Ayer no pude ver el partido en directo. Lo fui siguiendo a ratos por medio de Twitter y algún chat, y aquello parecía la Revolución Rusa o algo peor. Yo creí que estaba aconteciendo el sitio de Sebastopol donde no un solo Tolstoi sino muchos narraban con impresionante realismo la terrible crudeza de la guerra contra el Al Jazira, palabras mayores. Menos mal que voy cumpliendo años y empiezo a sospechar. Aunque en lo referente al Madrid no sospechar de la sangre y de los gritos sería una temeridad adolescente como cuando uno de pequeño se creía a pies juntillas las portadas de los diarios deportivos y después empezaba a perorar por ahí con una sabiduría que era como para empezar a darle golpecitos en la cabeza como al anciano de Benny Hill hasta conseguir callarle de una vez.
Yo esas cosas las pensaba pero no las llevaba a cabo, he de decir. A mí las portadas y el ruido me daban más bien igual. Yo siempre esperaba a Estudio Estadio para formarme una opinión, o mejor que eso una imagen. Los resúmenes de los partidos eran tan extensos y tan vivos y tan planos que apenas dejaban sitio para la manipulación informativa. Yo viendo aquel programa los domingos por la noche me sentía tan ilusionado como Orwell en la Barcelona del POUM. Se iba uno a dormir contento y presoñador recordando todos esos detallitos del Buitre (los ponían todos esos detallitos, de verdad, y además se regodeaban en ellos) para intentar emularlos al día siguiente en el patio del colegio.
Vi el partido más tarde y me acordé de Estudio Estadio y de todo ese respeto informativo acabado, esa pausa valorativa que sin duda debía de servir para aplacar esos ánimos populares, al contrario que los programas y locuciones actuales donde mayormente encienden una hoguera y luego bailan alrededor del fuego periodistas y exfutbolistas y otros hombres y mujeres de fortuna sucediéndose así los rituales en las casas y en las gradas de los estadios y en los bares como si se viviera de aquelarre en aquelarre y no de partido en partido. Y no sólo me acordé del Estudio Estadio auténtico por los comentarios de los comentaristas en los que subyacía sin remedio una fijación malsana por los "errores" en el juego del Madrid en detrimento de la constatación de un más que notable juego sin aciertos en la portería contraria, sino precisamente por ese más que notable juego, que nada, absolutamente nada, tenía que ver con lo que transmitía el infierno de Twitter, o incluso mis chats más serenos.
Hice la prueba y aparte de la locución de Televisión Española probé a escuchar otras locuciones radiofónicas y entonces comprendí el por qué del sitio de Sebastopol o, más que eso (más quisiera semejante estilo), el por qué de esas batallas all estilo de Mad Max o al aguafuerte goyesco emborronado en Twitter o en el bar de donde sale entreverado el odio más absurdo y más antiguo. Es la fantasmal ausencia de gol, no la que genera la crítica soez y violenta y soterrada sino la que utilizan todos esos voceros, profesionales y aficionados, para presentarnos ávidos el Guernika cada día que juega el Madrid. Ya no es subjetividad sino carroñerismo.
Pero no es una historia nueva, naturalmente. Lo que sí son nuevas son las formas, y si no nuevas sí son formas subidas un peldaño más en esta escalada "informativa" cada vez más cercana al periodístico hooliganismo, incluso al violento, contra el Real Madrid. Luego, o ahora mismo, algunos se echarán las manos a la cabeza, pero ese odio exacerbado, ancestral y salvaje no lo provoca el Madrid sino quienes hablan del Madrid. Y todos, salvo escasísimas excepciones, no es que hablen mal sino que cuentan extraordinarias bajezas, algunas pronunciadas con inimitable grosería y otras con siniestro engolamiento de alipori y cobarde preponderancia monjil cuando no se trata de la equidistancia cómplice, que han ido calando y siguen haciéndolo en el dúctil y maleable caletre del aficionado.
El escarnio público (único y exclusivo en el mundo) al que son sometidos uno detrás de otro los jugadores del Madrid (actualmente es Benzema el muñeco del pim pam pum: al respecto diré que su juego mantiene intacta su elegancia y la caprichosa intensidad de su genio, y que el equipo más que un nueve necesita un exorcista), exagerando sus defectos y obviando sus virtudes, magnificando esos fallos para ponerlos a la altura de las inmoralidades (las inmoralidades dentro de esos principios de Groucho Marx, por supuesto) demuestran esta persecución sedienta e implacable y metida intramuros (casi intravenosamente) donde a pesar de todo, como dice el proverbio árabe, tal es la grandeza incomparable del Madrid: los perros ladran pero la caravana avanza.
El Madrid da de comer a todos estos opinadores, ex jugadores, expertos y demás ralea. Si no, ¿cómo se explica la extraordinaria cantidad de horas de programas "deportivos" que dedican más del 60% de su tiempo a "informar" sobre el Madrid y su perpetuo estado de crisis. Una crisis que se traduce en tres de las últimas cuatro champions ganadas. Al parecer el negocio mejora si lo que sirven es carroña a sus oyentes y lectores. ¿Si la información es sobre lo mal que le va al Madrid, se vende mejor? Estoy empezando a creer que es así.
