Aunque ya no era un niño, siempre tenía aspecto de haberse fugado de madrugada por la ventana del Colegio Mayor. Su único error era no jugar en Madrid. Y lo resolvió a tiempo. Con un pase al hueco que no vieron ni Johan Cruyff, ni su hija, que también hay que tener las pelotas como soles para meterle un gol fantasma al míster. Cosas que pasan. Después de eso yo también me habría ido a Madrid, porque creo que la Cochinchina no tiene equipo en la Champions. Michael Laudrup es el florero. No el jarrón inmóvil que admirar, sino el tipo que llama al timbre y te trae las flores, y te deja sonriente todo el fin de semana.
Lo de antes estuvo bien. No sé. Yo no veía jugar al Barcelona. Ya entonces prefería leer a Dostoievski. Pero al final, cuando sumas clase, talento y compromiso, terminas donde tienes que terminar: vestidito de blanco en el Santiago Bernabéu. Así que creo que la noticia fue una de las alegrías peloteras de mi niñez. El fichaje. De pronto, disfrutar del fútbol del danés, capaz de hacer un poema nuevo de cada jugada. Ya no se hacen futbolistas como Michael Laudrup. Ya no es tan bonito el fútbol. Ya no hay sitio para un jugador así.
Aquella liga de mediados de los 90 supo a gloria. Para un coruñés del Real Madrid no hay nada más bonito que una liga en la que madridistas y deportivistas ocupan los dos primeros puestos. Había muerto Antonio Flores. Y apenas quince días atrás, Lola. Por eso su sobrino Quique Sánchez Flores jugaba con dos crespones negros en la camiseta. Fueron tiempos de un luto densísimo en España. Una espina se clavó. Por eso aquella Liga fue el comienzo de una nueva esperanza. Un año antes y otro después, Laudrup se asomaba al ocaso de su carrera demostrando que pocos han sabido ver el fútbol como él. De hecho, fue tan singular, que nunca me han convencido las comparaciones. Ni siquiera con Iniesta. Si acaso, yo siempre lo he visto más cerca del gran Juan Carlos Valerón. Pero tampoco. Laudrup fue el primero en meter un balón hacia La Coruña mirando a Cuenca —con perdón—. Y tampoco me gusta reducirlo a esa anécdota futbolera un tanto grotesca. Laudrup era mucho más que un tipo que metía el balón en profundidad sin mirar. Creo que su magia se extinguió cuando colgó las botas. No creó escuela porque hay cosas que no se pueden enseñar.
Ya no se hacen futbolistas como Michael Laudrup. Ya no es tan bonito el fútbol. Ya no hay sitio para un jugador así
A saber. Que he visto, aún lo recuerdo, a Laudrup meter pases en diagonal entre todo el tráfico de la Castellana, y terminar cayendo la bola en la frontal del área, a punto de que cualquiera, tal vez Zamorano, la empuje al fondo de la red. Yo he visto a los defensas rivales, tras el gol, liarse a navajazos al grito de: “¡tenías que tapar ahí tú!”, incapaces de comprender que no había nada que tapar en ese lugar, porque ese túnel no existía hasta que lo hizo el danés pasito a pasito, mientras le temblaba arriba y abajo el flequillo de joven universitario de teleserie americana.
No cayó, supongo, en el mejor Madrid de la historia. Hubo un tiempo en el que el mediocampo blanco podía conjugar a Martín Vázquez, con Laudrup y Redondo, que es como echarle azúcar al ron, quizá por eso a veces se apagaban unos a otros. Lo que es bonito en la portada de los diarios deportivos no siempre es eficaz en el campo. Pero como momento histórico es de felicísimo recuerdo. Después de todo, Laudrup tuvo tiempo de mostrar su talento al Bernabéu, no solo porque veía un partido diferente al resto del mundo, sino también porque golpeaba la pelota con la precisión de un artesano loco, que cada pase en profundidad, cada regate, o cada cambio de banda eran la faena de un orfebre en éxtasis, puliendo metales al albur de la inspiración, con la enajenación con la que puedo pulirme yo las jarras de cerveza en verano. Y sin perder la compostura. Que en esa liga que ya empezaba a llenarse de brasileños, siempre tan excesivos y resonantes, lo de Laudrup era la magia de la sobriedad, sin bicicletas, sin paradinhas, y sin gilipolleces con sabor a caipirinha.
Después de verlo jugar, me pasé mucho tiempo intentado aprender a pasar el balón al hueco como él. Era entonces demasiado joven como para tener ese temple. Es ahora, orondo como un cachalote varado, cuando he descubierto que puedes quedar de miedo con los amigos sin moverte en todo el partido —solteros contra casados— más que un metro cuadrado, y limitando tu participación a colar un par de pelotas de gloria al más puro estilo Laudrup. Ahora todo el mundo me dice “qué visión, qué maravilla”, y yo sonrío, mientras guardo hasta la tumba el secreto de que la alternativa a mi Laudrup es la maldita bombona de oxígeno, que no está mi alma como para corretear.
