El Real Madrid es una organización cuya misión consiste en hacer sufrir a propios y extraños por igual, según parece. La gran mayoría de las ocasiones la diosa de la victoria lo bendice; pero que nadie se equivoque, esto no bastará para saciar los apetitos de sus seguidores, empecinados siempre en deseñar lo bueno debido a su irracional deseo de lo perfecto.
La última semana nos ha traído un episodio más de lloros paradójicos –como les llamo yo–, y que consisten en cosechar una victoria que no vendrá acompañada de la natural algarabía que se le supone a conseguir el más elevado objetivo del deporte, que es ganar. Primero ante el Leganés en liga y después frente a la Real Sociedad en copa, el Real Madrid ha obtenido nuevamente sus objetivos. Los malquerientes de toda la vida ladran y se desgarran las vestiduras, como resulta obvio, pero no solo ellos. Además una gran parte de la parroquia blanca, supongo yo que inoculados por la virulencia del relato mediático, dicen aquello del: “Sí, ganamos pero…”.
Luego repiten, creyendo que es producto de su propia inventiva, los tres o cuatros lugares comunes de siempre que los “periodistas” deportivos escupen una y otra vez en concordancia con el decálogo goebbeliano. Son alienados, pues, a quienes les han robado la posibilidad de disfrutar con las venturas y desventuras del club deportivo más grande que jamás haya existido en este planeta. Hablan de “autocrítica” a la menor provocación, pero no se aplican a ellos mismos el cuento. Exigen que Ancelotti cambie de parecer, pero ellos no están dispuestos a hacerlo: haga lo que haga el italiano van a darle palos porque sus ataques no son un ejercicio de la crítica, hija esta de la razón, sino de la simple inquina, que es reactiva y visceral. La crítica es fundamental en la interpretación de los escenarios de la vida, pero debe ser analítica y, sobre todo, debe buscar encontrar soluciones en medio de una crisis. Ejercer la crítica debe ser ante todo un acto sereno. ¿Alguien confiaría en un general que da gritos y es incapaz de controlar sus emociones? Pobrecitos míos, Dios les ha dado el privilegio de acogerlos bajo su manto inmaculado, pero ellos insisten en revolcarse en los fangos de lo cotidiano. Tales son las trágicas dimensiones de su estulticia.
el Madrid encarna con nobleza los valores de las prácticas empresariales y el deporte, mientras los otros, los de azul y escarlata, se hunden en los hervores fétidos de sus propias inmundicias
Desde el punto de vista de la gestión empresarial, que es en el que me desenvuelvo profesionalmente, el Real Madrid es paradigmático. Ha sido capaz de forjar una cultura intachable, sobre todo bajo la gestión de don Florentino Pérez. Para nadie es desconocido el peso de la marca Real Madrid, su visibilidad planetaria y el hecho (reservado a poquísimas entidades) de haberse consolidado como patrimonio cultural global. Más no se puede hacer, salvo que un buen día descubramos que existe vida inteligente en otros planetas y hacia allá tengamos que llevar de inmediato las glorias de nuestro equipo.
Mientras eso sucede, el Real Madrid sigue siendo el estándar definitivo de la excelencia. Este debería ser el punto de partida de cualquier reflexión ulterior, sobre todo a la luz de los acontecimientos recientes y las nuevas revelaciones en torno al Fútbol Club Barcelona, esa tropilla envilecida y ruin gestionada por felones a tiempo completo. Más claro ni el agua: el Madrid encarna con nobleza los valores de las prácticas empresariales y el deporte, mientras los otros, los de azul y escarlata, se hunden en los hervores fétidos de sus propias inmundicias.
Desde el punto de vista de la gestión empresarial, que es en el que me desenvuelvo profesionalmente, el Real Madrid es paradigmático. Ha sido capaz de forjar una cultura intachable, sobre todo bajo la gestión de don Florentino Pérez
Si acaso hay alguien en la sala que me interpele y diga que solo hablo de números y liderazgo y esas vainas de los empresarios de saco y corbata, le digo que miente. El Real Madrid es una empresa, pero es algo más. Es un club deportivo que debe ganar si es que quiere sobrevivir. No basta con entregar un balance general impecable al final de cada ejercicio, además es necesario que la pelotita, el dios redondo de nuestro juego, sea benévolo y acceda a entrar la mayor cantidad de veces posibles en la meta enemiga. ¿Acaso el Real Madrid no ha cumplido sobradamente también en estas faenas durante la última década? Los números están ahí y son inapelables: seis Champions en nueve años. Una locura, algo inimaginable para alguien como yo que ha tenido que atravesar junto a millones de madridistas la noche oscura del alma. En el año 2010, por poner una fecha, suponer todo esto que hoy es realidad hubiera sido mucho más que un sueño lisérgico. Mi optimismo no hubiera dado para tanto. Pero pasó, sucedió, todo es verdad. Todo.
