Las matemáticas son un lenguaje precioso. No creo que haya, desde el punto de vista intelectual, una forma más bella de expresarse. Pero ¿cómo explicarle esto al periodista que anda ahora tratando de quitar méritos al Madrid diciendo que se ha convertido en un número? O a los miles de individuos que repiten el argumento como una cacofonía que ni siquiera consigue ser irritante. Son los mismos, claro está, que hinchan el pecho y ahuecan la voz para gritar que el Real Madrid es un club estado.
A esta idiotez ya contestó en su día don Santiago Bernabéu. Harto de las perrerías de Franco, y de que los amigos de quienes le daban insignias al dictador tuvieran la poca vergüenza de decir que el Real era el equipo del gobierno, don Santiago remachó aquello de que cuando oía a alguien decir que el Madrid era el equipo del régimen le daban ganas de cagarse en el padre de quien lo decía.
Don Santiago construyó la institución deportiva más grande de la historia, pero Florentino Pérez la ha llevado un paso (o varios) más allá. Porque ahora somos muchos los madridistas que nos vemos reflejados en Humphrey Bogart en Casablanca. Es memorable la escena en la que el capitán Renault le pregunta: Rick, usted me desprecia, ¿verdad? A lo que Rick responde: Si pensara un instante en usted, probablemente lo haría.
Pues ahí estamos, gracias a Florentino. Ya ni siquiera tenemos que cagarnos en el padre de quien dice que somos un número o un club estado, porque estamos tan ocupados celebrando títulos y viendo crecer la leyenda del Madrid que no nos queda tiempo para pensar en ellos. Es verdad que los despreciaríamos si lo hiciéramos. ¿Para qué? El tiempo es oro y no está bien malgastarlo.
Ya ni siquiera tenemos que enfadarnos con quien dice que somos un número o un club estado, porque estamos tan ocupados celebrando títulos y viendo crecer la leyenda del Madrid que no nos queda tiempo para pensar en ellos
Hay muchas cosas más interesantes que hacer. Una de ellas es la lectura. Acabo de terminar un ensayo de Amin Maalouf, Identidades Asesinas, que me ha hecho pensar. También en el fútbol, en el Real Madrid y en sus rivales. Entre otras, afirma este ensayo dos cosas que me parecen sumamente interesantes. La primera es cómo la exaltación de alguna de las muchas características que conforman nuestra identidad nos puede llevar a la radicalidad. Y la segunda es el problema que engulle a quienes, ante los cambios en los que pueden resultar perdedores, prefieren quedarse en su papel de víctimas en lugar de intentar aportar lo que puedan para influir en esos cambios.
Ambas cosas son aplicables al Madrid. Y a sus rivales, claro. Hace unos días, me preguntaba un amigo cómo podía haber surgido en la España subdesarrollada de los años cincuenta una institución que acabara por dominar el deporte más importante del mundo. Yo no tengo la respuesta, pero sí algunas intuiciones.
Por ejemplo, el empeño constante de quienes han dirigido el club de impedir que ninguna parte de su identidad eclipsara a las demás. Decir que el Madrid no tiene identidad es tan absurdo que no merece la pena ni siquiera debatirlo. Por supuesto que el Madrid tiene identidad. Lo que sucede es que nunca ha dejado que ninguna de las características que la compone haya engullido a las demás, sino que ha consentido que todas juntas se amalgamen para, lejos de excluirse, retroalimentarse mutuamente.
Mientras que había equipos que se convertían en remedos identitarios de una región o de una clase social para tener una excusa a la que aferrarse, el Madrid consintió que en su ADN cupieran todas las sensibilidades que no fueran excluyentes, y lo mismo don Santiago expulsaba del palco a uno de los mandamases del régimen franquista, o fichaba a un maoísta declarado, que obligaba a los jugadores a llevar un trozo de España a los emigrantes que tuvieron que abandonarla para buscar una vida mejor. Porque don Santiago no se empeñaba en que el Real fuera más o menos español que los demás, solo en que fuese decente.
Por supuesto que el Madrid tiene identidad. Lo que sucede es que nunca ha dejado que ninguna de las características que la compone haya engullido a las demás, sino que ha consentido que todas juntas se amalgamen para, lejos de excluirse, retroalimentarse mutuamente
De la misma forma que él, igual que Florentino, no se conformaba con las realidades que no le gustaban, sino que trataba de cambiarlas. Otros lloran, el Madrid utiliza su fuerza, que ahora es mucha, pero antes no fue tanta, para mejorar las cosas. Ya sea fundando la FIFA, creando la Copa de Europa o impulsando la Superliga que, salga adelante o no, ya ha conseguido que la UEFA abra la mano para mejorar el reparto de lo que ingresa.
Quizá, solo quizá, la fuerza de un hombre que fue casa por casa de los socios después de la guerra para reconstruir un club que era un apestado tenga algo que ver con lo que somos ahora; o la tenacidad para construir un estadio con las aportaciones de los socios; o la visión para comercializar los derechos de imagen; o la perseverancia en universalizar el club en lugar de encerrarlo en partes pequeñitas de una identidad enorme y compleja. El Madrid es todo eso. Y más, aunque algunos quieran reducirlo a un número o a un club estado. Aunque, para ser completamente honestos, a mí ese intento me gusta y me llena de optimismo. Ya lo dejó escrito el más grande. Ladran, Sancho, luego cabalgamos.
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Ayer noche comentaba ,con un amigo madridista,al respecto. Y yo le explicaba que dando un largo paseo por una zona rural había avistado a un tipo con la camiseta azulgrana de franjas horizontales , al estilo ciclista. En ese momento tuve la certeza que el Farça había ganado su partido de balonmano (final del Campeonato de Europa). Por la sencilla razón de que , desde hace unos cuantos años, es muy raro encontrarte algún individuo con la zamarra culer. Es gente ventajista y son conscientes de que estos tiempos que corren no son los ideales para presumir. Así que uno, sin saber nada del partido , aparte de que se disputaba y considerando el horario, dedujo sin temor al error que habían ganado. Culers y patéticos están unidos por su animadversión hacia el Real Madrid. Es algo radical y patológico. Eso sí , el matiz es que , en general, los indios son más chungos y violentos. Ahora bien, la idiotez esa de ponerse la camiseta de ciclista culer ,solo tras ganar ganado una Champions de balonmano...o
difundir la asesoría de Pep como crucial para que
los Celtics derroten a Doncic...no sé, Rick...pero me parece exclusivo de culers.
Los signos de los tiempos han cambiado
también. Reconociendo la inmensa gestión de Florentino Pérez , no menor que la de Santiago Bernabéu, me quedo con el estilo y la frase del de Almansa. Comprendo que FP no lo haga, por decoro. Es nuestro Presidente ...sin embargo yo, como simple aficionado, me puedo permitir aliviarme . Y hacerlo en cuclillas y apuntando para que no haya desperdicio.
Un detalle menor que he olvidado. Es que el susodicho iba en bicicleta. Despacito, pero sabiendo que en caso de necesidad podría coger velocidad.
"tras haber ganado..."
No fallan -:)
Es Ugarte al que despreciaría, no a Renault;). Gracias por el magnífico artículo.
Gracias por la aclaración. La edad es muy mala para la memoria 🙂
Estupendo artículo, pero el "Ladran, luego cabalgamos" no es de Cervantes ni del Quijote. Aquí se especula sobre el origen: https://youtu.be/BgVpOLQqpyo?si=-a3iwo2OXfUjHrhI