Con ocasión del título 35º de Liga ganado por el Real Madrid, os ofrecemos las impresiones de varios de nuestros colaboradores.
Pepe Kollins
35 ligas certifican que el campeonato liguero no es algo ajeno al Real Madrid, por más que, en ocasiones, así lo parezca. El club blanco está tan vinculado con la Copa de Europa que entre el madridismo ha calado la idea de que no hay más competición que la orejona. Y aunque, sin duda, la gran competición continental ha sido el factor que ha dotado de identidad y sentido al Real Madrid, no por ello la Liga ha dejado de ser una parte fundamental de su historia.
Para el Real Madrid, la Copa de Europa es el amor de su vida. Ese romance que saca lo peor y lo mejor de sí mismo. Esa circunstancia irracional en la que no paras de pensar a todas horas y que ves en todas partes. Un tobogán de emociones que te sume en la incertidumbre del flechazo y que es acorde al riesgo de quien vive obsesionado por un objetivo.
La Liga, en cambio, es el cariño tranquilo y cotidiano de lo familiar. Una relación estable que te proporciona seguridad, pero que requiere, para pervivir, de un compromiso y cuidado sostenido, así como de una planificación equilibrada. Ganar la Liga es la mejor garantía de que te irá bien en un futuro cercano, pero también de una gran calidad de vida presente. Una alegría que se disfruta sin grandes sobresaltos, pequeños placeres cotidianos como el aperitivo del mediodía, el beso de buenas noches, o el recibimiento de tu mascota al llegar a casa.
Ganar la Liga es la mejor garantía de que te irá bien en un futuro cercano, pero también de una gran calidad de vida presente
Esta cercanía, no obstante, nos sume, con frecuencia, en riñas menores de carácter local que, en oposición, acrecientan el glamur de la pasión lejana de Europa. Pero flaco favor se haría el madridismo si desdeña el título que más veces ha ganado y que tantas veces le ha arropado en ausencia de su amada. Quizás nunca experimentemos el mismo éxtasis de la Champions con la Liga, pero difícilmente sobreviviríamos sin la calidez de su día a día y sin el nivel competitivo al que nos eleva su desempeño.
Esta Liga, conquistada a falta de cuatro semanas, ha de valorarse con justicia. Pudiera parecer un mero trámite, pero, en realidad, es un formidable indicador de lo que es ahora el equipo y, sobre todo, de lo que está por venir. Aquí, en casa… y más allá. Celébrenlo.
Jesús Alcaide (Real Madrid Televisión)
No puede ser verdad. Es imposible. Me han dado la pastilla roja de Matrix todos esos que me reiteran algo imposible, que el Real Madrid es campeón de Liga cuatro jornadas antes del final del torneo. No sólo eso. Intentan convencerme de que en breve jugaremos la vuelta de la semifinal de la Champions en el Bernabéu con la misión de remontar un único gol ante el modesto Manchester City y todo ello después de haber eliminado al Paris Saint-Germain y al Chelsea. Venga ya.
Yo soy un fiel seguidor del fútbol y del Real Madrid. Y bien que lo siento porque esta afición mía es un tormento. Siempre estoy pendiente de los sabios juicios de la prensa deportiva española, esas cadenas de radio y televisión, esos periódicos que señalan con buen criterio que este club navega sin rumbo fijo, sin modelo deportivo, sin saber a qué juega, con un técnico caduco al que pronto se le caerá físicamente el equipo. No olvido a los sabios tuiteros que intentan ayudar al bueno de Ancelotti indicando a un tipo que ha ganado las cinco grandes ligas que no debe poner a Fulanito en el centro del campo y recalcando que siempre la pifia con los cambios. Qué sabrá Carletto —por cierto a dos partidos de ganar su cuarta Champions como entrenador, sexta en total— al lado de estos eruditos que intentan ayudar al club para que salga de la decadencia.
Ahí están esos buenos consejeros que no paran de cuestionar la gestión de Florentino Pérez. Si, ya sé que esta liga es su título número 50, el 28 en fútbol. Van 22 en baloncesto. También admito que la Ciudad Real Madrid no está mal y que no tiene mala pinta ese nuevo Bernabéu que se está remozando para adaptarlo al siglo XXI. Pero aquí no hay modelo. Pero si no hay ni director deportivo, dónde vamos a parar. Al fin y al cabo, como decían en La vida de Brian, ¿qué nos han dado los romanos? ¿Qué nos ha dado Florentino Pérez?
Me dicen que no nos engañemos, que el Madrid de la próxima temporada seguirá sin modelo de juego ni deportivo, sin gol ni defensa. Otro año a sufrir
Como bien argumentaban estos sabios de micro, cámara y pluma, Karim no tiene gol, Vini es un inexperto, Modric va envejeciendo, Courtois solo es un tipo alto y el tándem Alaba-Militao tampoco es para tanto. Un equipo del montón. Lástima que no tengamos a Gavi, Nico, Riki, Rocky, Richi, Titi y Tuti. Si ni siquiera somos capaces de pasar una eliminatoria de Europa League. No es posible que sigamos sin saber cómo se juega los jueves. Intolerable.
