Listo como una ardilla

Mi padre es listo como una ardilla. Llevamos un par de meses en este pueblo y cuando salgo del cole, en el camino hacia casa, me las encuentro alrededor de los árboles, encaramadas a su tronco o en las ramas. Están por todas partes. Me miran inquietas, con curiosidad. A veces levantan la cola, dan media docena de saltitos y trepan rápidamente por el árbol hasta que se sienten a salvo. Casi siempre están comiendo. Esos dos grandes dientes son capaces de roer cualquier cosa, aunque yo creo que la naturaleza se los dio para que parezca que están sonriendo. No me imagino a nadie que vea una ardilla y no sonría. Es contagioso.

Estamos en un pueblo con muchos árboles y tienen todo a su alcance. Yo creo que por eso sonríen. Hay fruta, flores, bellotas, nueces, semillas… si fuese ardilla me gustaría vivir aquí. Un día, una estaba masticando y todavía sobresalían unas pequeñas y largas patas de su boca, yo creo que era una araña, aunque no estoy muy seguro. Se lo tendré que preguntar a mi padre que sabe de todo. Ya os he dicho que es listo como una ardilla. Al menos a mí me lo parece. Tiene los ojos igual que ellas, brillantes e inquietos.

Este es el pueblo perfecto. Mi padre, cuando llegó, estuvo refunfuñando unos días pero ya se le ha pasado. Yo creo que no imaginaba que se iba a encontrar con tanto trabajo atrasado. Parece que el que antes ocupaba su puesto no era muy afanoso y un día desapareció. Él no lo entiende, no hay trabajo en el mundo mejor que el suyo. Y eso que a veces cobra algo y otras no, pero nos vamos apañando y nunca le he oído quejarse. Es un hombre que sabe de todo y hace varios trabajos a la vez. En el pueblo estuvieron mucho tiempo sin encontrar a nadie que quisiera venir y entonces llamaron a mi padre. Él aceptó enseguida. Ni se lo pensó. Ahora estamos los dos muy felices. Y eso que en el equipo en el que juego son todos de Messi, pero a mí me da igual. Yo soy de Cristiano, bueno, yo soy del Madrid como mi padre. Él me dice que yo hubiese sido del Madrid aunque él hubiera sido de cualquier otro equipo.

A mi madre le costó mucho dar a luz, sufrió lo indecible. Estuvo horas y horas retorciéndose hasta que me decidí a asomar la cabeza. Dicen que fue un milagro, que ya me daban por muerto y que por eso nací Madridista.

Vamos todos a entrenar con la camiseta de nuestro jugador preferido. Yo llevo la de Cristiano y el resto la de Messi. Aquí son todos muy de Messi. Al principio me daban pena pero ya se me ha pasado. Cada uno es del equipo que le da la gana. Uno siempre elige su destino. Me dicen todos que Messi es mucho mejor pero yo no les creo. ¿Cómo puede ser mejor un jugador de otro equipo que un jugador del Madrid? No les entiendo. De verdad que no les entiendo. Mi padre dice que no les haga caso, que es cuestión de tiempo, que poco a poco, como las estaciones, todo irá pasando, que al final las camisetas de Messi se caerán como las hojas de los árboles. Y yo le creo. Si no creo a mi padre, ¿a quién voy a creer?

En el entrenamiento, cuando tenemos alguna charla, nos sentamos todos en el campo, frente a una de las porterías. A mí me gustaría tener algún sitio con bancos para hacerlo pero cuando se lo comento a mi padre me dice que eso da igual, que lo que tenemos que amueblar son nuestras cabezas.

Me suelo sentar en la última fila. Escucho igual y creo que es lo que tengo que hacer. No quiero privilegios. Soy bueno pero hay varios mejores que yo. En eso lo de la camiseta no influye. Algunos son peores y también van con la de Messi. Eso sí, la de Cristiano destaca sobre todas las demás y aunque algunas veces se ríen de mí por llevarla, más de uno me mira con envidia. No me lo dicen pero lo noto. Se pasan el día hablando más del Madrid que de su equipo. Y eso será por algo, ¿no?

Alrededor del campo de fútbol, también hay ardillas. Un día marqué un gol y al celebrarlo, cuando vinieron varios a abrazarme, miré hacia la valla y una de ellas me sonreía con sus dos paletas. Lo interpreté como una señal y ahora siempre que meto un gol busco una ardilla para saber que voy a meter otro más. Se lo he contado a mi padre y aunque se ha reído, me ha dicho que las siga buscando, que me darán suerte.

Mi padre sabe mucho de fútbol y tiene paciencia. Y con nosotros hay que tener mucha. Que sea mi entrenador  me enorgullece. Por eso me siento en la última fila. Todos saben que el entrenador es mi padre pero no quiero presumir de ello.

A veces me deja en el banquillo pero me da igual. Dice que hay que saber aceptarlo y mejorar. Yo lo intento. Intento mejorar cada día un poco más. Como Cristiano.

Cuando volvemos a casa, él me dice que en el esfuerzo está la victoria. En no rendirse nunca. En superarse día a día. Dice que el Real Madrid es el mejor club de la historia porque siempre se ha esforzado y que luchar no es una opción, es una obligación. A veces me coge las dos manos, me mira fijamente, y me anima, me anima a luchar, contra todo y contra todos, a no rendirme. A seguir trabajando. A perseguir la pelota como si fuese una baya. A mejorar, a enterrar bellotas y frutos para el invierno. A esperar la primavera. Y cuando yo le digo que soy el único que lleva la camiseta de Cristiano él me dice que Messi es bueno, muy bueno, pero que no juega en el Madrid y nunca entenderá porqué las ardillas son capaces de roer las nueces. Y sonríe. Sonríe como una ardilla.