Por su calidad, hemos decidido publicar este cuento participante en nuestro III Certamen de Cuentos Madridistas de Navidad.
Emiliano se cansó de dar vueltas sobre su abrigo y su macuto con los ojos cerrados. Notaba el frío en los huesos.
La noche era clara, como son a veces las noches de diciembre en la sierra de Madrid, brillaba la luna, se veían las estrellas, comenzaba a helar.
Ni sabía cuántas horas de la noche llevaba dando vueltas sin conseguir dormirse, esa sensación que tienes cuando los pensamientos sin control cruzan tu mente sin que puedas fijarte en uno y agarrarlo como si fuera la almohada.
La almohada. Ja. El recuerdo de cómo era agarrarse a una almohada le hizo sonreír. No reía desde hace mucho, hacía varios meses que todo había cambiado tanto que no se creía lo que había pasado, de maestro en un pueblo de Toledo al frente de Madrid, pasando por la muerte de su padre en aquel accidente de autobús, qué hacía yo en Algete, si ya no había nada que hacer.
El caso es que aquí estoy —se dijo— un maestro de pueblo con un uniforme y un arma en la mano, pero si no sé ni dormir al raso, nunca he sabido hacer todas esas cosas que hacían los demás, qué hago yo aquí. Pues aquí estoy sin poder dormir, muerto de frío, los otros enfrente, y mañana Nochebuena.
La visión de la pronta Navidad le llevó a su madre, no supo por qué, sería por lo que recordaba de ella, esa amorosa y dulce mujer que se quedaba ciega la última vez que se vieron, qué sería de ella, cómo estaría, ¿habrá puesto el Nacimiento? ¿Tendrá para comer?
Ese pensamiento sí se quedó, y se puso tan triste que se decidió a pensar en algo que le gustara mucho para intentar dormirse; a ver, Emiliano, qué fue lo último que me alegró mucho, a ver, empezó a dar vueltas, ¿qué había antes de estos días de mierda, de toda esta confusión y cansancio, del hambre, de la muerte?
Empezó a intentar imaginárselo, llegó un recuerdo alegre: aunque él nunca estuvo en el campo, creó la escena en su mente gracias al transistor, y cuando lo leyó en el suplemento deportivo del ABC creó la jugada en su cabeza, el Madrid ganaba 2-1, minuto 88, final de Copa, Escolá chuta desde fuera del área ante el grandísimo Zamora, según el locutor era imposible que viera el balón, porque el tiro había sido muy esquinado, pero el tío se marcó una estirada inmensa. Vamos, que ganó el Madrid. Qué paradón, qué será de Zamora, había leído en algún sitio que estaba detenido, en la Modelo.
Así llegó a la alineación, qué alineación tenía el Madrid, que yo no soy del Madrid, pero qué alineación tenía eh, a ver si me acuerdo, que esta noche no se acaba nunca. A ver: Zamora, Ciriaco, Quincoces, Pedro Regueiro y su hermano ¿cómo era? Si, Luis, Bonet, Sauto, Eugenio, Sañudo, Lecue y Emilín. Se lo repitió a sí mismo bajito, como si estuviera rezando el padrenuestro.
Es que tenían un equipazo.
Ahora ni fútbol ni radio ni nada. Ahora sólo tenemos zanjas, tiros y muy mala leche. Y sólo he ido una vez al Bernabéu, vamos, ¡que ni siquiera he tenido novia! Y nos han quitado todo lo que nos gustaba, a todos, porque ese día que fui de casualidad a ver el Madrid-Arenas de Getxo invitado por el veterinario de Torrijos ¿cuándo fue? ¿En mayo? Ese día el campo estaba lleno, la gente estaba alegre, preocupada pero alegre, con ganas de olvidar la situación, pero no me creo que todos fueran de unos, o de otros, o de los de más allá. Que ahí estábamos sólo muchos a los que nos gusta el futbol, que a mí no me gusta la política, sobre todo la que consiste en dividir a las personas, vamos, que se podrá hacer de otra manera, soy republicano, pero esto se ha desmadrado.
En estas cavilaciones estaba cuando se dio cuenta de que empezaba a clarear el día. Era el 24 de diciembre de 1936, frente de Madrid, en algún punto kilométrico junto a la carretera de La Coruña.
Emiliano se incorpora, mira al horizonte por dónde ha empezado a salir el sol y ve al otro lado de los sacos de tierra, en el lado nacional, un balón chutado por alguien en la trinchera, el balón vuela hacia el sol que está enfrente, entonces, sin pensarlo ni un segundo, grita:
- ¡¡Camaradas!! ¿Hacen unos tiros?
(Inspirado en la tregua del 24 de diciembre de 1914 entre ingleses y alemanes, en territorio belga, Primera Guerra Mundial, como si eso pudiera haberle ocurrido a mi abuelo Emiliano en el frente de Madrid. Inspirado en todos los amantes del fútbol).
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