Cada 28 de diciembre la cristiandad conmemora el Día de los Santos Inocentes. Recuerdo que cuando era pequeño se estilaba más eso de bromear en público en este día, lo de gastar inocentadas. Los periódicos y las radios, sobre todo, engañaban a la gente con noticias disparatadas. Hoy no hace falta más que poner cualquier telediario para comprobar que no sólo sigue siendo así, sino que los medios de comunicación han extendido la costumbre de las inocentadas a todos los días del año: el guion del mundo cada día es una engañifa, una broma de mal gusto que trasciende la información deportiva y que con la locura covidiana ha alcanzado cotas orwellianas.
Hoy no hace falta más que poner cualquier telediario para comprobar que los medios de comunicación han extendido la costumbre de las inocentadas a todos los días del año
Aunque el 28 de diciembre se conmemora la matanza de niños ordenada por Herodes, rey de Judea y vasallo de Roma, quien temía que un judío recién nacido acabara destronándolo según la profecía que había traído a algunos orientales hasta Jerusalén, lo sangriento se unió con lo cómico merced a los maravillosos caminos de la historia. Por estas fechas solían celebrarse en Roma las Saturnales. Eran unos carnavales que se inventaron los viejos padres de la patria en los duros tiempos de la guerra con Aníbal. Como pasa con nuestro calendario cristiano en febrero, en esos días se subvertían las normas sociales y se invertían las convenciones: el esclavo pasaba a mandar y el amo obedecía. El hombre se travestía en mujer y viceversa. Todo valía y toda regla era tomada a cachondeo, por lo que se deparaban las más estrambóticas situaciones. La Navidad llegó para fundirse con las Saturnales y la matanza de niños judíos pasó a ser una ocasión consagrada a los disparates.
Mi artículo hoy va sobre los fichajes que yo he visto hacer a cada uno de los presidentes del Madrid que he conocido en mis tres décadas de vida que más bien parecían bromas pesadas
Si me han seguido hasta aquí a lo largo de este pesadísimo exordio verán ahora que a donde quiero llegar es a las grandes inocentadas que hemos padecido los madridistas del siglo XXI. Mi artículo hoy va sobre los fichajes que yo he visto hacer a cada uno de los presidentes del Madrid que he conocido en mis tres décadas de vida que más bien parecían bromas pesadas o, verbigracia, han terminado siéndolo a pesar de que la intención inicial fuera seria y extraordinaria. De las dos categorías hay algunos buenos ejemplos. A muchos ya los retraté una vez en aquella serie galernauta que le dediqué a los antihéroes de la Década ominosa, ese período nefando que nos condujo a través del desierto desde el tardoflorentinismo de la primera etapa hasta el segundo advenimiento. Todos, viniesen de la mano de unos o de otros, forman parte de la cara B de la historia más gloriosa del deporte mundial, en pie de igualdad con los fichajes de relumbrón, con los héroes. Y merecen también que se los consigne en alguna parte porque, ya se sabe, sin la oscuridad de la noche no es posible apreciar en toda su magnitud la esplendorosa luz del día.
Yo fui un madridista millennial que creció con la recuperación de la gloria europea. La Séptima lo cambió todo, transformó la percepción de las cosas por parte de toda una generación de madridistas que salíamos al mundo, como aquel que dice. Pero los años inmediatamente anteriores y posteriores a la Séptima también gozaron de su cuota de ilustres tuercebotas. Del primero que me acuerdo es de Petkovic.
1996. El Muro de Berlín ha caído hace un lustro. Como despedida, el otro lado del Telón de Acero dejó un último y brillante campeón de Europa: el Estrella Roja de Belgrado, que en 1991, precisamente, venció al Marsella en el sur de Italia con un equipo plagado de nombres legendarios. Savicevic, Pancev, Mihajlovic, Prosinecki, Jugovic, Stojanovic. Como en 1991 Yugoslavia estaba a punto de desintegrarse en la última guerra europea, después de la final de Bari los grandes equipos italianos y españoles se llenaron del talento que huyó del Estrella Roja. Si Prosinecki es el nombre que le viene a la mente a todo el mundo en primer lugar cuando se habla de los grandes fiascos de la historia del Real Madrid, yo era todavía muy pequeño para recordar algo más que a un barbudo rubio fumando en la banda mientras estiraba las piernas junto a la valla de publicidad. Para mí, el primero, es Petkovic, que vino a España a rebufo del prestigio que aún conservaba el nombre del único campeón de Europa balcánico.