Bueno, veo a gente yendo a Cibeles a celebrar. Pero si hasta los jugadores se han subido al autobús camino del homenaje a la diosa. Ingenuos. Con lo bien que se está escuchando a los sabios. Me dicen que no nos engañemos, que el Madrid de la próxima temporada seguirá sin modelo de juego ni deportivo, sin gol ni defensa. Otro año a sufrir.
Manuel Matamoros (madridista auténtico)
La vida pudo educarme perfectamente mal.
Mi padre era socio del Madrid, y yo su primogénito. Salté del nido materno a la selva de la relación social amparado en esa creencia. En los párvulos de los Corazonistas de Chamartín, antes de cumplir los cinco años, coincidí con un tipo bajito: José Antonio, a la moda de los tiempos. Como una sombra fraterna, desde aquellos días la amistad nos ha seguido toda la vida. Los dos amábamos el fútbol. Me daba doscientas vueltas en el manejo del balón, siempre pegado al pie, le recuerdo, dando toques mientras caminaba, en debate infinito con las tapias de las cocheras de los trolebuses, del colegio a casa y de casa al colegio. Así cada día. Martín Otín, para los compañeros, conforme a los usos de los curas, Angelita, su madre —una mujer única de forma distinta a la que cada uno somos únicos—, le decía Petón. Y así los amigos, y así hoy también sus enemigos, entre ellos, muchos de vosotros.
En los diez años siguientes, de párvulos a preuniversitarios, mientras nos hacíamos jóvenes en aquel Madrid, ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas) del verso de Dámaso Alonso, seguíamos compartiendo el fútbol y, a veces, mi carnet de socio del Madrid, o sea que lo colaba en Chamartín, y Petón celebró como un loco una liga con su Atleti. Yo celebré con mi Madrid una copa de Europa. Y nueve ligas. Como un loco.
La vida, hay que reconocerlo, pudo haberme educado perfectamente mal. Porque para ver, hay que saber mirar. Dice Petón, como un halago, que tengo una forma muy atlética de ser madridista. Celebro cada liga como si fuera la anterior. Y la anterior de todas: la primera. Por eso me parece lógico que, tras robarnos a pito armado el anterior, que pareció peligrosamente preparado, Petón no quiera hacernos el puto pasillo protocolario por este campeonato que hemos ganado en buena lid, y por paliza. Ojalá. Mejor así. Quiere quitarle importancia, que es ser atlético de una forma muy de madridista mal educado por la vida.
celebro como un niño la Liga 35: porque me muero de ganas por celebrar la 36
¡He visto a tantos quitar importancia a un campeonato! No dársela es despreciar el sacrificio que forjó cada copa de una vitrina. Hay que mirar más allá del metal brillante. Saber ver la ambición y la generosidad, la fe y la determinación, el abnegación singular y el compromiso colectivo, la solidaridad de que está hecha una copa. Ese museo del que tanto nos gusta presumir no es más que energía moral transformada en una alquimia de la que este club sabe más que todos los demás juntos.
La vida, sabiendo mirar, me educó perfectamente bien. Y siendo así que hemos ganado más de uno de cada tres campeonatos disputados a lo largo de casi un siglo, celebro como aquel niño la Liga 35: porque me muero de ganas por celebrar la 36. Que sólo vivimos aquella hazaña legendaria de mi infancia, ganar nueve de las diez ligas de una década, porque cada equipo alzó al cielo de Chamartín la liga que había conquistado con más orgullo que había alzado la anterior.
Andrés Torres (periodista en Par Producciones y colaborador de La Galerna)
Se viene la 35. La trigésimo quinta Liga. Se dice pronto. Como ocurre en Europa, nadie ha ganado tantas. Así que celebrémosla como se merece. Por todo lo alto. A lo grande. No permitamos que ningún cenizo waterparty nos intente chafar la fiesta. Conviene precisarlo porque los que ya pintamos canas —o no, en tanto que el helipuerto empieza a extenderse en la cocorota— sabemos lo que cuesta ganar las cosas. 32 años, por ejemplo.
El merengue experto sabrá al instante a que me refiero, el madridismo millenial avinagrado quizás no tanto. Son aquellos que creen que alzar tres Orejonas consecutivas es como ser tiktoker de prestigio. Son los mismos que minusvaloran unas Ligas que creen debemos ganar por decreto, cuando resulta que las normas y los retorcimientos intestinos y esdrújulos de las mismas corresponden a otros.
Una Liga en la España del Villarato ayer, hoy de Rubi, Geri y Tebi vale un Potosí, amigos galernautas.
Una Liga en la España del Villarato ayer, hoy de Rubi, Geri y Tebi vale un Potosí, amigos galernautas
Con milenials y sin milenials.
Enhorabuena por la 35 Real Madrid.
Felicidades, madridistas.
¡Celebrémoslo como se merece!
