En El Profesional, Luc Besson —el más americano de los directores galos— recupera a un personaje de la inquietante Nikita, el limpiador, magistralmente interpretado por Jean Reno y cuyo oficio es asesinar por encargo. Un trabajo sencillo para una persona simple pese a la extravagancia social de su actividad laboral, claramente definida por límites autoimpuestos que dejan entrever que, tras la máscara del personaje, hiberna algo oculto. Léon, ya lo subraya el título, es un profesional, y permanece ajeno a las motivaciones que habitan tras cada uno de sus crímenes siempre que no incluya a mujeres o niños acorde a su código ético, discutible o no, pero no negociable.
La vida transcurre paradójicamente tranquila para ser sicario hasta que su camino se cruza con el de Mathilda, una niña víctima del eufemismo conocido como daños colaterales, a la que Léon opta por salvar de una muerte anunciada. En ese momento el castillo de cristal emocional y los principios sólidos sobre los que había cimentado su propia protección se desmoronan a la vez que brota en su interior la propia vida, entendida ésta como una existencia antropológica que incorpore cierta forma transcendente, aunque sea a través de los ojos de una muchacha de apenas 12 años. Fue, por cierto, el debut cinematográfico de Natalie Portman, palabras mayores.
Léon, cual antihéroe clásico de tragedia griega, se salvó a si mismo condenándose, justo en el momento en el que él, el más profesional de los asesinos, admite una primera y última excepción que confirme su unívoca regla. Uno de los encantos del film es la lucha interna darthvaderiana que Besson traslada al espectador quien inconscientemente se va encariñando del descenso a los infiernos de un asesino precisamente por no serlo. Esa dicotomía y ese antagonismo racional provocan una vinculación con el personaje de León a la par que el sentimiento primario de venganza en la niña es aceptado como único acceso a una cierta justicia.
Recientemente tenemos día sí día también a otro León pidiendo a gritos ser el cura en la iglesia, la novia en la boda y la puta en el burdel. Se trata de Leonardo, el manager general del PSG
Recientemente tenemos día sí día también a otro León pidiendo a gritos ser el cura en la iglesia, la novia en la boda y la puta en el burdel. Se trata de Leonardo, el manager general del PSG, y de cuya profesionalidad dependerá buena parte de los éxitos o fracasos del conjunto parisino en la próxima década si es que se consolida en el puesto. Hasta la fecha hay que reconocer que Leonardo no ha sido muy buen profesional. Como jugador, todos recordamos cómo provocó una fractura de cráneo a Tab Ramos en el Mundial del 94 por un codazo intencionado, lo cual le impidió jugar el resto de partidos que llevaron a Brasil a ser campeona del mundo. La única sombra de la Canarinha en ese mundial llevó pues su sello personal.
Si bien a nivel de clubes sí logró títulos de cierta importancia como la Champions con el Milán en 2003 o la copa intercontinental con el Sao Paulo en 1994, ni como técnico ni como director deportivo ha demostrado un nivel élite. De hecho, ser director técnico del club más rico del mundo hasta la fecha —Newcastle a futuro mediante— no consiste en fichar a Sergio Ramos, Messi o Donnarumma, todos ellos excelentes jugadores, a los que podría fichar cualquier aficionado cuyo conocimiento futbolístico se reduzca a leer la portada del Marca y la otrora contraportada del As en un tiempo pasado que periodísticamente fue mejor.
Ser director técnico del club más rico del mundo hasta la fecha no consiste en fichar a Sergio Ramos, Messi o Donnarumma, todos ellos excelentes jugadores, a los que podría fichar cualquier aficionado cuyo conocimiento futbolístico se reduzca a leer la portada del Marca y la otrora contraportada del As
Su reto es fichar a los mejores sin necesidad de reventar el mercado, sean o no conocidos del gran público, y retener a los mejores, aspecto que muchas empresas olvidan cuando de gestión de talento se trata. En efecto, un director técnico de un equipo es en cierta medida un director de recursos humanos, y su labor interna es tan importante o más que la externa, factor que, sin embargo, suele ser objeto de olvido en muchas empresas, pymes, multinacionales e incluso instituciones deportivas. Al bueno de Leonardo, cuya profesionalidad aún está por ver, dado que ficha cual rey Midas a golpe de talonario, se le ha olvidado que tanto suma uno que llega como resta uno que se va. Y si el que se va tiene potencial para convertirse en el mejor jugador del mundo, estás haciendo un pan como unas tortas como decimos en Castilla.
