Ricardo Zamora, portero (1930-1936)
1936. EL MADRID, CAMPEÓN DE COPA, MI ADIÓS AL FÚTBOL…
No ven mis ojos más que a Escolá. Lo veo agrandado; en primer plano sus pies y el balón. Hay un grito imperioso que se me queda dentro: “Por aquí”… Inclino el cuerpo hacia la izquierda, marco el sitio… Sin una milésima de retraso, justos, coinciden el balón y mis manos. Críspanse los dedos atenazando el cuerpo. ¡Mío, mío, mío! ¡Nada más que mío! Absoluta posesión de lo que me pertenece, de lo que nadie puede disputarme: el balón.
¡No ha sido gol! ¡No ha sido gol! Oyese en mi alrededor. Es el título, es la Copa. Más que aplausos, son las exclamaciones que estallan como cohetes. ¡Es asombroso lo que ha parado! En unos es de júbilo el acento. En otros, de decepción. Manos que pugnan por acercarse, que se me acercan, que me prenden y me elevan. ¡Veinte años de fútbol están ahí, en ese instante!
Voy desvistiéndome lentamente entre el clamor del triunfo. El cordón de las botas (acongojado también) hácese un nudo y resiste a desenlazarse. Siento en la cara el roce de la camiseta como una caricia de despedida. Están ahí, sobre el banco y en el suelo, las ropas que más y mejor me vistieron. Con ellas recorto mi silueta bajo todos los marcos y en todas las latitudes. Ellas me dieron personalidad, me hicieron lo que soy.
Noche de insomnio. ¿Qué hacer? Entrechócanse contradictorios pareces. Es un diálogo cerebral. Zamora se opone, contradice las razones de Ricardo: ¿Retirarte ahora? ¡Estás loco! Un año más; sigo un año más. Si he sido capaz de hacer esto ahora, ¿por qué no lo he de hacer dentro de un año? Ricardo, tengo que ser egoísta por ti, por los tuyos. Esa oferta recibida, ¿no te dice nada? Pero si en ese paseíto material no te convenzo, recuerda que el fútbol es tu elemento, si el cual no vas a poder vivir.
-No, no (contesta Ricardo). No seas loco, eres como siempre, apasionado. Te conozco. ¿Qué momento puedes elegir mejor para retirarte? Dices que todavía tienes facultades; lo creo. Pero ¿a qué esperas? ¿Q no tenerlas? Entonces no te retirarás tú; te echarán. Ya estoy cansado de seguirte a todas partes. Tengo otras cosas que atender.
La disputa se agria. Palabras gruesas. Lucha, pelea feroz. A la mañana siguiente se levanta solamente Ricardo. ¿Y Zamora?
Pero Ricardo siente haber matado a Zamora. Trabajosamente, va trazando su necrología futbolística. La pluma que escribe mójase en honda emoción y son líneas temblonas que traza. El molde las dio a la luz. Decían: MI ADIÓS AL FÚTBOL. JUGUÉ EN VALENCIA EL ÚLTIMO PARTIDO DE MI VIDA.
Esta es, aficionado, mi mejor página de las Memorias inéditas que escribí a mi retirada. Es la más emotiva, la que más recuerdos encierra y en toda ella está vivida, llevando en la camiseta (esa camiseta que rozó mi cara en caricia de despedida) el escudo del Real Madrid.
Por eso la he querido traer a estas del LIBRO DE ORO del Real Madrid Club de Fútbol. No con la pretensión de que sea de las preferidas, ya que el historial del Club es suficientemente brillante como para que pase inadvertida; pero si para señalar que, en esa fecunda vida que conmemoramos del Real Madrid, que a tantos títulos obtenidos supo conquistar el de señor, me cupo el honor de pertenecer y vivir la más intensa e inolvidable jornada de mi vida futbolística.