Juan Carlos Guerrero (Escritor, autor de "Fondo blanco" y colaborador de La Galerna)
Hoy habrá un buen puñado de niños celebrando la primera Liga que ven ganar al Real Madrid. Pensarán, con razón, que su equipo es el mejor, pero además creerán que es un conjunto que cae bien a todo el mundo, porque, por primera vez en mucho tiempo, el Madrid dispone de un grupo de jugadores y un entrenador a los que es imposible odiar aunque no seas aficionado blanco. Ancelotti se comporta como el abuelo del madridismo, no tanto por la edad, sino por la actitud. Los padres suelen perder los nervios a menudo, pero los abuelos siempre te sacan una sonrisa, aunque no te convenzan del todo sus acciones. El Madrid tiene al frente del banquillo a un tipo entrañable, una persona con la que irte de cañas sabiendo que vas a pasar un buen rato, y que, si tiene que contar batallitas, te puede decir que es el primer entrenador en ganar las cinco principales Ligas europeas.
Nadie puede odiar a este Madrid
Solo se puede sentir admiración hacia el grupo de jugadores que acaban de conseguir la 35ª Liga. Por esos veteranos que emocionan a los aficionados de otros equipos, porque no hay ser humano futbolero en este planeta que no quisiera tener en su club (y en su casa) a Modric y Benzema. Por ese portero gigante que ha actuado de socorrista en momentos clave y nunca ha sacado pecho por ello, respondiendo como Rafa Latorre a Alsina: “Es mi trabajo”. Por esos centrales que durante 90 minutos tienen que contradecir su naturaleza y mostrarse sobrios y sencillos. Por ese Vinicius, al que intentan provocar en algunas plazas puntillosas, pero cómo afectar a alguien que ha sufrido mofas de su propia afición y las ha olvidado, como todo, con una extrema sonrisa. Es un Madrid repleto de pequeñas historias de superación que se repuso del 0-4 en el Clásico calmando sus dudas en Vigo y ganando la Liga en Sevilla. Otros, que acabarán del segundo para abajo, se quedarán con la foto de su presidente celebrando un espejismo inútil, pero el partido de la Liga fue en el Sánchez Pizjuán, con el Madrid remontando un 2-0 y otorgando a la Liga aroma de eliminatoria de Champions. Había margen incluso perdiendo, pero el Madrid necesitaba una victoria así para sentirse en su hábitat. Y para que el resto del mundo volviera a sentir que el Madrid nunca se rinde, sin que esta vez les quede el consuelo del odio. Un equipo lleno de jugadores sacrificados y talentosos, con promesas simpáticas y leyendas humildes. Nadie puede odiar a este Madrid.
Francisco Javier Sánchez Palomares
Un año más, o menos, según se mire, y otra liga más; en este caso, se mire como se mire. Todos los títulos merecen ser celebrados, solo el inmenso trabajo de cada uno los empleados del club que los hacen posible ya obliga a ello, pero es inevitable que unos sepan mejor que otros. Y esta liga, la Liga número 35, sabe muy bien. Sabe a paradones de Courtois, sabe a boda central de Militao y Alaba, sabe a Modric maduro, sabe a gambeta de Vini, sabe a magia de Benzema, sabe a Marcelo, no por su protagonismo en la consecución de la misma, sino porque es muy probable que acabe de ganar su penúltimo título con el Madrid. Es una manera muy justa de comenzar a irse, alzando un trofeo más sobre su pelo rizado. Nadie, tenga o no el pelo rizado, ha ganado tantos títulos con el Madrid. Merece reconocimiento.
Por supuesto también sabe a Gento, que se nos fue enero y es quien más sabe de esto; ha ganado más ligas que nadie. Doce. Esta va por ti, Paco.
Muchos aficionados de otros equipos (y muchos madridistas) se preguntan cómo hemos llegado hasta hoy. Cuenta Andrés Amorós que un banderillero de Juan Belmonte, tras la Guerra Civil, fue promovido a Gobernador Civil. Al preguntarle al torero —que era tartamudo—, cómo había podido ascender de ese modo su banderillero, Belmonte respondió: “De… de… degenerando”. Algo parecido sucede con el Real Madrid, que cada vez juega peor, cada vez tiene peor entrenador, cada vez planifica menos y cada vez gana más.
Levantémonos de la silla (sea o no la de Alaba) y vayamos a celebrarlo.
Getty Images.
Esta liga, todos lo sabemos, tieno muchisimo valor. Esta liga se ha ganado a los filósofos del fútbol, a los que están en la verdad. Se ha ganado contrariamente a lo que piensan muchos sabios periodistas o estudioso del los sistemas.
Esta liga se ha ganado a Lopetegui, Pellegrini, Arrasate y Mendilibar. A Marcelino y a Coudet. A Rober y Vicente Moreno. A Alguacil y Bordalás. A todos ellos, pero sobretodo a Simeone y Koeman-Xavi.
Ancelotti está muy por encima de ellos, el Madrid está muy por encima de sus equipos.
Mucha tinta, mucha labia, mucho análisis, muchas rotaciones, muchos gráficos con circulos y flechitas. Pero el maestro Ancelotti ha sido el gran entrenador de esta liga. Muchos jugadores han brillado a alto nivel, pero recordemos, son los mismos del año anterior. Ancelotti los ha hecho crecer a niveles impensables para ellos mismos.
Pase lo que pase en Champions, por favor, no me toqueis a Ancelotti.