David Alaba debutará pronto en el Campeonato de Liga con el conjunto madridista y se unirá a los más de 70 futbolistas foráneos que ya lo han hecho en ediciones anteriores con la blanca. El primer jugador extranjero capital en la historia merengue fue Alfredo di Stéfano que llegó en 1953, pero antes de su debut hubo un total de 14 futbolistas nacidos fuera de España que disputaron algún minuto en la competición doméstica.
El primer extranjero que debutó en Liga fue el puertorriqueño Eduardo Ordóñez. El centroamericano se instaló desde muy joven en España en compañía de su madre y se crió como futbolista en la capital en distintos equipos. Militó en el Real Madrid antes de la creación de la Liga y también jugó en el Athletic de Madrid. Desde allí llegó al club blanco en 1932 al ser incluido en la operación de Gaspar Rubio, donde el polémico jugador valenciano pasó del equipo merengue al colchonero. Ordóñez era un medio volante que según se explicaba en AS “no es un jugador fino como Gamborena; ni hábil, como Marculeta; ni científico, como Sancho; ni arrollador, como Larraza. Los antecedentes hay que buscarlos en Manolo Meana”. Es decir, un jugador fuerte en el plano físico, inteligente y con buen pase. Su bagaje se resumió en un solo encuentro en la temporada 1932-1933 ante el Racing en Santander. Ordóñez tenía una gran competencia en el puesto con Pedro Regueiro, Valle, Leoncito o Gómez como rivales en su zona del campo. Al terminar aquel curso en el que el Madrid F.C. levantó su primer título de Liga volvió al Athletic madrileño.
El primer jugador extranjero capital en la historia merengue fue Alfredo di Stéfano que llegó en 1953, pero antes de su debut hubo un total de 14 futbolistas nacidos fuera de España que disputaron algún minuto en Liga
El portero Gyula Alberty aterrizó en el Madrid F.C. empezada la temporada 1934-1935 como sustituto en el marco de Ricardo Zamora que declaró: “Celebré que el Madrid haya encontrado en este jugador al hombre que me permita poder estar algún día enfermo, sin consecuencias graves para el Club”. La entidad blanca se había fijado en el magiar en el homenaje precisamente al ‘Divino’ a finales de 1934, donde España se midió a una selección húngara y posteriormente en un partido de entrenamiento entre el equipo nacional español y su club, el Bocskai Sport Club. En ambos duelos dejó una grata impresión y en febrero de 1935 firmó con los blancos tras un pago de 12.000 pesetas. Por las lesiones de Zamora fue entrando con más frecuencia en los onces titulares y en dos temporadas acabó acumulando 20 actuaciones bajo el marco blanco. Su rendimiento fue bueno y mostró sus principales virtudes que eran la regularidad, la agilidad, la espectacularidad de todas sus acciones y su valentía en las salidas. Con el estallido de la Guerra Civil se fue a Francia, pero luego regresó para militar en otros clubes españoles como el Unión de Irún, el Racing de Ferrol, el Celta o el Granada, donde es una leyenda y la ciudad en la que falleció en 1942 a causa de unas fiebres tifoideas.
El mercado de extranjeros continuó abierto en el fútbol español tras abrirse para la 1934-1935 y de cara a la temporada 1935-1936 el cuadro merengue realizó un desembarco con cuatro foráneos: el brasileño Giudicelli, el cubano Enrique Ferrer, y los húngaros János Buzássy y Kellemen que se ficharon tras la colaboración de su compatriota Lippo Hertzka, antiguo técnico blanco. Sin embargo, ni Ferrer ni Buzássy convencieron a Bru en los entrenamientos y no tuvieron oportunidades en Liga limitándose sus actuaciones a partidos amistosos o del Campeonato Mancomunado.
Por su parte, el brasileño Giudicelli también pasó sin pena ni gloria pese a llegar con buena fama y con dos encuentros a sus espaldas en el Mundial de Uruguay 1930, donde era conocido como Fernando. En Europa jugó a buen nivel en el Torino y tras pasar por Suiza, Francia y Portugal llegó al Madrid F.C. en 1935. El brasileño era un medio centro de gran calidad técnica y visión de juego, pero su lentitud y su frialdad desesperaron a Paco Bru que buscaba un sustituto para Bonet. En los entrenamientos el técnico blanco lo descartó pero Giudicelli pidió una oportunidad para demostrar su valía en un duelo oficial. Esta ocasión se produjo contra el Racing en Chamartín el 15 de diciembre de 1935, pero físicamente estaba muy lejos del ritmo del fútbol español. El propio jugador declaró que se veía incapaz de “jugar todos los días como si fuese una final de Copa” e hizo las maletas de nuevo para Francia.