Juan José Urquizu, defensa (1927-1930)
Toda mi vida está llena de recuerdos de fútbol, porque en realidad, el futbol ha sido toda mi vida.
Nunca olvidaré mis años de jugador del Real Madrid.
Ingresé en el Real Madrid el año 26, siendo joven, con mucha afición y mayor entusiasmo, y, encariñado con mi Club, ponía mi mejor voluntad en el juego. Y esto, que era natural, se traducía en un trato que reforzaba todavía nuestro pundonor y dignidad de jugadores de fútbol del Real Madrid.
Recuerdo los inolvidables partidos de aquellos años, el viaje por toda América, con nuestro querido amigo Santiago Bernabéu, hoy digno Presidente, y aquel trato que en el ambiente del Club recibíamos, y que ahora, con motivo de las Bodas de Oro, se me vienen a la memoria, como los mejores años de mi vida.
Pertenecer al Real Madrid ha sido siempre un orgullo para todos los jugadores españoles. Por algo será…
Juan de Manzanedo, defensa (1916-1924)
El Real Madrid C. de F. ha sido un Club de caballeros, que desarrolló y organizó bien y seriamente el deporte del fútbol, con un arte y una ética de juego que, elevándose sobre la idea de ganar a cualquier costa, pudiendo convertir un partido en una batalla: el Madrid siempre ha jugado con suprema elegancia, el juego no es una guerra. Es agradable ganar un partido, pero a veces es un honor ser vencido. Pierde como si te gustara perder, y gana como si estuvieras acostumbrado a ganar. Esta ha sido la idea esencial que siempre guió al Real Madrid en el deporte.
El arte y la corrección en el juego es uno de los deberes que tenemos que guardar. Esta tradición pura y limpia del ‘juego por el juego’ que siempre alentó a los jugadores y socios de este Club desde su fundación.
Luis Olaso, delantero (1929-1933)
La invitación recibida para dar mi impresión como jugador sobre el Real Madrid, nos hace pensar y recordar. “¡Recordar es vivir un poco!”, dijo alguien. Yo creo que es vivir mucho, por ser innumerables los recuerdos. En nuestro NO-DO, deportivo en el Madrid aparecen en la pantalla victorias consecutivas, debidas principalmente a mis compañeros de equipo, la mayoría superdotados; derrotas…, contadísimas; si las hubo, la amnesia las borra. ¡Dicen que no hay felicidad, lo que hay son momentos felices! Momentos felices de franca camaraderías, de alegría sana y consideraciones, precisamente con quienes veníamos del campo contrario, señorío del Club.
Y recordando…, nos viene a la memoria el llorado Monchín Triana, caballero ejemplar y extraordinario jugador.
Y terminando nuestro noticiero, ¡ojalá podamos recordar y escribir en las bodas de platino del Real Madrid, Club prócer!
Juan Antonio Ipiña, centrocampista (1936-1949)
Considero un honor inmerecido figurar en el LIBRO DE ORO que, con motivo de su cincuentenario, edita el Real Madrid, pero lo acepto gustoso porque siempre es agradable colaborar, aunque sea modestamente, en aquello que se quiere.
Mi vida como jugador profesional de fútbol estuvo íntimamente ligada al Real Madrid, incluso antes de pertenecer a él, ya sentía la atracción del Club por encima de todo interés particular. Más que considerar sus triunfos como los míos, estimaba que los míos que yo lograra como jugador eran del Real Madrid y a él se los debía.
El señorío, la caballerosidad, el buen hacer con que lleva todas sus cosas el Real Madrid quedó dentro de mí para siempre grabado durante los muchos años que defendía sus colores; estos años de enseñanza son un agradecimiento más a que estoy obligado a ese Club, señor siempre, en los triunfos y en las derrotas, en los momentos difíciles y en los fáciles y alegres, difundiendo siempre su señorío a todos los que como directivos, jugadores, empleados y afición estábamos unidos bajo sus colores.
