Se ha lesionado Kroos y la nación madridista, siempre temerosa de Dios, se encoge con un gesto involuntario: “¿qué va a pasar ahora?”, se preguntan las gentes, sonámbulas y errantes, mirándose incrédulos los unos a los otros, marchando con prisa cada uno a su casa como si la ciudad fuera a sufrir un bombardeo, hubiera toque de queda y la autoridad competente ordenase apagar el alumbrado público para no guiar a los aviones enemigos. La ciudad estará bajo fuego enemigo, de eso no cabe ninguna duda: Vicente Calderón, Borussia de Dortmund, Estadio Alvalade, Ramón Sánchez Pizjuán y Camp Nou. El madridismo se ha quedado huérfano de Kroos en el momento más inoportuno, aunque ¿qué momento es el adecuado para que se te encasquille la ametralladora? El Madrid desembarcará en Normandía y la cosa puede terminar en escabechina o coronado rey del mundo, en ese diciembre japonés que aguarda en Tokio sobre un escenario decorado con bonsáis dorados y samuráis en 3D. Sin embargo, se lo va a perder el geómetra, Toni Kroos, al que no cuesta imaginar sentado encima del globo terráqueo dirigiendo la sinfonía del cosmos sin concederle nada al error humano. Al final, tras dos años y medio de espejismo, el pueblo ha descubierto que Toni Kroos también es mortal y sus huesecillos y cartílagos metatarsianos pueden romperse como los de cualquier hijo de vecino: asusta comprobar cuán breve es la vida, y qué precario es el hilo que nos sujeta a la fría estepa del mundo.
Hay un sentido de perfección en todo lo que hace Kroos que inspira deseos totalitarios de conquista y tiranía universal. Quizá sea por lo alemán, o a lo mejor por cómo se yergue siempre; recibe y parece taconear como un cabo de la Guardia Civil, y luego levanta el torso y ejecuta esos pases precisos, científicamente exactos, esos cambios de juego de costa a costa que son como puentes tendidos desde el presente hacia un futuro idílico que está más allá de toda experiencia histórica humana: un estado superior de la conciencia, en el que todo está ordenado, todo está en su sitio y todo sale bien. Kroos es un avance de la superinteligencia. Las cosas funcionan. Los trenes llegan a su hora. A las seis de la mañana, sólo llama el lechero. Nunca se cae Internet. Por eso causan pavor sus errores, y la noticia de su lesión abruma por inesperada, por irreal. “¿Pero cómo se va a romper Kroos?” Parece un absurdo, un dislate. Sin embargo, sucede. “Toma un cántaro de vino, siéntate a la luz de la luna y bebe pensando en que mañana la luna quizá te busque en vano”, cantaba Omar Khayyam, significando lo volátil de los asuntos del hombre: hace dos años se lesionó Modric cuanto estábamos en lo mejor del sueño, también en noviembre, y en abril nos despertamos sudando, con la boca seca y la sensación de vivir dentro de una pesadilla.
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También se dice que de la sangre de un emperador muerto extrae su púrpura el tulipán. Casemiro forjó su cualidad de imprescindible en medio de una tormenta, cuando Zidane comprobó que ni con James ni con Isco su Madrid era capaz de enderezarse, ni de resistir, ni de avanzar. El brasileño es el brazo armado del Estado, que ejerce a través de él el monopolio de la violencia; sin Kroos, sin el gesto metódico del déspota, el Madrid tendrá que calibrarse con Modric, cuya mera presencia en el once titular resucita a los muertos; Isco, cautivo y desarmado por una extraña melancolía; un James ligero como el viento y huidizo como la fortuna o el amor y la esperanza de que Casemiro salte sobre el Calderón en paracaídas. Su trote amazónico y su capacidad para multiplicarse como la jungla resultan sin Kroos no ya precisas, sino urgentes. Apremiantes. El Madrid afronta un tramo álgido de la temporada, el primero. Un tramo en el que puede reafirmar su liderato (dejando a 9 y 5 puntos a sus adversarios por la Liga) y despejar el cruce de octavos en la Copa de Europa, o sucumbir al primer terremoto de la campaña. No se decidirá nada en esta tanda de partidos, pero se confirmarán sensaciones y, sobre todo, pueden ganarse puntos determinantes a la larga. Será sin Kroos, que es como decirle a Matthew McConaughey que acople el módulo espacial en la Endurance sin la dirección asistida. Y sin TARS.
"Kroos es un avance de la superinteligencia. Las cosas funcionan. Los trenes llegan a su hora. A las seis de la mañana, sólo llama el lechero. Nunca se cae Internet. Por eso causan pavor sus errores".
¡Exacto! Sobre sus rarísimos errores, he dicho alguna vez que "Kroos no falla nunca; es el resto del universo el que lo hace". Y sé que Einstein no me contradiría.
Y sí, ya veo venir al típico culé fastidioso (fastidioso como sólo saben serlo los culés):
—Xavi tampoco fallaba nunca, y vosotros bien que decíais que os aburría su tiqui-taca.
Y yo tendré que responder:
—Pues tienes razón. ¡Pero no me compares a Bocachánclez con nuestro Toni!
Por favor, D. Antonio. En un blog que se llama La Galerna y se substitula: Madridismo y sintaxis, ese "a través suya" del tercer párrafo, es un pecado mortal. Le ruego, encarecidamente, que lo corrija.
Tiene usted toda la razón. Imperdonable lapsus calamii
¡Vaya con el maestro ciruela! Corrijo un error y pongo "substitula".
Vale, Kroos se lesionó. Es un jugador importante, cierto ¿y?. No creo que se rasgue el velo del templo por su falta. El Madrid tiene recursos y un entrenador que cobra y bien, para sacarlos partido, por lo tanto a llorar a otro lado. De un tiempo acá hay mucho madridista con más miedo que siete viejas. Se resfría el masajista y todo es ya catástrofe. Todos lo equipos tienen lesionados y durante una temporada todo el mundo sufre del mismo mal. Que Kroos se recupere lo antes posible, pero mientras tanto, todos a dar la cara y adelante. En el Madrid no puede, ni debe, haber excusas.