En lo que se refiere a Vilmos Kellemen, era un extremo derecha procedente del Soroksár de Budapest. En las crónicas se hablaba de él como un jugador de “buena clase, bajito, con cara aniñada y con unas piernas elásticas y rápidas en sus movimientos, que se desenvolvía con el balón con seguridad y acierto”. Y es bastante correcto afirmar que tenía eficacia, sobre todo de cara a puerta, ya que en 12 partidos del curso liguero 1935-1936 logró 10 dianas, con especial mención a los tripletes ante el Español en Chamartín o en la visita al Racing de Santander. Sin embargo, también se le acusó de indolente y con el inicio de la Guerra Civil abandonó el cuadro madrileño.
A mediados de los años 40 y tras unos años complicados en lo económico por los desastres del conflicto bélico, el Real Madrid contrató al primer extranjero después de la guerra: José Luis Borbolla. Ya estaba en la presidencia Santiago Bernabéu y desde México le recomendaron firmar a un futbolista que había destacado en el Marte. Dicho y hecho, en invierno de 1944 aterrizó con mucha expectación y aficionados recibiéndole en la sede del club. Como él declaró años después se “asustó” y advirtió “enseguida que venía de un fútbol inferior”. No debutó en Liga esa temporada y se fue la siguiente decido al Deportivo de la Coruña. Regresó para el curso 1945-1946 donde se estrenó con la camiseta blanca en el campeonato doméstico en un duelo contra el Valencia en casa. Fue su único encuentro liguero. El interior derecho azteca que en su país destacaba por ser un futbolista desequilibrante de juego fino y pausado fichó por el Celta, donde tampoco acabó de cuajar.
Los primeros argentinos del Real Madrid en la historia de la Liga firmaron con la temporada 1947-1948 ya iniciada. Ambos pasaron sin dejar ninguna huella ni recuerdo en la parroquia blanca. Sus nombres; José Antonio Navarro y Manuel Rocha. Primero aterrizó Navarro, que llegaba de la Liga mexicana y, al igual que Borbolla, desde el CD Marte. El argentino se desempeñaba como defensa y era conocido como ‘El Tanque’ por su corpulencia, su fuerza y su potencia. En la capital no constató sus virtudes en el centro de la zaga y solo jugó cuatro encuentros: uno de la Liga 1947-1948 frente a la Real Sociedad y tres del siguiente curso. Mientras que su compatriota Rocha procedía del fútbol portugués, más concretamente de Os Belenenses. Su fichaje en febrero de 1948 se debió a verle en directo en la inauguración de Chamartín y llamar la atención del cuerpo técnico. Antiguo jugador de Boca o Gimnasia de la Plata era un extremo derecho que, según la crónica de la ‘Hoja de los Lunes’, en su debut ante el Sporting demostró “buen toque de balón y un dribbling fácil”. Lo cierto es que no volvió a vestirse de blanco en otro choque liguero y pronto recaló en el Badajoz.
La influencia y la mediación de Mr. Keeping, que era el entrenador blanco en la temporada 1948-1949, propiciaron el fichaje del británico John Watson por 8.000 libras esterlinas. El medio centro del Fulham aceptó la oferta, al contrario que su compatriota George Dick del West Ham, que rechazó a los blancos ese mismo verano. El escocés fracasó en su debut contra el Celta de Vigo en marzo de 1949 y no volvió a contar con más oportunidades en la Liga. En ‘ABC’, en la confirmación de su fichaje, se le describió como “uno de los más diestros en la técnica moderna” y en una crónica examinando su estreno se dijo “que solo sabe despejar por alto y es muy duro”. A la conclusión de la temporada volvió a Inglaterra para enrolarse en las filas del Crystal Palace.
Con el inicio de los años 50 el cuadro merengue incorporó de una tacada a cinco foráneos: dos franceses Hon y Luciano, el húngaro Nemes y dos argentinos Imbelloni, Roque Olsen. La labor del secretario técnico Hernández Coronado fue vital en los tres primeros mientras que en los sudamericanos las gestiones corrieron a cargo de Pepe Echániz, el delegado del equipo.
El futbolista que llegó con la vitola de jugador más importante fue Louis Hon, un defensa central que estaba considerado de los mejores del panorama europeo. Y es que Hon, antiguo jugador del Stade Français, era un zaguero diferente en aquella época, con un estilo de juego distinto al de entonces. El galo se distinguía por su elegancia, su inteligencia táctica, su control del cuero y su facilidad para sacar limpio el balón desde atrás en un tiempo donde lo corriente era el pelotazo y los despejes. El internacional nada más firmar comentó: “Estoy contento, porque una de mis ambiciones, como la de casi todos los jugadores franceses, era venir a España”. Además, era un fan del fútbol español: “Me gusta mucho. En Francia es el Madrid el que tiene mayores simpatías, porque hasta allí ha trascendido su caballerosidad”. Hon completó tres temporadas (41 partidos ligueros) en el Real Madrid y fue un fijo para tres de los cuatro entrenadores que tuvo en la casa blanca: Mr. Keeping, Albéniz e Ipiña. Con Scarone tuvo más problemas para instalarse en el equipo titular.