De estas virtudes del Real Madrid quedó en mí, como magnífico broche de oro, el partido homenaje en el que se me despedía como jugador del Real Madrid; entonces, más que nunca, toqué de cerca la caballerosidad de esa familia que se agrupa bajo sus colores y nunca olvidaré ese momento que era el adiós al Club que tango tiempo me tuvo a su lado.
Julio Chulilla, delantero (1905-1912)
Madrid, 28 noviembre 1951
Real Madrid C. de F.
ESTA.
Muy queridos amigos:
¿Qué os voy a decir de nuestro Real Madrid, ante vuestro requerimiento, que no sea fiel reflejo de mi manera de ser, y cuando todas sus vicisitudes de modestia y señorío formaron y forman parte de mi vida, y ahora, en el correr de los años, al llegar sus Bodas de Oro, la Providencia me permitió crear una familia para que sean también lo míos los que hereden y ya llevan el virus de mi madridismo integral?
Tal satisfacción, la mayor que experimento, tiene realidad al poder comprobar que cuantos a posteriori de mi época activa en el Club y lo que actualmente rigen sus destinos, lo mismo altos que bajos, todos hagan culto de la caballerosidad y honradez deportiva que los ‘viejos’ determinamos como fundamento de nuestra razón de existir en entidad al servicio de la cultura física y, por ende, de nuestra española nacionalidad.
Y como apostilla final, nuestro muy sentido recuerdo a todos los consocios desaparecidos.
Vuestro siempre.
Félix Pérez, centrocampista (1922-1928)
Para mí, el Real Madrid, futbolísticamente es todo: un Club señor y de solera. A él le debo mi afición y todo lo que fui: internacional y olímpico.
Últimamente, me di cuenta perfecta que era mi único Club cuando, al marcharme de él, se me terminaron la afición y el entusiasmo por el deporte.
En los últimos años, y por distintas causas, quizá el equipo no esté a la altura que a este gran Club corresponde; pero esto les ocurre solamente a los grandes clubs.
Mi admiración y simpatía para Santiago Bernabéu, por esa magna obra que representa el campo, sueño dorado de la afición madrileña, y mi aliento, si vale de algo para el equipo.
Jaime Lazcano, delantero (1928-1935)
EL REAL MADRID, EN MI VIDA
Al volver con mi recuerdo a mis años jóvenes, mi corazón, siempre leal y abierto, siente palpitaciones que no sé si mi pluma sabrá expresarlas con todos sus matices.
Era el año 1929. Llevaba yo jugando medio año en el Madrid…, habíamos llegado a la final de Valencia sin perder un solo partido…, y seleccionado en el equipo nacional, conseguíamos derrotar a Portugal, Francia e Inglaterra. Lazcano era famoso, como Zamora, Monjardín, Samitier, Quesada, Triana y tantos otros… La gente me saludaba, me felicitaba por mis éxitos y me invitaba a fiestas y cacerías. Todos querían ser amigos, y yo me creía alguien y soñaba como se sueña a los dieciocho años.
Pero, finalizando la temporada, fue el Madrid a jugar a Irún, y en mi visita a Fuenterrabía (lugar de primera niñez) volví en mí después de aquellos meses de triunfo. ¿Cuál fue la causa?
Acostumbrado a que todo el mundo me llamara Lazcano, creía que era yo, y solo yo, el que había ganado el nombre, la popularidad, la fama; pero al pasar junto a las casitas bajas de los marineros, a cuyas puertas velaban las mujeres de los bravos hombres de mar, oí que decían unas a otras en su lengua vasca, pensando sin duda que no las entendería: “Au dec Lazcanon semia”, que quiere decir: “Este es el hijo de Lazcano”.
