Diecisiete niños sentados en la hierba de un campo de fútbol frente a una de las porterías escuchando a su entrenador. Todos menos uno llevan camisetas de Messi. No todos llevan la misma; algunas son del Barça, varias de la selección argentina. Supongo, por consiguiente, que tanto los niños como el entrenador son de esa nacionalidad. Sólo vemos el rostro de uno de los niños, el que está más cerca del entrenador, asomando por detrás de la cabeza de uno de sus compañeros. Los demás están todos de espaldas a nosotros mostrando sus dorsales. Uno de los diecisiete, el que está sentado más a la derecha (a la izquierda del entrenador), lleva una camiseta del Real Madrid, concretamente la de Cristiano Ronaldo.
Hasta aquí la descripción más objetiva de que soy capaz de la foto que pueden ver ustedes mismos ilustrando este artículo. Una descripción bastante detallada si se compara con la de Las meninas de Velázquez en el inventario del Real Alcázar de Madrid de 1666: retrato de "la señora emperatriz infanta de España con sus damas y criados y una enana".
Al parecer, nadie llamó a Las meninas así hasta doscientos años después de que el cuadro fuera pintado. Con esa palabra portuguesa se denominaba a los niños de familia noble que estaban al servicio de la reina o de sus hijos. La obra maestra de Velázquez se conocía previamente como La familia de Felipe IV. El título parece excesivo, ya que el rey, en efecto, aparece reflejado en un espejo junto a su segunda esposa, Mariana de Austria, pero ninguno de los siete hijos del primer matrimonio del monarca con Isabel de Borbón figura en el cuadro. Sólo Margarita, la "señora emperatriz" y primogénita de Mariana, es la que aparentemente posa en el centro de la composición. Digo aparentemente porque en Las meninas nada está muy claro, sobre todo quién observa y quién es observado. ¿A quién miran fijamente la infanta y el propio pintor? ¿A los reyes? ¿A otro espejo quizá? ¿Al espectador? ¿Y a quién retrata Velázquez? ¿A los reyes? ¿A sí mismo? ¿A la infanta?
Esas mismas preguntas me asaltaron al ver la foto de los pibes. ¿A quién retrata el anónimo autor? ¿Al entrenador? ¿A los émulos de Messi? ¿Al único de ellos que ofrece su rostro a la cámara? ¿O al que lleva la camiseta de Cristiano?
Piensen en cómo inventariaría el responsable del Alcázar la foto. Hay varias posibilidades. Retrato de un entrenador y sus jugadores sería una. Equipo de fútbol infantil, otra. Son tan insatisfactorias e imprecisas como llamar La familia de Felipe IV a Las meninas. Si las especulaciones sobre las intenciones de Velázquez han servido para llenar cientos de páginas, no creo que nadie ponga en duda que lo que movió a nuestro desconocido fotógrafo a inmortalizar ese momento del entrenamiento fue la presencia de un "menino" (como lo llamaría su ídolo) entre tanto pibe. Es el jovencísimo madridista el que justifica la instantánea y, sobre todo, su posterior difusión.
El protagonista de Los pibes es, por tanto, el excepcional muchacho que luce el 7 de Cristiano a la espalda, ajeno a la manifiesta superioridad numérica de los adoradores de la Pulga. Retrato de un madridista con su equipo y un entrenador; así es como registraría yo en mi inventario particular esta foto. Porque ni siquiera podemos asegurar sin riesgo a equivocarnos que los otros dieciséis niños sean culés, al menos no los cinco que llevan la camiseta albiceleste. El menino, en cambio, es indudablemente madridista, no sólo admirador del jugador portugués.
A mí me parece además que nuestro menino se ha sentado en la última fila porque lo que sea que les esté contando el entrenador no le interesa demasiado. Con esos pelos largos el míster me recuerda al Ratón Ayala, así que no me extrañaría que fuera simpatizante del Atleti y, por tanto, admirador de Simeone. Al menino las perogrulladas del partido a partido y similares le entran por un oído y le salen por el otro. También cabe la posibilidad de que el entrenador, como buen argentino, sea un menottista. El Flaco también llevaba el pelo largo. En tal caso, si lo que está escuchando el menino es una chapa sobre el achique de espacios y la ontología del doble pivote, comprenderán que se haya alejado lo máximo posible del sermoneador. Todo lo que el menino necesita saber sobre fútbol ya lo aprende viendo jugar a su ídolo en el Real Madrid.
Queda una última incógnita que resolver, y es quién es el autor de la fotografía. Aquí también tenemos que recurrir a la imaginación y aventurar hipótesis. ¿Se trata quizá del padre del menino? Es lo que a mí me gusta pensar. Alguno podrá decir que la composición, esa simetría que sitúa al entrenador en el punto de fuga, cúspide de un triángulo cuyo vértice inferior derecho ocupa el menino, contradice esa posible autoría. Cualquier padre, y el del menino tiene motivos para estar especialmente orgulloso, habría privilegiado en el encuadre la figura de su retoño poniéndolo en primer término. Sin embargo, sólo desde donde está tomada la foto se pueden ver claramente todos los dorsales. Sólo sacrificando el centro de la composición el menino se convierte en el centro de atención. El padre, que obviamente también es madridista, sabe que la blanca y radiante atraerá irremediablemente la mirada de todos los espectadores entre tanto colorinche. Si a Wally, en lugar de una camiseta de rayas (rojiblancas en su caso), le hubieran puesto una del Madrid, el juego de encontrarle no tendría maldita la gracia.
Cuando la foto circuló por redes sociales, los messiánicos la reivindicaron como prueba irrefutable de la superioridad de su líder. Hay que ser miope. Afirmar semejante cosa equivale a pensar que Las meninas es el retrato de grupo de unos enanos y unos criados en el que, de refilón, se ve a una infanta y, de fondo, a unos reyes. La superioridad numérica es la más ramplona de las ventajas. Por muchos que sean, los pibes se limitan aquí a acompañar al menino. Troppo vero.
Número Tres
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En esta santa casa hay artículos que pasarán a la historia por su calidad, su temática y por todo lo que representa para el madridismo y el fútbol en general. Sin duda alguna, desde mi punto de vista, estamos ante uno de ellos. Así que me levanto para aplaudirte, Nacho; y no quiero extenderme porque quiero volver a leerlo.
Sólo un apunte sobre la descripción de Las Meninas: si no lo han hecho, les invito a que se tomen un tiempo para leer la descripción que hace Michel Foucault del cuadro de Velázquez, en el capítulo I de su libro "Las palabras y las cosas". La descripción es minuciosa, exhaustiva y exquisita; una de mis preferidas de cómo explicar con arte algo. Aquí tienen ese capítulo I, pero mucho mejor sería si pueden hacerse con el libro: http://www.enfocarte.com/4.24/filosofia.html
Dios mío, qué maravillosa es La Galerna! Gracias mil por artículos como este.
Magnifico artículo, me encanta la novedad del tema y su yuxtaposición a algo tan público. Brillante forma de coser dos imágenes en principio tan dispares. Y la alusión a Wally, genial y deliciosa. Enhorabuena
Te amo Galerna, espectacular artículo.
Esa foto debiera titularse "El elogio a la personalidad"