Jornada 38 (Última de la Liga 2019/20)
Leganés (Madrid), 18:00h., 31 de mayo de 2020, estadio municipal de Butarque.
Colegiado: Raúl García de Loza.
Alineación del Leganés: Cuéllar, Kevin Rodrigues, Jonathan Silva, Siovas, Awaziem, Rosales, Roque Mesa, Amadou, Óscar Rodríguez, Aitor Ruibal, Guido Carrillo.
Entrenador: Javier Aguirre.
Alineación Real Madrid: Buyo, Chendo, Sanchís, Hierro, Rocha, Villarroya, Milla, Hagi, Míchel, Butragueño, Alfonso Pérez.
Entrenador: Leo Beenhakker.
Ninguno de los dos equipos estaba dispuesto a desaprovechar la oportunidad. El Leganés quería ser aquel Tenerife de Valdano para dar la sorpresa, y el Madrid quería ser aquel Madrid de Beenhakker (que se presentó en Madrid en un periquete) para vengar la derrota infamante, no para los blancos, sino para el fútbol español. Todo había sido preparado a conciencia previamente. La Federación había mandado a Luca Brasi, resucitado de entre los peces, para convencer a García de Loza de volver a soplar el pito. Luca le hizo una oferta que no pudo rechazar y el exárbitro reapareció en Leganés con cara de susto.
Los locales se presentaron con el equipo de gala y quince días de descanso que les había concedido Tebas para preparar con tranquilidad el partido. El Madrid ni preguntó por qué. Ya tenía suficiente con lo suyo. Durante el calentamiento, el entrenador Aguirre daba cortos paseos de un lado a otro por la banda con un sombrero mexicano y un bigotito largo y negro y enroscado como el de Emiliano Zapata. A pie de campo confesó a los periodistas que se sentía inspirado con esa caracterización de su compatriota revolucionario.
El Real Madrid decidió jugársela no con la juventud y pujanza de sus grandes estrellas, sino con el ansia de revancha de aquellos maduros desvalijados de hace treinta años. Prefería una victoria épica a otra derrota vulgar. Había elegido saldar una deuda (cuentan que Butragueño no paraba de tirarle de la chaqueta a Florentino para que les dejara jugar) por encima de cualquier otra cosa.
El partido comenzó con asedio del Lega, entre otras cosas porque los jugadores blancos, todavía desentumeciéndose, decidieron empezar a jugar solo en su medio campo para ir cogiendo la forma. Los locales penetraban de este modo en la mitad contraria como en una discoteca, poniéndose de lado para abrirse hueco entre los madridistas que abarrotaban el lugar, y que a su vez sacaban codos y culo para no permitir que los rivales les hicieran perder el espacio. Aún así, el Leganés no dejaba de crear peligro en la portería de Buyo a fuerza de infiltraciones individuales hacia la barra.
La más clara fue una aproximación de Ruibal por la derecha, quien, a pesar de asustarse por la repentina aparición entre el bullicio (sonaba What is love) del bigotazo de Rocha, logró zafarse de él y encarar al portero gallego con la esperanza de que Carrillo estuviese en boca de gol para centrarle, pero el delantero argentino había sido secuestrado en medio de la pista por un grupo de chicas con penes de goma en la cabeza que celebraban una despedida de soltera, y que le habían obligado a bailar con ellas mientras le cantaban al oído: Baby don’t hurt me, don't hurt me, no more.
De nada sirvieron los intentos de desmarque y finalmente la jugada fue cortada por Hierro, que comenzó a animarse y a invitar a sus compañeros a que se fueran adentrando en el campo contrario, donde Cuéllar se echaba una siestecita apoyado en el árbol mezquite que Aguirre había mandado plantar en la portería para recrear mejor su idea de la revolución.
Fue en ese momento de apertura madridista cuando el Leganés, al fin, en un descuido de Buyo, cegado por un fogonazo que se reflejó en la bola del techo, consiguió abrir el marcador. En realidad, había sido un despeje alto de Roque Mesa que fue a dar en la punta del pene de goma de una de las chicas de la despedida, y de ahí fue a parar a la cabeza de un baboso que asediaba, como el Lega al Madrid, a las chicas, que apartó el balón de un manotazo que dio en la bola, cuya oscilación cegó al guardameta madridista y el balón se coló en su portería, justo entre el baño de señoras y el de caballeros.
No habían hecho más que sacar de medio campo, cuando se oyó que el Barcelona había marcado en Vitoria y era virtualmente el campeón de Liga en el minuto veinticuatro. El Madrid, espoleado por el recuerdo, empezó a estirarse. Ya se jugaba en los tres cuartos y Butragueño comenzaba a hacer las paraditas, aunque aún a varios metros del área por la falta de fuelle, y Alfonso empezaba a regatear con la cabeza muy baja, como si embistiera. Era el minuto 38 cuando se escuchó el segundo gol del Barcelona en Vitoria.
Míchel dijo que no estaba dispuesto a que le volviera a consolar un moñas como Estebaranz. Aquella arenga pareció calar hondo en el espíritu de los madridistas. Estebaranz ya era demasiado. Estebaranz , QUI-QUE- ES-TE-BA-RANZ con esa cara consolando a un madridista como si de verdad lo sintiera no podía ser. El impulso de aquella imagen atroz pareció dar algún resultado en las postrimerías del primer tiempo, cuando García de Loza pitó penalti a favor de los blancos. Míchel dijo: “Me lo merezco”, cogió la pelota, la puso en el punto de penalti y disparó a la grada.