El Real Madrid no se cansa de estirar los límites de lo posible para que su historia sea la más dulce y precisa definición de la épica y la algarabía. No exagero si digo aquí que vivir todo esto desde el amor que le tengo al club ha cambiado mi vida, me ha enseñado a creer siempre y resistir, a luchar con nobleza, a entender los rigores de la autoexigencia, sí, pero también a reconocer que solo desde la calma reflexiva es posible superar los obstáculos que, como bien sabemos, no terminarán nunca.
Alguna vez leí una crónica periodística que viene a cuento. Durante la Revolución Mexicana, Pancho Villa arengaba a un grupo de hombres antes de entrar en combate. Un adulador de turno se acercó a abrazarlo lanzando un alarido para hacerse notar entre la tropa: “¡Qué huevos tiene, mi general!” Villa sonrió y dándole al lisonjero tres golpecitos con el dedo índice en la frente, le espetó lapidario: “Procura usar más estos, que son los que te van a mantener lejos del cementerio”. En el madridismo sigue habiendo muchos despistados que, como ese soldado zalamero, siguen confundiendo valentía con temeridad, y desconocen el valor de la prudencia y la pausa.
Pues eso, algunos lloran en la victoria y yo les digo que no cuenten nunca conmigo. Tengo delante de mí el escudo del Real Madrid y al verlo me he dado cuenta de algo que me viene al pelo para concluir la columna de esta semana. Entre los madridistas hay quienes escogen la cruz, pero hay otros, los que han hecho de este club una orgía infinita, que preferimos la corona. Yo no sufriré jamás viendo al Madrid cada semana, incluso en sus horas bajas. “¿Por qué eres del Madrid?”, me preguntó alguna vez mi hijo. Sigo creyendo en la respuesta que le di entonces: “Porque el Madrid me hace feliz, y para mí la felicidad es un asunto muy importante”.
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...hay quienes escogen la cruz...otros preferimos la corona...
No olvide querido amigo
Que en este amado club
Su Corona, que es de España,
Se corona con la cruz.
Por lo demás, un artículo magnífico.
Excelente, profesor. Hay que recuperar el madridismo en México, que últimamente se ven demasiadas camisetas de colores extraños por allá.
No estoy de acuerdo en que toda la gestión de Florentino Perez haya sido inmaculada. Hay un cambio sintomático cuando se aprueban las obras del estadio. A partir de ese momento la inversión en el primer equipo se ralentiza, de hecho pasa a estar fuera de los 30 primeros equipos europeos en esa estadística. Es evidente que se han conseguido éxitos, especialmente en Europa, pero también lo es que el Madrid en el campo, se ha comportado como en los despachos, es decir, funciona en base al resultado. Si se gana no se invierte y si se pierde se hace algún retoque. Eso ha provocado que, en un momento de extrema debilidad del Barcelona, no hayamos conseguido marcar un ciclo, al menos a nivel nacional. En lo económico la gestión tampoco creo que no admita críticas. La reforma del estadio ha supuesto una deuda considerable para el club, mucho más alta de lo que hubiera sido construir uno nuevo, y aún así hay muchas cosas que no funcionan. ¿Para qué queremos el costoso cesped retráctil si no se pueden realizar eventos? La estética exterior ha quedado diferente a lo que nos prometieron y la sensación general es de que obra inacabada miles de millones más tarde. ¿Es que a nadie se le ocurrió pensar en la acústica si la idea era realizar conciertos? ¿Qué estaríamos diciendo del FCB o del Atleti en la misma situación? Además también están los errores groseros cometidos en el anuncio de la Superliga, más propios de una banda de aficionados que de empresarios de primer nivel. En definitiva, Florentino es un gran presidente, el mejor, desde mi punto de vista, pero no digamos que no es criticable su gestión, porque no es cierto.