Al momento se me heló la sangre, se me paró el corazón y desperté de mis sueños de niño. ¿Qué me sucedía? Pues nada menos que, como si hubiera olvidad que tenía un padre, que en un primer viernes de mes, día del Sagrado Corazón por más detalle, se fue al cielo después de comulgar, de repente esas sencillas marineras, a cuyos hijos tal vez mi padre viera nacer y a los que tantas veces curara, así como a sus valientes maridos, me recordaban en aquellas palabras que hay un padre que nos da la vida, el nombre y todo lo que somos. Y entonces, caída la venda de mis ojos, vi mi vida infantil con madre joven, acariciando a sus dos hijos y temerosa de su porvenir al verlos tan niños y sin padre, y comprendí que en mis ilusiones y sueños no veía, esto es, que si un padre me llevó Dios, otro medio para que me ayudara, protegiera e hiciera hombre.
Y ese para fue para mí el Real Madrid.
Así lo recuerdo y lo confieso con toda mi lealtad. Paréceme que era ayer cuando, pasada mi niñez junto a mi madre en tierra Navarra, al llegar a los dieciocho años, gracias al tesón y decisión que sabe poner en todas sus valientes empresas, un hombre bueno, cariñoso y amable como Santiago Bernabéu, tuve la suerte de venir al Real Madrid.
Y al calor del Madrid pasé mis años difíciles de estudio, de gloria, de triunfos; y este Club, cual si fuera mi padre, me ayudó en mi carrera, cuidó mi vida y aconsejó y hasta regañó cariñosamente, en tal forma, que no puedo menos de confesar hoy que lo que en mi padre perdí, en el Madrid encontré.
Por eso en estas Bodas de Oro, al recordar a este mi Real Madrid como pare y educador de tantos como yo, ¿será mucho que yo me atreva a pedir que, como símbolo de esta gran fraternidad de este Club señor y prócer entre los que más, se perpetúe esta su hidalguía y deportividad erigiendo una estatua al hombre más representativo de su historia en estos diez lustros, al más fiel y entusiasta de sus hijos, su actual presidente, don Santiago Bernabéu? ¿Y que seamos también los jugadores de estos cincuenta años los que firmemos unánimemente tal petición? Con mi agradecimiento y mejores votos para el Real Madrid.
Julio Gómez de la Serna, defensa (1913-1918)
Hablar del Real Madrid tiene siempre para mí la misma emoción (grata y nostálgica al mismo tiempo) que hablar del mejor periodo de mi juventud. Como socio y como jugador, mis recuerdos más luminosos han estado y están unidos al Club blanco. Días de entrenamiento y de partido en el simpático terreno (sí, de tierra) de Narváez y O’Donnell. Evocación de aquel wonder-team, en el que era yo el único que debía suplir mi falta de clase, comparada con la de mis otros diez compañeros, con mi entusiasmo por el fútbol y por el Madrid, que me permitió llegar a aquel equipo primero, y hasta capitanearlo. Nombres inolvidables de co-equipiers: primero, los desaparecidos prematuramente Sotero Aranguren, Machimabrrena, Irureta, Erice (mi compañero en la zaga), Sansinenea, De Miguel, jugadores extraordinarios; luego los que por fortuna viven (¡y ojalá llegues a asistir al centenario de nuestro Club!), Santi Bernabéu, los Petit, Eulogio Aranguren, Castell, Teus (tan ágil periodista ahora como ágil goalkeeper antes), Sicilia (entrañable amigo), el insustituible Pablo Hernández Coronado, Ricardo Álvarez, Juan Antonio Sánchez de Ocaña (hoy nuestro gran secretario)… Y tantos otros ex jugadores y amigos cordiales. Los vaivenes y los distintos quehaceres de la vida nos han separado pasajeramente. Pero cuando volvemos a encontrarnos en el magnífico Estadio de Chamartín del Real Madrid (al que yo añadiría “…y de Santiago Bernabéu”), se comprueba una vez más que la amistad