Ayer el Madrid ganó al FC Barcelona, lo recuerdo por si algún despistado se piensa que no fue así. Quizá alguno no se enteró porque se hallaba reclamando un gol que no era o estaba enfadadísimo con su propio equipo, o con Ancelotti, que todos sabemos que lo hace todo mal siempre, ahí está su palmarés para confirmarlo. Un Carletto que hubo de ser despedido fulminantemente al descanso de aquel partido de ida contra el PSG de 2022, así el Madrid no habría firmado un encuentro en el que no salió de su área, quizá se habría abierto más, recibido más goles y la Catorce no estaría en las vitrinas del Bernabéu, pero oye, el equipo jugaría como Twitter Real Madrid quiere y tendríamos un entrenador que hace los cambios cuando desean los expertos. ¿Qué es eso de llevar la contraria a los sabios, aunque se termine ganando casi siempre? Es mucho mejor jugar como el Barça de Xavi. Ganar está sobrevalorado. Al fin y al cabo, ¿quién sabe mejor cómo está la plantilla, si un futbolista tiene algún problema o a quién alinear y dónde, Ancelotti que los ve a diario o nosotros? Nosotros, por supuesto.
Además de este asunto, había otro tema que también era la comidilla ayer de Twitter, “Lamine Yamal acabará en un grande”, escrito con esas o con otras palabras. Se lo leí, al menos, a Jesús Bengoechea y a @cabaislois. Gracias por la inspiración y vuestra brillantez.
Lamine Yamal es un jugador excepcional. No se lo merece el negreirismo. A ver si el mercado acaba con esta anomalía.
— Jesús Bengoechea (@JesusBengoechea) April 21, 2024
Lamine Yamal es bueno, muy bueno, yo creo que acabará en un grande.
— cabaislois (@cabaislois) April 21, 2024
El chico es un futbolista soberbio y no parece que vaya a ser uno de esos jugadores gaseosa que brotan como setas de la Masía, debutan con la selección española antes de atarse las botas, juegan bien algunos partidos y al cabo de un par de años y, tras mandar bordar cojines con sus iniciales, terminan militando en un equipo segundón del extranjero o en la todopoderosa liga de Estados Unidos, lugar idóneo, también, para ganar balones de oro, no existe competición más exigente que la MLS ni lugar mejor para medir los méritos de un jugador.
Lamine es bueno de verdad, tiene más desborde que un tsunami y un descaro futbolístico portentoso. Ayer realizó un gran partido y puso en jaque a la defensa blanca una y otra vez. Cada vez que encaraba generaba peligro. Además, no es un hecho puntual, lo hace en casi todos los encuentros.
El problema de Lamine Yamal es que no juega en un grande, sino en el FC Barcelona. A pesar de ello, ya ha obtenido numerosos galardones: jugador más joven en perder contra el Amberes, futbolista más joven en caer derrotado en todos los partidos disputados contra el Madrid en una temporada, talento más precoz en ser eliminado de la Copa de Europa, jugador más joven en dar una asistencia en un partido de eliminación directa —que acabó perdiendo— en toda la historia de la UEFA Champions League, y, probablemente, futbolista más joven en obtener un nadaplete con el Barça.
Lamine es bueno de verdad, tiene más desborde que un tsunami y un descaro futbolístico portentoso. El problema de Yamal es que no juega en un grande
Ayer, además, añadió otro trofeo adornado con la misma importancia que los anteriormente expuestos: el MVP de un partido que perdió. Tiene toda la lógica del mundo que en un deporte cuyo objetivo final es marcar más tantos que el contrario, acción —el gol— que sirve para dirimir al vencedor de un choque, el MVP sea un futbolista que no ha marcado ninguno mientras en el equipo ganador hay otro —Lucas Vázquez— que anotó uno, provocó un penalti que acabó dentro, dio una asistencia y su desempeño, a diferencia del de Lamine, sirvió para que su equipo se alzase con la victoria.
Lamine Yamal, además de no jugar en un grande, pertenece a un club indigno que se ha comprado al estamento arbitral español durante años. Condene o no la justicia ordinaria al Barça —la deportiva ya sabemos que no lo hará—, la mácula quedará para siempre enturbiando aún más su largo historial negro. La imagen de alguien que juega en una institución así, por muy legal que este sea, a la fuerza queda ennegreirida.
Cabe mencionar otra curiosidad, el padre de Lamine Yamal es madridista y no ha dudado en fotografiarse sosteniendo una bandera del club de Concha Espina precisamente en la avenida de mismo nombre y con el coliseo blanco detrás.
Todo lo expuesto hace presagiar que Lamine Yamal acabará en un grande, y a muchos merengues no nos importaría que ese grande fuese el Real Madrid.
Getty Images.
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