El caso es que por h o por b, la discreta labor de Leonardo ha explotado cuando su jugador estrella con perspectiva histórica ha manifestado que quiere irse a otro club, y no a un club cualquiera, sino al mejor del mundo. Él, además, debería saber qué es eso, puesto que tuvo la suerte de jugar en, si no el mejor, el segundo mejor hasta la fecha que es el Milán; y quizás a Leonardo sólo le impulsara en su día el vil metal, pero me niego a pensar que es un necio redomado, y más bien creo que es un cínico de época porque me da a mí que sabe perfectamente la diferencia que hay entre un Madrid o un Milán y un PSG o un City. Iba a haber mencionado al Newcastle, pero es que desgraciadamente para ambos, este equipo si sabe lo que es ganar una Champions cuando el fútbol era de los fans y no de oligarcas cuyo origen de la fortuna da para otro debate.
La realidad es que, sea cual sea el desenlace del caso Mbappé, Leonardo, a diferencia de su pseudo tocayo cinéfilo, no es un profesional
La realidad es que, sea cual sea el desenlace del caso Mbappé, Leonardo, a diferencia de su pseudo tocayo cinéfilo, no es un profesional. Primero ha reconocido haber contactado con Messi antes de lo permitido; después ha acusado al Madrid —sin pruebas— de haber hecho, en una oda a la hipocresía y al cinismo que quizás le compren en Qatar pero no en la Europa heredera de Platón y Aristóteles, lo mismo de lo que él se jacta; y por último, y sobre todo, no ha realizado las labores que sí debe hacer como director técnico. Quizás todo este humo provenga de ese último fuego. En lugar de trabajar y callar, se ha dedicado a marear la perdiz y a hablar, consciente de que su ausencia de profesionalidad quedaría descubierta salvo que una guerra lo enturbiara todo. Y en esas estamos, con un ruido mediático distorsionado cual niño que busca la atención a toda costa porque necesita ser el protagonista en cada momento.
Desconozco qué pasará con Mbappé, pero si sale del PSG el mundo será un poquito mejor. Como socio, quiero que venga al Madrid, por supuesto, pero si no es posible, cualquier salida me vale. Incluso al Newcastle. Ello significaría la derrota humillante de un Leonardo que tuvo que valorar su capacidad antes de aceptar un cargo tan expuesto. Es más, incluso quedándose, Leonardo no habrá ganado la batalla, sólo la guerra, pues todo sabremos que no será fruto de una brillante gestión sino de la ingente cantidad de oro que permita enterrar las miserias, la pequeñez, la irrisible labor de un personaje tan mediocre como el ex jugador del Valencia. De hecho, son sus propias declaraciones quienes así lo atestiguan. Hasta para eso es inconsciente.
Desconozco qué pasará con Mbappé, pero si sale del PSG el mundo será un poquito mejor
El Profesional deja un sabor amargo al final, pero logra que el espectador salga del cine conmocionado con la experiencia de vida de León al que se respeta por ser quien fue ajeno a excusas ni premios. Leonardo, sin embargo, seguro que tendrá un final feliz, con una cuenta corriente que ya la quisiéramos todos, pero su huida hacia delante de estos días, sus pataletas infantiles, o sus excusas de mal perdedor, lo caricaturizan como lo que es, y sobre todo lo que no es, dejándole prisionero en su cárcel de oro. Tendrá que hacer gala de todo ese cinismo que derrocha en sus ruedas de prensa para poder mirarse al espejo sin ver a ese ser acomplejado que busca por medio de disfraces embaucar a todo el mundo, inconsciente de su desnudez. Ya no engaña a casi nadie y, lo que es peor para sus intereses, probablemente tampoco a su amo, que no jefe. Porque cuando alquilas tu dignidad, eres tan pobre que sólo vales tu dinero.
Fotografías Imago.
Constantemente me preguntaba ¿ de dónde salió el mal famoso Leonardo ? , porque por algunos efectos de la "vejentud" dejé olvidados algunos de mis recuerdos en mi vieja almohada, y te agradezco que hicieras que regrese un poco al ayer deportivo. Es obvio que no hay poder humano que convenza a este sujeto a corregir su mal caminar, porque el color del dinero tiene más poder que cualquier otra cosa, pero ; como van las cosas, así como quiere "encerrar" a Mbappé en esa jaula de oro, él mismo se está poniendo los "siete candados" a su cárcel, y tampoco va a poder salir.