es uno de los pocos valores que perduran en la vid… ¿Verdad, Chulilla, Bernardo Menéndez, López Quesada, Muguiro, Gandarias, Vinardell, etc? ¿Qué vuelvo la vista atrás? Es inevitable, y lo hago gustoso. Porque hoy la maquinaria futbolística (organización, juego, propaganda, público, etc.) quizá se haya engrandecido; pero en ese periodo nuestro, de jugadores y de público amateurs (y dejando aparte motivos sentimentales), el deporte del balón tenía, a mi juicio, una cualidad y una calidad espirituales, sí, absolutamente desinteresadas, que actualmente faltan. Nosotros no cobrábamos más sueldos ni otras primeras que… las lesiones. Pero, en fin, a pesar de todo, y viviendo al día, volverá el Real Madrid a ser campeón de Liga y de Copa muchas veces más. ¡Qué se le va a hacer, queridos enemigos! En estas bodas de oro del Real Madrid, del Club ‘señor’ siempre, en el mejor sentido de la palabra (esto lo reconocen hasta los rivales, incluso esos espectadores que gritan aún a los ‘merengues’), hay muchas páginas escritas con el oro de la gloria futbolística, que es también una gloria a su manera. ¡Qué horas gozosas hubiera pasado con estas bodas mi antiguo presidente y querido amigo, socio número 1 del Club y número de deportistas, de caballerosidad cordial! Me refiero, naturalmente, al añorado Pedro Parages. En esta celebración todos los que le conocíamos le recordamos con igual afecto. Que nuestro querido Club siga ocupando su puesto cada vez más señero otros cincuenta años… Y que los amigos de aquel tiempo nuestro y yo lo veamos…
Manuel Olivares, delantero (1931-1934)
Me siento orgulloso de haber defendido varias temporadas los colores del Real Madrid C. de F., para lo cual, con mi modesta colaboración, conseguimos dos Campeonatos de Liga y uno de Copa.
Asimismo me satisface hacer constar que, para mí, el Real Madrid C.F. es el mejor equipo, el de más solera y el más señor de España.
Nazario Belmar, centrocampista (1941-1950)
REAL MADRID CLUB DE FUTBOL O ESCUELA DE CABALLEROS
Apremios de espacio me obligan a comentar solamente alguno de los aspectos que he tenido ocasión de vivir personalmente durante la larga etapa de jugador en activo a su servicio.
En el mundillo interno del fútbol, como en la vida general, existe una propensión notable a caracterizar organismos por aquellos rasgos típicos que mejor le definen, y así se dice de un club que es copero, del otro bronco, de aquel modesto, como si el adjetivo constituyera un segundo apellido que le encuadrar en una familia determinada y de la que nunca podrá renegar. Los que la fama pone en todos los labios cuando hay que referirse al Real Madrid son SEÑORIAL, CABALLERESCO O RICO, por cuanto la riqueza compendia en la imaginación de la masa las anteriores virtudes. Y esto tiene su porqué. Para obtenerlos han sido necesarios los mayores sacrificios en aras de una recta ética deportiva y humana, que son los que yo pretendo resaltar para ejemplo de todo el mundo y en homenaje a un historial fecundo como el que nos ocupa.
Y me baso en esto:
Cualquiera de los jugadores que vienen a enrolarse en sus filas se ve gratamente sorprendido por la exquisita amabilidad y afecto que desde un principio se le brida. En los rostros de las personas responsables del Club siempre hay para él una sonrisa de simpatía y una palabra de aliento; y esta postura inicial será tónica de siempre, porque ello es un ‘modo de ser’, y el Real Madrid no sabe de mezquindades, de groserías ni de mal estilo. A el se llega como Dios quiere que sea, pero para convivir en armonía con quienes lo forman no hay más remedio que adaptarse o vivir en solitario, para terminar marchándose.