Dejan Petkovic era un centrocampista bajito y achaparrado con cara de boxeador que llegó al Madrid cuando las películas de Stallone estaban marcando el imaginario de toda una generación. No jugó casi nada, cinco partidos según la Wikipedia. Le cogieron los seis meses dantescos que siguieron al despido de Valdano. Vivió en primera fila el final del mendocismo y la reconstrucción galáctica de la plantilla que llevó a cabo Lorenzo Sanz con la lluvia de dinero que trajeron las televisiones. Pero en aquel plantel reforzado con Illgner, Seedorf, Panucci, Suker y Mijatovic, Petkovic no tenía espacio ninguno. Capello se lo dijo a la cara y él, en lugar de achantarse, fue a decirle a Lorenzo Sanz que como le volviera a decir algo le cantaría las cuarenta. En serbio.
Con Capello, por cierto, vino Secretario, presentado poco menos que el Roberto Carlos diestro. De aquel portugués reservado que vino a sustituir nada menos que a Chendo no se supo más desde la Navidad del 96, cuando los Reyes Magos trajeron de Italia a Panucci para borrarlo de los anales de la historia madridista.
Petkovic se fue cedido al Racing y al Sevilla. Luego se convirtió en una leyenda del fútbol brasileño. Dos años después el Estrella Roja volvió a colarle al Madrid otra supuesta perla de su cantera. El Átomo Ogjenovic aterrizó en un equipo ya campeón de Europa avalado por una fama de Garrincha serbio. Costó 400 millones y llegó cuando Mijatovic se estaba yendo a la Fiorentina. Que se buscase reemplazo en Belgrado al héroe de la Séptima seguramente no le ayudó. Ogjenovic era el tercer prometedor yugoslavo que venía al Madrid desde el Estrella Roja y se estrellaba. El cuarto está siendo Jovic. Da que pensar que el único que ha triunfado ha sido un chaval del Partizan, equipo al que el Madrid le ganó la Sexta. A veces las líneas maestras de la historia del Real parecen escritas en la pared, a la vista de todo el mundo.
A veces las líneas maestras de la historia del Real parecen escritas en la pared, a la vista de todo el mundo
De los Balcanes, mi mente viaja, cuando se trata de rememorar pufazos, al Río de la Plata. Es curiosa la conexión yugoslavo-uruguaya: dos lugares con una inveterada tradición que apenas están presentes en la historia del club más grande para testimoniar fracasos dignos de una comedia de Plauto. Ahora, visto con quince años de distancia, parece evidente que el primer mandato de Florentino estaba ya condenado cuando pasó de soñar con dominar el fútbol cabalgando sobre un centro del campo formado por Guti y Beckham a uno contrahecho con Gravesen y Pablo García. Ahí ya estaba todo, sólo quedaba verlo.
En el verano de 2005 el Madrid fichó a Sergio Ramos, a Julio Baptista y a Pablo García. También a Carlos Diogo, un lateral derecho muy joven que despuntaba en River Plate. Aquel año Florentino se gastó una tonelada de dinero en el fútil intento de insuflarle vida al cuerpo del Madrid galáctico, que ya estaba muerto. No todo fue en balde: quedó Ramos, el hombre que cambió la historia del club a cabezazos. Pero quiero centrarme en los uruguayos. De Pablo García lo único que puedo decir es que es el futbolista con el fenotipo atlético más marcado que haya vestido nunca la camiseta blanca. Huelga decir que acabó de rojiblanco, aunque allí tampoco cuajó. Su vida tiene una película: de ídolo en El Sadar a tener una calle en Salónica. El primer día en Valdebebas se lio a hostias con Míchel Salgado. Que jugara también en el Milan es uno de esos fenómenos paranormales que se dan a veces en la vida y en el fútbol, una verdadera inocentada. La gracia habría sido que también él ganara una Copa de Europa.
Aquel año Florentino se gastó una tonelada de dinero en el fútil intento de insuflarle vida al cuerpo del Madrid galáctico, que ya estaba muerto. No todo fue en balde: quedó Ramos, el hombre que cambió la historia del club a cabezazos
Siguiendo con las hostias, Diogo, que tenía trapío de Maicon, tampoco echó huesos viejos en el Madrid. Su momento estelar en el fútbol español fue su pelea lamentable en Zaragoza, con Luis Fabiano. Fue en un Zaragoza-Sevilla porque ya hacía tiempo que aquel mulato tímido y pelado de Montevideo había dejado de ser madridista: fueron tiempos confusos en el Madrid, tiempos de carnestolendas.