Por su parte, Jean Luciano, que procedía del Niza, jugaba como medio volante o interior pero en club blanco se mostró frío y apático. Su gran calidad técnica no le salvó en Chamartín, que se impacientaba por su estilo de juego indolente y desidioso. Permaneció dos años en la capital, aunque solo jugó en Liga el primer curso y un total de 17 encuentros con un tanto en su haber.
La tradición del Real Madrid en la contratación de jugadores húngaros prosiguió con György Nemes. Atacante polivalente que podía actuar tanto de extremo derecho, como de interior o delantero firmó por el club blanco tras jugar un año en el Racing de Santander en 2ª división, que le reclutó de su aventura por Francia donde militó en el Stade Français, el Sete 34 o el Girondins de Burdeos. En ‘Marca’ le describían como un “jugador rápido, oportuno ante la boca de gol, y con muy buen temple de balón” y el propio jugador apuntó que admiraba al fútbol español por su rapidez, por la raza de sus jugadores y que era técnicamente superior al francés. Sin embargo, y pese a que firmó tres años por el conjunto blanco, solo estuvo temporada y media y disputó un único choque liguero ante la Real Sociedad en Atocha en septiembre de 1950.
Los dos jugadores argentinos, Antonio Imbelloni y Roque Olsen, se incorporaron a la disciplina con el curso empezado a principios del año 1951. El delegado Echániz viajó a Sudamérica por orden de Bernabéu para buscar refuerzos y contratar a Héctor Scarone como técnico. Echániz explicó a ‘Marca’ que a “Olsen le vimos en prueba hecha en el campo de Racing, y, para juzgar a Imbelloni se montó un partido”. La suerte fue dispar para ambos jugadores y mientras Roque Olsen hizo una carrera brillante con siete temporadas y unos grandes números de 110 partidos de Liga, 60 goles y 3 títulos, Imbelloni apenas sumó 5 partidos de la campaña 1950-1951 y un gol frente al Celta.
En la gira de Racing de Avellaneda en la Navidad de 1949 se dio a conocer por España Olsen, que se desempeñaba como interior o delantero teniendo como virtudes su gran disparo, su potencia física y sus llegadas al área combinadas con su olfato de gol. Nada más aterrizar en Madrid y con acento porteño habló para ‘Marca’ confirmando que había llegado a España porque “el nombre del Real Madrid es una institución mundial. Y no hay ningún jugador que no desee venir a jugar aquí. Es decir, yo no podía encontrar un club mejor para demostrar lo que quiero demostrar”. Imbelloni también conocía el país ya que estuvo en la famosa gira de San Lorenzo por toda la península ibérica a finales de 1946 y principios de 1947, cuando compartía delantera con los famosos Pontoni, Martino o Farro. Jugaba como extremo derecho donde hacía valer sus aptitudes para el desequilibrio, la gambeta y sus centros medidos desde la banda. En Madrid aterrizó junto a su familia y muy seguro de sus posibilidades: “Aún no tuve tiempo de encontrarme mi defecto. Sé que se critica el dribling pero yo digo que de diez jugadas que se intentan desde mi puesto, si dos son goles ya está bien”.
El último debutante extranjero antes de la aparición de Alfredo di Stéfano fue el uruguayo Julio César Britos, que firmó en la primavera de 1953, unos meses antes que el argentino. Extremo diestro muy hábil y con una técnica exquisita fue además el primer campeón del mundo que vistió la zamarra merengue, ya que estaba en el plantel uruguayo que levantó la Copa Jules Rimet en el Mundial de 1950. El ex de Peñarol era suplente de Ghigghia en ‘La Celeste’ y también lo fue en el conjunto blanco de Atienza I o Joseíto. Un total de dos temporadas fue su trayectoria en el equipo madridista aunque solo disputó los dos primeros partidos de Liga en la 1953-1954 y otro en la jornada 18. En esos encuentros marcó dos dianas ante Osasuna y Athletic de Bilbao, en un curso donde el Real Madrid volvió a ganar la Liga tras 21 años de sequía. En mayo de 1955, tras un partido del equipo blanco en Chamartín se despidió de sus compañeros y regresó a Uruguay.
Fotografías Imago.
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Soy un apasionado de los temas históricos tratados por Vd, será por la edad.
Tengo una recopilación de todos ellos pero sospecho que no los tengo al completo.
Sería tan amable de indicarme en qué sección de la Galerna puedo encontrar al completo todos sus extraordinarios e históricos artículos
Reciba un cordial saludo
Gabriel
Hola, Gabriel
Muchas gracias por tus palabras. Me alegro mucho de que te gusten los temas históricos.
Aquí están recogidos todos mis artículos.
https://www.lagalerna.com/author/alberto-cosin/
Gracias!
Un abrazo
Muchísimas gracias por su amabilidad y rapidez en la respuesta
Reciba un cordial saludo
Gabriel
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