Por otro lado, la encuestita de ayer en estudio estadio, y el ridículo que hicieron con el resultado, demuestra lo bajo que ha caido ese programa que, como cuenta don Mario, fue el programa de fútbol con el que algunos crecimos.
Saludos.
Gracias, amigo.
Tienes mucha razón. Esa animadversión hacia el Real Madrid es ya una epidemia. Con variada etiología, tal vez no del todo definida, pero que habría que (intentar) erradicar.
Está bien denunciarla, quejarse, etc. pero ¿no debería alguien tratar de contrarestarla? Es verdad que parte de su existencia se deba a la degradación del oficio periodístico, como tu bien expones al recordar al viejo Estudio Estadio, pero no solo. Este periodismo malicioso expande su infección porque dispone de un "caldo de cultivo" ya propicio, por seguir con la metáfora epidemiológica.
Diagnosticar su origen y componentes, vectores de propagación, agentes, etc. seria lo primero. Incluyendo los errores propios, por acción u omisión. (Por ejemplo, y mira que estoy de acuerdo con tu indignación, el uso de ese refrán con el cual titulas ¿no contiene una cierta dosis de arrogancia, que es algo de lo que nos acusan, y de resignación? (No es una critica, te lo puedo decir porque estoy seguro de tu inteligencia para entender mis motivaciones)
Pienso en el propio Real Madrid. Si fuera una empresa, que lo es en este sentido, ¿no debería de estar preocupado por su mala imagen? ¿Que hace su equipo de comunicación y de marketing? ¿Entienden que es parte de su trabajo? No es fácil cambiar la percepción moral (de eso trata al fin y al cabo este asunto) del público. Se tardarán años seguramente (me viene a la cabeza ahora el caso, que va siendo exitoso en este aspecto, de Bankia, por ejemplo), pero si no se empieza ya, mal iremos.
Mientras, avancemos mientras disfrutamos de Banzemá, el mejor no delantero centro de la historia.
Un abrazo.
Muy interesante tu análisis otra vez, Fernando. Gracias. De la indignación proviene esa "arrogancia" que en comparación al asedio mediático es una dulce humildad. Una caricia en respuesta a los zarpazos. Y no hay resignación, mi palabras están escritas un poco como despertador. Por supuesto que entiendo tus motivaciones, que comparto, con preguntas en cuyas respuestas se debe pensar. "Mientras, avancemos mientras disfrutamos de Benzema...", muy bueno :). Un abrazo.
De cómo uno se acostumbra a todo y se adapta a las circunstancias: ayer tuve clase durante la hora del partido y no me había llegado ni una onda de cuál habría podido ser el resultado. Subo al coche, pongo la radio y escucho a Manolo Lama gritar indignado (contra el VAR, contra el juego, contra no sé qué). Oír vociferar a este señor y saber con toda seguridad que habíamos ganado fue todo uno.
Pero si ser del Madrid es lo más divertido del mundo, no se de que nos quejamos. Sólo con ver la cara de vinagre o escuchar los ridículos balbuceos de los perioflautas, cada vez que el Madrid vuelve a ganar, casi vale más que todos los títulos ganados y por ganar.
Si algo ha demostrado el equipo los últimos años, es que ganará o perderá, pero en sus victorias o derrotas nada influyen las opiniones de periolistos o aficionados, a favor o en contra. El equipo está en otra órbita y no me parece mala idea que permanezca allí.
No veo normal que se acepte con normalidad que un equipo del nivel del Al Jhazira nos meta dos goles y nos haga otras tantas ocasiones. Acepto la mala suerte y la falta de punteria cuando es ocasional, pero cuando dura 4 meses, ya no es mala suerte o un problema coyuntural, es algo mas. Desde que comenzo la liga apenas he visto tres o cuatro partidos en los que no se haya sufrido lo indecible para ganar. Si todo esto se acepta con naturalidad y sin ninguna autocritica yo ya no conozco al Real Madrid.
¿Sin ninguna autocrítica? Pues menos mal.
Por cierto, si dice usted que el Madrid recibió dos goles tendrá que aceptar que marcó cuatro al menos.
Querido Fernando, dice usted con buen tieno que "Si fuera una empresa, que lo es en este sentido, ¿no debería de estar preocupado por su mala imagen? ¿Que hace su equipo de comunicación y de marketing? ¿Entienden que es parte de su trabajo?"
Todos lo pensamos. Pero le voy a dejar una reflexión que vengo haciendo desde hace tiempo: yo, cada día tengo más claro que esa es la clave, que el Madrid es una empresa "planetaria", "multinacional". Y esa mala imagen de la que todos somos conscientes se da en grado sumo en España. Fuera de nuestro país lo que existe es respeto, admiración, temor incluso por parte de los que no son madridistas. Y nuestro mercado es tan grande que la prensa española tiene un peso menor en ese todo.
Confío en que esa internacionalización del club acabe también ayudando en este sentido y dejando retratados a esa minoría de opinadores españoles.