De Pablo García lo único que puedo decir es que es el futbolista con el fenotipo atlético más marcado que haya vestido nunca la camiseta blanca
Pero quizá la inocentada mayor de todas las que yo he conocido como madridista fue la de Faubert. Que Julien Faubert jugara en el Madrid es algo que todavía no se cree ni él. Encarna la sinrazón del calderonismo, dos años y medio absurdos que sin embargo dejaron dos Ligas consecutivas, la primera de ellas, probablemente, la más hermosa de todas las ligas que ha ganado el Real Madrid. Poco más de un año después de aquella hombrada el Madrid se desintegraba, la policía judicial confiscaba sacas electorales en el Bernabéu, la asamblea de compromisarios se llenaba de ultras del Frente Atlético y Faubert, que era un extremo derecho del West Ham, se quedaba dormido en el banquillo del Madrid.
la inocentada mayor de todas las que yo he conocido como madridista fue la de Faubert. Que Julien Faubert jugara en el Madrid es algo que todavía no se cree ni él
Faubert jugó una hora de blanco, a las órdenes de Juande Ramos, otro discípulo saturnal de Herodes el Grande, rey de Judea. Faubert deja a todos los demás como candidatos al balón de oro: un random del fútbol inglés que recala en Madrid el año del triplete de Guardiola y de la mano, además, de un excelente secretario técnico como fue Mijatovic, artífice de la llegada de Van Nistelrooy, Higuaín o Marcelo. Si el paso de Ramón Calderón por el despacho oval de la Casa Blanca fue lo más parecido a una matanza de figurada de santos inocentes (un avión cargado de armas llegó a sobrevolar África de un país en guerra a otro con el escudo del Madrid y La Saeta escrito en el lomo) Julien Faubert fue la inocentada suprema. Ni siquiera Hazard, con sus ciento y pico de millones a cuestas y sus lorzas belgas tirándole de los tobillos hacia abajo, hacia las cloacas del Averno, se acerca a semejante vodevil: al fin y al cabo, lo de Hazard no es más que un mero desacierto deportivo.
Fotografías Imago.
Desde entonces y con estos antecedentes, la prensa se ha encargado que todos los fichajes del Madrid se transformen en inocentadas con sus campañas y sus cálidas acogidas. No se salva nadie: Redondo era peor que Milla, Zidane estorbando a Guti, Robinho, Ronaldo los dos, y ya recientes desde Peluka Modrid, Hernia Bale, Limitao, Vinicius, Rodrygo contando 3 veces su fichaje, Hazard, Mendy, Alaba tuvo una acogida por los reneitos…
La potencia icónica de Gravesen permite ilustar el artículo sobre inocentadas blancas con su rotunda imagen. Pero Gravesen no fue una inocentada. Era el mejor jugador de Dinamarca y un futbolista que había nacido para jugar en el Madrid. Así lo certificó Floren en su discurso de bienvenida al "mastín danés". En aquella época se buscaba fortalecer el centro del campo galáctico que se había aburguesado hasta límites intolerables.
El bueno de Gravesen no reforzó nada, salvo la lista de tarjetas amarillas que le enseñaron los árbitros. Acabó jugando en un equipo de la clase obrera de la Premier, mucho más adecuado para sus condiciones.
Por lo demás, fichajes que a posteriori resultan ser una inocentada, los han tenido todos, hasta Monchi y su prima. Pero sólo nos acordamos de los del Madrid. ¿Por qué será?.
Saludos.
Viéndolo con la perspectiva del tiempo, Mijatovic en su etapa de secretario técnico no fue lo suficientemente valorado. Añado a los fichajes de Van Nistelrooy, Higuain y Marcelo, los de Robben, Pepe, Sneijder y una debilidad personal, Gabi Heinze.
En cuanto a Gravesen al igual que Pablo García, coincidieron en una época en el Madrid en la que el mediocentro del equipo estaba más sólo que Gary Cooper en Hadleyville. Y que no eran Fernando Redondo.
¡SPASIC, SPASIC, SPASIC!
El artículo es muy bueno pero falta Spasic. Defensa central gigantón, que tras un buen partido con su selección en el mundial de Italia recaló en el Real Madrid! Pronto acabó de suplente y marcó un gol impresionante de cabeza en propia meta ante el Barcelona. Siempre me inspiró simpatía.
No se olvide usted de Metgod, otro prodigio de técnica
No hay que ir muy lejos para ver que estas inocentadas están hoy en día muy vigentes. Solo miren la plantilla actual del patético o del barca.
Atm: Lecomte, Savic, Tripier, Vsralcko, Paul, Kondogvia, Herrera, Sapohnic, Cunha...
Barca:Empezando por Xavi, Peña, Carevic,Dest,Araujo,Lenglet,Mingueza, Umtiti,Eric,Balde, Gavi,Nico,Menphis,etc...
Inocentes!