Corría ya la segunda parte cuando se supo del gol del Alavés que recortaba distancias con el Barcelona. El Madrid no conseguía desplegar su juego. Era como si tuvieran treinta años más de los que tenían, hasta que ellos mismos se dieron cuenta de que, efectivamente, tenían treinta años más. Habían estado jugando como cincuentones que se creen que tienen veinte y, aparte de ineficiente, aquello era ridículo. Era como querer ligar con jovencitas que les rehuían todo el tiempo, y entonces decidieron ponerse a ligar con las de su edad, y ahí la cosa cambió.
El juego fluía. Conectaban entre ellos. Les hacían gracia sus bromitas de puretas. Sonaba I Like To Move It, y el ritmo comenzaba a aflorar. Todo parecía ir bien hasta que, por un instante, Sanchís se descuidó, se lanzó demasiado pronto y gol. Buyo se quejaba: “Pero hombre, Manolo, que pareces nuevo”. El caso es que era el minuto 66 y el título se alejaba en la última jornada, una vez más, para el Real Madrid.
Poco después, en el 70, el Barsa volvió a marcar en Mendizorroza, casi sentenciando la Liga. El madridismo estaba mudo. Las calles desiertas. Al mismo tiempo, en Barcelona comenzaban a salir de sus casas los aficionados para festejar el revival. El tiempo se acababa, la Liga era del Barcelona cuando Villarroya, saliéndose del campo igual que Bale la noche que adelantó por la izquierda a Bartra para acabar superando a Pinto, alcanzó el balón en la diagonal y logró centrar para que Hagi (que hasta entonces había pasado desapercibido) disparara desde fuera del área y lograra batir a Cuéllar.
El dos a uno daba una mínima emoción que, de pronto, se convirtió en máxima cuando a falta de cuatro minutos para el fin del tiempo reglamentario, en el ochenta y seis, Alfonso Pérez se fue primero de Silva y luego de Rodrigues, tras un corte providencial de Milla en el círculo, para batir de punterazo y por debajo de las piernas al Pichu, que enseguida se levantó y puso los brazos en jarras, en un gesto que nunca, jamás, se había visto hacer antes a un portero.
El trencilla García de Loza miraba a la grada con ojos de cordero. Después de haberle permitido al entrenador Aguirre tocar una ranchera en medio del partido para animar a sus jugadores, por lo que tuvo que parar el tiempo durante ocho minutos, no podía dar menos de cuatro de descuento para que nadie sospechara de que algo olía a podrido en Butarque. Aunque sentía deseos de redimirse.
Finalmente, los cuatro minutos aparecieron en el panel del auxiliar. Luca Brasi se hizo notar en las primeras filas. El Madrid parecía estar a punto de morir en la orilla. Habían encendido las luces de la disco y sonaba Eros Ramazzotti. El bajón era muy fuerte. La luz, aun tenue, cegadora. Todo el mundo parecía dispersarse cuando Buyo sacó en largo. Butragueño esperaba más el pitido final que la pelota. Se le adelantó Siovas, pero calculó mal y falló en el salto. La pelota se le quedó delante al Buitre, que corrió con ella unos pocos metros hasta el área.
Cuéllar salió a cortarle el paso, pero Emilio se lo llevó hasta la línea de fondo, pasándose el balón de un pie a otro en pequeños saltitos mientras el meta pepinero trataba de atraparlo, cayéndose y levantándose. Cuando llegaron a la línea de fondo, Butragueño estaba rodeado ya por tres defensas. No se sabe por dónde pudo pasar el balón, pero como sobre un precipicio el Buitre volvió a abrir las alas para colarse como aquella vez frente al Cádiz y marcar por la esquinita por la que el Madrid ganó su liga treinta y cuatro, borrando para siempre la ignominia de los noventa.
Vieron a Luca Brasi aproximándose al terreno de juego desde la grada, justo antes de que el público, mayormente madridista, invadiera el campo, momento que García de Loza aprovechó para confundirse entre la multitud igual que en Evasión o Victoria.
La Liga continúa:
Jornada 28: Mallorca 1 - F.C Barcelona 2
Jornada 28: Real Madrid 16 (más o menos) - Eibar 1
Jornada 29: F.C Barcelona 1 - Leganés 1
Jornada 29: Real Madrid 2 - Valencia 2
Jornada 30: Sevilla 2 - F.C Barcelona 0
Jornada 30: Real Sociedad 16 - Real Madrid 16
Jornada 31: F.C Barcelona 0 - Athletic de Bilbao 18
Jornada 31: Real Madrid 4 - Real Mallorca 3
Jornada 32: RCD Espanyol 1 - Real Madrid 1
Jornada 32: Celta de Vigo 0 - Barcelona 5
Jornada 33: Real Madrid 6 - Getafe 4
Jornada 33: FC Barcelona 0 - Atlético de Madrid 0
Jornada 34: Athletic 0 - Real Madrid 3
Jornada 34: Villarreal 2 - Barcelona 3
Jornada 35: Real Madrid 1- Alavés 1
Jornada 35: FC Barcelona 3 - RCD Espanyol 0
Jornada 36: Granada CF 0 - Real Madrid 1
Jornada 37: FC Barcelona 3- Osasuna 2
Jornada 37: Real Madrid 3- Villarreal o
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