Estos de La Galerna siempre con el Real Madrid a vueltas, como si no hubiera otra cosa de la que hablar. A ver si dejan de mirarse el ombligo y me dejan colocar un artículo más elevado, un análisis objetivo y desapasionado de la campaña que han realizado los equipos españoles en la Copa de Europa, que hay fútbol más alla de Concha Espina, aunque les cueste creerlo.
Arrancó la temporada con buenos augurios y mejores esperanzas, ya que España había conseguido colocar cinco equipos en la Liga de Campeones: el siempre solvente F. C. Barcelona, el inevitable Real Madrid, los aguerridos Sevilla y Atlético de Madrid (que algún año tendrá que ir a recoger la copa que les debe el fútbol) y el sorprendente Villarreal, que ganó la edición anterior de la Europa League (en un descuido de los colchoneros y los palanganas, sus habituales detentadores). El sorteo repartió la suerte de modo dispar: grupos tremendos para los indios (todos los equipos tenían ya alguna Copa de Europa en sus vitrinas) y los culés (dos antiguos campeones de Europa, también), fáciles para amarillos y merengues (las célebres bolas calientes) y un grupo trampa para los sevillistas (con los tapados Lille y Salzburgo, aparentemente asequibles).
El caso es que empezaron a jugarse los primero partidos y ya se vio que el Real Madrid no iba a llegar muy lejos, tras el ridículo que hizo en su propio campo ante el Sheriff de Tiraspol. En las jornadas siguientes se fue evidenciando que el Villarreal iba a dar guerra, el Atlético de Madrid sufriría, lo mismo que el Sevilla (que fue pinchando reiteradamente), que al Real Madrid lo salvaría la suerte, como siempre, y que el Barcelona se disponía a adoptar una estrategia astuta, consistente en clasificarse para la Europa League y así añadir ese trofeo a su colección: la jugada sorprendió a sus rivales, que no tuvieron más remedio que rendirse a su eficacia, cediendo la tercera plaza del grupo al equipo catalán. Por desgracia para el Barcelona, también el Sevilla ocupó esa posición en su grupo, lo que aumentaba la calidad de los competidores en la Europa League, que pasaba a ser más fuerte que la propia Liga de Campeones. Finalmente, el Real Madrid lideraría su grupo, Atlético y Villarreal serían segundos en los suyos, en tanto que andaluces y catalanes ocuparían la tercera plaza en los que les correspondieron.
En este punto, se bifurca el análisis de las trayectorias de nuestros equipos: por una parte, los tres que continúan en una Copa de Europa devaluada tras la eliminación del coloso azulgrana, y por otra los que persiguen la gloria de una Europa League súbitamente revalorizada. La primera línea nos lleva a un sorteo bochornoso, que empezó emparejando al Real Madrid con el Benfica, pero que se modificó torticeramente para evitarles a los blancos un rival tan duro (recordemos que estaba en el grupo del Barcelona, donde quedó segundo) y acabar por depararle un rival sin alcurnia europea, un recién llegado, con más fachada que calidad. La mano negra de Florentino se dejó ver ahí, pero nadie protestó por el abuso, así que a tragar. Al otro equipo de Madrid le correspondió el Manchester United, iniciando así una insistente lucha entre ambas ciudades, y al Villarreal le tocó enfrentarse a la Juventus, en lo que parecía una tarea ardua para los de aquí.
Sorpendentemente, los tres equipos españoles eliminaron a sus rivales (el Real Madrid, con ayuda de la suerte más sospechosa que legendaria, que esta vez se encarnó en la figura de Benzema) y en la siguiente ronda afrontaron a unos equipos temibles: el submarino amarillo se vio las caras con el Bayern, gran favorito para hacerse con el trofeo, al que eliminó contra toda esperanza. El Real Madrid luchó contra el Chelsea, vigente campeón de Europa, al que esta vez sólo puedo vencer gracias a Benzema y a la magia negra (si no, no se explica la resurrección tras el 0-3), junto a que previamente el equipo londinense se vio desequilibrado por una turbia maniobra del gafas, que habló con Aznar para que dijese a Putin que la liase parda de manera que los deportistas rusos fuesen descalificados (y de paso el dueño del Chelsea se viese afectado y su equipo trastornado): una versión turbia y trágica del efecto mariposa, que destruye media Europa para que los vikingos pasen de ronda.
El Real Madrid del trasnochado Carlo Ancelotti y el Manchester City del profeta Guardiola prolongaban la pugna entre los países y entre las ciudades
Pero el enfrentamiento estelar es el que puso a los colchoneros frente al otro equipo de Manchester, lo que además de un segundo enfrentamiento entre las dos ciudades (a tale of two cities) suponía un duelo entre los dos mejores entrenadores del último siglo, que unen a su sabiduría futbolera (universalmente reconocida) una elegancia en las formas, las palabras y la indumentaria que ya quisieran Cary Grant o Fred Astaire (esta última, no tan universalmente aclamada). La lucha entre esos dos titanes de la pizarra fue homérica; el choque de estrategias, feroz. Baste decir que, entre los dos partidos, se llegó a marcar un gol y que algún equipo consiguió terminar un partido sin un solo disparo a puerta; una eliminatoria que se estudiará en las escuelas de entrenadores durante años, con muchas flechas en las pizarras. Lamentablemente, uno de los dos tenía que ser expulsado de la lucha y fue el argentino: sic transit gloria mindundi.