He visto a Laudrup meter pases en diagonal entre todo el tráfico de la Castellana, y terminar cayendo la bola en la frontal del área, a punto de que cualquiera, tal vez Zamorano, la empuje al fondo de la red
Y eso que el bueno de Michael hacía kilómetros. Pero es sabido que, sobre todo, ponía a correr al rival. Ahora que cumple años celebro haberlo visto jugar, y haberlo visto jugar de blanco. Un privilegio. Supongo que, al cabo del tiempo, Laudrup ha quedado para el madridismo como esos escritores de un solo libro, pero de un solo libro absolutamente genial, inmejorable, e inolvidable. Larga vida al pase al hueco.
Fotografías Imago.
Fue una liga inolvidable, jugada francamente bien de principio a fin. Un fútbol de toque pero rápido y vertical, nada que ver con lo que se estila hoy en día. Martin Vázquez también dejó partidos estupendos, al igual que Redondo a pesar de su gravísima lesión. Para mi gusto el último año que jugamos bien un ejercicio completo junto con el año del doblete de Zidane. Laudrup era un espectáculo, lástima que llegara tan tarde.
La temporada 2000 - 2001 con Figo recién fichado, que además ganamos la liga, también hicimos un fútbol soberbio. Nos penalizó ése año el partido de semifinales frente al Bayern en el Bernabeu, que no fuimos capaces de batir a Kahn.
Cierto, es que no teníamos delantero centro. Morientes.
Coincido con lo de que llegó tarde. Un fuera de serie con una clase y una visión excepcionales. En un fútbol tan físico como hoy dia no sé sí tendría cabida, pero aún así no hay ningún pasador de su calibre en la plantilla madridista actual, aunque en descargo de todos hay que decir que sólo recuerdo a dos tan buenos en este capítulo como "Michelino", hablo de Gutiérrez y Ozil.
Creo que, en su estilo, Laudrup sólo ha sido superado como jugador por Zidane.
Laudrup ha pasado a la historia como un jugador con extraordinaria visión del juego, capaz de ver los huecos antes que nadie, y capaz de poner el balón en el lugar preciso.
Estoy de acuerdo con Winston Smith, en que sólo he visto dos jugadores con esa facultad tan desarrollada. Guti, por supuesto, y Özil.
Pero Laudrup era algo más. Contra lo que pudiera parecer, era fuerte y aguantaba las tarascadas de los defensas, y era muy rápido conduciendo la pelota.
Siento no recordar contra qué equipo fue, pero yo le he visto en el Bernabéu recuperar un balón en la mitad del campo propio, y conducirlo a toda velocidad hasta el área contraria, donde acabó marcando tras amagar con una finta, que sirvió para engañar al portero.
Fue una jugada en la que sus compañeros le iban abriendo el campo, y él continuó con la pelota poer el centro, sólo con amagues a los defensas, hasta que encontró la posición de disparo.
Una maravilla. Todavía me dan ganas de sacar el pañuelo y agitarlo en el aire.
Feliz cumpleaños.
Contra el Sporting de Gijón. Yo era adolescente y todavía recuerdo esa jugada como si fuera ayer. Embelesado quedé. Ciertamente, un privilegio haberlo visto en directo.
Para quien no llegó a ver jugar a Laudrup en el Madrid, que entre en la web de Footballia y mire el Real Madrid - Barcelona de la temporada 1994-1995.
El pase al hueco del Laudrup y la Ruleta de Zidane permanecerán en el imaginario de los Madridistas por décadas. Elegancia conjugada con calidad, regate y Gol. Auténticos cracks que hoy valdrían más de 220 millones de Euros.
Recuerdo el partido en el Bernabéu contra el Sporting de Gijón 4-0. Estaba apretujado en el gallinero. Creo que costaba la entrada 2.000 pesetas. Ese pase mirando al tendido... En ese partido también marcó Fernando Redondo. Aquella liga fue espectacular.
Abrazos madridistas.
Enorme jugador creo que casi olvidado y muy infravalorado.
Le pérjudico ser danés porque siendo inglés o alemán hubiera ganado un par de balones de Oro. Era claramente superior a Papin o Stoichkov, que lo ganaron en esos años.
Pasar del Barcelona al Real Madrid le pasó factura. El magma prensa/barcelonistas nunca le perdonó y se le ninguneo. La realidad fue que el llamado Barcelona de Cruyff fue el Barcelona de Laudrup.