Cuanto antecede sería menguado don si no estuviera respaldado por el preciado talismán que abre todas las puertas: el dinero. Pero tal no es un defecto, ya que por el modo humano y elegante que tiene que ofrecerlo hace que eleve el nivel social de sus jugadores y familiares, llevando el bienestar a muchas casas.
En fin, es tan generoso en todo y con todos, que para mí es un timbre de orgullo seguir su bandera y, ahora como antes, ofrecerle mi cariño y mi modesta aportación en una fervorosa adhesión.
José Quirante, centrocampista (1906-1908) y entrenador (1928- 1930)
¡Real Madrid F.C.! Al conjuro de este nombre, cuántos recuerdos dormidos cobran ida y cuántas añoranzas del pasado reviven en mi memoria. Digno nombre de tan brillante historial, tan brillante y tan caballero, que, para ensalzarte como mereces sería necesario pluma más ilustre que la modesta mía. Todos los que de cerca te hemos visto crecer o tomamos parte en tu desarrollo, no podemos por menos de sentir orgullo de haber cooperado para alcanzar esta maravillosa madurez. A mí, en particular, me cupo el honor de, como jugador, conquistar para ti dos Campeonatos de España (1907 y 1908) y, más tarde (1929 y 1930), contribuir modestamente aleccionando con mi experiencia a nuevas generaciones de jugadores, a los precursores de este nuevo Eldorado.
¡Real Madrid F.C.! Los que hoy dirigen tus destinos solicitan para tu Libro de Oro, en tus bodas, unas líneas de opinión de ti, y al tomar la pluma para llevar a las cuartillas esta opinión, he quedado en suspenso, con la mirada fija, sin ver, y por mi mente van desfilando, como en proyección cinematográfica, toda tu vida y tus afanes dedicados a la práctica del deporte, del fútbol el particular, y en esta insensibilización de mi ser no sé cuánto ha durado, si segundos o tus cincuenta años de vida, para encontrarme al final con la mágica palabra del principio: ¡Real Madrid F.C.! Y es que tu eres eso; que más da que la suerte te sonriera o la desgracia se cebara en ti; eran avatares del deporte, que, fuera cual fuera tu suerte, la llevaban con gesto de gran señor, como corresponde a tu historial y a tu nombre: ¡Real Madrid F.C.!
Y así se formó tu historia, digna y brillante, hecha de sinsabores y alegrías, curtiéndote a todos los vientos y seguir siendo lo que siempre fuiste: ¡Real Madrid F.C.!
Cuánto camino andado desde aquellos tiempos de O’Donnell, pasando por Ciudad Lineal, hasta llegar a tu magnífico Chamartín, donde te deseo con todo mi corazón sigas escribiendo tu historia, tan brillante, hermosa y caballeresca como siempre, para orgullo de España, de Madrid y de tus seguidores.
¡Gloria a ti, Real Madrid F.C.!
Antonio López Herranz, delantero (1935-1940)
León A. C. Club de Fútbol.
León, Gig., México.
Al Real Madrid C. de F. en la conmemoración de sus Bodas de Oro, a pesar de la distancia que geográficamente me separa, tengo la satisfacción de decir que mi mayor orgullo fue el haber vestido la camiseta blanca, y solo me resta decir que, como Club, de todos cuantos he conocido en mis veintidós años ininterrumpidos dentro del fútbol profesional, y después de haber visitado casi toda la América, de Norte a Sur, este gran Club que es el Real Madrid puede ponerse como modelo de organización, rectitud y honradez, deseándole con tal motivo, lo mismo que a las personas que lo regentan, una larga vida llena de triunfos.
El Real Madrid en su Libro de Oro (1)
El Real Madrid en su Libro de Oro (2)
El Real Madrid en su Libro de Oro (3)
El Real Madrid en su Libro de Oro (4)
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Desde luego, el leer las líneas escritas por estos futbolistas que forman , ya para siempre, parte de la historia del Real Madrid FC te trasmite entusiasmo... pasión, por uno color y un escudo.