el comfort de un contrato de larga duración y se han exprimido en cada partido en los que Ancelotti echó mano de ellos..
Es el mejor equipo de fútbol del mundo, el mejor club del mundo, no hay nada que se pueda comparar con la fuerza que tiene el Real Madrid.
Esta copa de Europa, la de hace ese 28 de mayo que es un presente continuo, una eternidad congelada, un bendito nirvana que no acaba de diluirse, sigue destilando gotas de placer. Cada día nos regala un nuevo motivo para seguir sonriendo, felices por esa epopeya que sigue esperando su Homero.
Hoy toca saborear esta maravilla que nos regala Fantantonio. Y así se siguen añadiendo diamantes a la corona de gloria de esta décimocuarta copa que ya era inolvidable antes de que se conquistara, por la ruta imperial, heroica, que llevaba hacia ella.
Lástima que solamente disponga de cinco estrellas para condecorar este texto.
Seguiremos mirando durante mucho tiempo, con Lucas Vázquez, esta copa de Europa. Incluso aunque lleguen pronto otras.
Simplemente BELLO....
Buffff, maravilloso de verdad
El ejemplo de Lucas Vázquez . Es un espejo en el que otros no quieren mirarse . Un jugador como él es imprescindible en un equipo y sin embargo casi siempre le toca bailar con la menos guapa.
De puertas hacía dentro los entrenadores sabios del Real Madrid , los dos laureados, saben de la importancia de Lucas Vázquez .Podríamos poner también aquí a Nacho , Valverde o Rodrygo.
Porque los jugadores que callan , se muerden la lengua , aguantan el chaparrón y saben partir de cero son los más importantes cuando llegan las dificultades . Han estado ahí , viendo la película sentados y de pronto llega esa mirada , esas palabras , esa palmada y todos los focos son para ellos durante veinte minutos.
Que nadie dude ,hay un trabajo detrás para que esas escenas sean a veces lo mejor de la película. Un trabajo del entrenador que ha explicado a cada actor supuestamente secundario su rol y la eventualidad de pisar escenario cuando caigan truenos y relámpagos. A esto le llaman hoy tener a la plantilla enchufada. Ya sabemos que hay algunos jugadores por los que no pasa la electricidad , pero esto es otro tema.
Venía a cuento esta introducción para hablar de otra película diferente . Hay entrenadores que caminan de espaldas a la realidad y la realidad hoy se llama economía. Se imaginan ustedes que ocurriría si el Barcelona llamase mañana a un bombero de verdad como Bordalás ,Quique Flores o a Solari .
Todo cambiaría . Exploraría como Koeman en las virtudes de una plantilla muy buena, joven , pero momentáneamente desmotivada por culpa de algunas estratégicas lesiones y la ausencia de resultados a corto plazo. No vendería humo en las ruedas de prensa.
Peor herencia que la de Quique en el Getafe , imposible . Ocho partidos , un punto .A sudar gota fría , extintor en mano. Esto es trabajo para un entrenador que sepa aguantar el tipo. No prometió ser campeones .
Cómo es posible que con Pedri, Ansu Fati, Gabi , Frenkie, Alba, Araujo, Nico,E. García ,uno se los mejores porteros del mundo, diez delanteros y la cantera no se tengan mimbres para hacer un par de temporadas decentes sin fichar .
Fichar , de hecho , ya se fichó . Más de cincuenta millones y algunas fichas más a mitad de curso , de jugadores que hoy se desechan.
La impresión desde fuera es que más que un bombero lo que se ha fichado es lo que nadie quiere ver . Se siguen escuchando las alabanzas por doquier, injustificadas.El guión se está echando a perder y el rodaje de la película ya no puede parar.
El incendio económico con más gasto , aumenta. No tiene sentido endeudarse más para darle los mandos a un entrenador que todavía es una promesa y que vive al margen de la situación . No para de pedir "figuras " , cuando tiene a media selección española fichada y barata. Suerte tiene de que no se le vayan en estampida. Aunque mañana a base de dar tumbos haga al equipo campeón , no merecerá la pena.Ser un coloso en llamas no es divertido . La economía no está para tirar cohetes y todavía no repara en ello. Vive en su cápsula encargando imposibles.
En el Barcelona Lucas, Valverde o Rodrygo ya se hubiesen quemado . Alguien debería explicarle a Xavi que además de dar discursos su obligación es revalorizar una plantilla . Ahora , con esta dinámica , ni se compra ni se vende .
No escuchar a los que saben, los que han construido el equipo años atrás como Rexach que habla claro ( cantera ) o Guardiola ( un par de años de perfil bajo) es ahondar en la herida.
Una herida que ya parece que se extiende también al baloncesto. Mejor escuchar las palabras de los doctores que seguir jugando cartas marcadas .
Hoy en el Real Madrid los jugadores secundarios son gigantes y en el Barcelona los gigantes son molinos que apenas mueven las aspas.
Un entrenador que toque tierra y si puede ser que comunique alegría .
A mí, para lo que ha demostrado AV en no pocas ocasiones anteriormente , no me parece que el artículo sea brillante. Considero que, aunque se sobrentiende lo que quiere decir al referirse a estar frente a la copa , al otro lado ...la imagen reflejada , la proyectada..., se me hace enrevesado e incluso un tanto empalagoso, sensiblero, barroco y ñoño. En definitiva, mal expresado.
Ese gesto de Lucas , que me parece menos jugoso que el de aquel instante jugueteando con el balón antes del lanzamiento de penal, tal vez mereciera una mejor versión . Lo siento.
quería la champions y la la liga y las tuvo