Para las semifinales, dos equipos españoles y dos ingleses dirimen la hegemonía europea. El cada vez más sorprendente Villarreal pierde con el Liverpool en la ida, inicia la remontada en su estadio, pero termina hincando la rodilla: aplausos para ellos, demasiado lejos llegaron para su cotización inicial. El Real Madrid del trasnochado Carlo Ancelotti y el Manchester City del profeta Guardiola prolongaban la pugna entre los países y entre las ciudades (momentáneamente empatada). El recuerdo de lo acontecido está demasiado fresco como para que haya necesidad de traerlo aquí; baste decir que a los efectos secundarios habituales (angustia, depresión, úlceras gástricas) connaturales a las victorias blancas hay que añadir uno inesperado: la caída de precio de las banderas japonesas, que antes se fabricaban mediante un sofisticado proceso industrial y hoy millones de aficionados (no sólo del City) elaboran sin más que sentarse sobre un lienzo blanco.
Volviendo ahora la atención a la otra competición, esa Europa League de campanillas, los culés y los sevillistas se encontraron con otro glorioso equipo hispano, el Real Betis Balompié (honor a un club que lleva el término “balompié” en su nombre), junto a la Real Sociedad (tan cara a algunos galernautas) y otras potencias del nivel del Braga, el Mónaco, el Leverkusen o el Nápoles. El equipo donostiarra cayó enseguida, y poco después lo hicieron los dos clubes andaluces, dejando sobre los hombros del Barcelona la responsabilidad de traer a España el trofeo. Ciertamente, se le consideraba el favorito desde el momento en que cayó de la Champions (mejor dicho: desde que siguió la estrategia bien diseñada para llegar a su meta, la Europa League), tanto más cuando eliminó primero al Nápoles y luego al Galatasaray, esas leyendas. Ya el encargado de esculpir la copa (que estaba ocupado grabando el nombre de Messi en el Balón de Oro de este año y de los dos próximos) se disponía a escribir con su buril “Barcelona” en el lugar reservado al ganador cuando un cataclismo lo desbarató todo: el Eintracht de Frankfurt hizo descarrilar el expreso azulgrana al ganar en el Camp Nou por 2-3; los tantos de Busquets y Depay no bastaron para superar el triplete salchichero. Los aficionados madridistas conocen bien lo que se siente: también el equipo alemán se enfrentó al madrileño en un partido importante, en 1960, y también metió 3 goles, mientras que solo dos jugadores madridistas consiguieron profanar la meta teutona (Di Stéfano y Puskas, dos futbolistas de cierto talento, que no oso contraponer a Busquets y Depay).
el Real Madrid está haciendo lo de siempre: pasar sin jugar a nada, con mucha suerte y una gran pegada
Al día de la fecha, con las competiciones casi cerradas, cabe decir que la campaña española en Europa ha sido notable, con un papel destacado del Villarreal y muy meritorio del Atlético (que solo cedió ante el mago de las pizarras) y del Barcelona (apeado por el mítico Eintracht, cuya alineación saben recitar todos los niños); el Sevilla ha decepcionado levemente y el Real Madrid está haciendo lo de siempre: pasar sin jugar a nada, con mucha suerte y una gran pegada; si consigue ganar al Liverpool en París, su temporada no habrá sido mala del todo (pero si pierde, ¡ay como pierda!).
Concluye aquí este estudio pormenorizado e imparcial del recorrido de los equipos españoles por las competiciones europeas que espero que supere la censura galernauta y pueda servirme como trabajo de fin de máster en periodismo deportivo patrio; al fin y al cabo, lo que se publica en cualquier medio de prensa, radio o televisión no tiene mucho más rigor.
Getty Images
¡Qué decir!, una clase magistral de periodismo deportivo digno de “ el mejor periodismo deportivo del mundo se hace en España”, ¡ dónde sino ,se podría haber incubado!!!.Gracias por este pormenorizado estudio,imparcial,objetivo,lejos,lejísimos del periodismo de bufanda propio de otros lares.
Articulo para la historia, no cabe duda alguna
Creo que la presente semana está siendo la mejor de la Historia de La Galerna. Sublime!!
Abrazos madridistas
Llevamos desde mediados de marzo subidos en la ola. (con la excepción del 0-4). Esta es la temporada de más disfrute del madridismo y de los madridistas. Si rematamos con la final, SERÁ LA GLORIA ABSOLUTA.
Xavi, después de ganar al Betis :
" Hemos ganado a los diez primeros de la Liga en la segunda vuelta ".
" Queremos ser segundos".
Esto sí que es espíritu ganador.
Contra todo y contra todos es uno de los lemas que mejor definen lo que es el Real Madrid.
Reconozco que hace años solo deseaba la derrota en competiciones internacionales de un equipo “español” . Luego se fueron añadiendo , casi a la vez, At. de Madrid , Valencia y Sevilla. Ya, en estos últimos años, he incluido al Villarreal (de pueblo y modesto , nada...”señores” Roig...).