Los madridistas no estamos contentos en los primeros compases de esta larga temporada por la que transitamos como en un cercanías en hora punta: con más parones (¿no se acaban nunca?) que progresos. No caben medias tintas en una entidad ideada por y para las victorias, que llama al fracaso por su nombre y no se esconde tras la retórica del juego o el orgullo diferencial, como suelen hacer aquellos que no triunfan.
Las distintas secciones del Club han empezado ofreciendo un rendimiento muy por debajo de las expectativas, que en el conjunto más laureado de todos los tiempos son siempre elevadísimas. Mientras el primer equipo de baloncesto está firmando su peor arranque en muchos años, con más derrotas que victorias y una irregularidad ya enterrada en un lejano pasado, el Castilla bracea en los puestos de descenso de la Primera Federación con una quinta parte de la campaña ya disputada. Por su parte, el femenino no ha perdido aún en liga, pero sí en Champions, aunque en este caso no se pueda hablar de crisis. Y el epicentro que marca realmente el devenir del Club, el primer equipo masculino de fútbol, no ha cosechado resultados especialmente malos, pero sí está mostrando un nivel de juego paupérrimo, lo que acompañado con la aparente apatía de un alto porcentaje de los jugadores está haciendo mella en el ánimo de buena parte de la afición.
Nunca creí aquello que se repetía en verano de que el Madrid iba a arrasar con esta plantilla. Ni el bombo mediático, ni anticipar grandes éxitos cuando el balón aún ha rodado suele ser algo positivo. Ya comprobamos en los últimos veranos, cuando unos traían muchos nombres de golpe y otros seguían construyendo con rectitud y pieza a pieza, cómo acababan las ilusiones y las bravatas de los primeros. La exigencia es una cosa, que además forma parte del ADN del Club, pero la perspectiva apabullante que se estaba vendiendo no era realista y ha conducido de forma inevitable a la frustración.
La exigencia es una cosa, que además forma parte del ADN del Club, pero la perspectiva apabullante que se estaba vendiendo no era realista y ha conducido de forma inevitable a la frustración
No, el Madrid no va a pasearse, goleando en cada partido. Entre aquella entelequia canicular y la descarnada realidad media un abismo. Porque el equipo no está ni al imposible nivel esperado, ni tampoco al excelso de la temporada pasada. Ni siquiera raya a la altura mínima exigible, aunque vaya sacando la mayoría de los partidos a trompicones. Con la gran incorporación aparentemente superada por el peso de su nuevo escudo, las lesiones, los alarmantes estados de forma y la sensación de falta de ambición general, lo visto hasta ahora no es exactamente una invitación al optimismo.
La experiencia también nos señala que precipitarse con el Madrid no es buen negocio. Cientos de veces se ha anticipado su debacle y en otras tantas ocasiones el desenlace fue justo el contrario. Sin ir más lejos, la pasada campaña, la de las faltas de respeto a Joselu, la de no tenemos centrales, ni portero… Y el final de esa película, como el desenlace de una cinta de Disney, lo hemos visto muchas veces. Si el bien prevalece hay fanfarrias y alegrías. No enterremos a este equipo antes de tiempo, aunque en muchos minutos de los últimos partidos hayamos tenido la tentación.
Ante la duda, mi primera opción siempre es confiar en los profesionales del Club, que merecen respeto. El método se ha demostrado más eficaz que ningún otro, aunque también tenga errores. Si se trabaja en el largo plazo, poco sentido tiene traer futbolistas que no te valgan para al menos un lustro, incluso en situaciones de necesidad. No sé si el Madrid fichará o no en invierno. Me parece necesario y, por los antecedentes, poco probable, pero aceptaré lo que se decida en los despachos del Club. Su criterio ha sido mucho más acertado que el de otros que reciben muchas más alabanzas.
No enterremos a este equipo antes de tiempo, aunque en muchos minutos de los últimos partidos hayamos tenido la tentación
Esta confianza, que no fe, me sitúa automáticamente en el bando del oficialismo. El lado de la trinchera lógico de cualquiera que tenga ojos y haya visto fútbol en la última década. Y, por supuesto, me enfrenta con el vinagrismo que lleva años anticipando un descalabro, e insiste en la palabra negligencia, que tanto ha manoseado durante la mejor era de cualquier equipo en los últimos 60 años. Nunca hay una derrota en su casillero. Por ejemplo, el éxito indiscutible del año pasado se debió a la suerte de los inesperados goles marcados por Jude Bellingham. Inesperados para ellos, claro, expertos en el mercado, que desprecian lo que hay y suspiran por lo que podría llegar. Si se gana, fortuna y si se pierde, ya anticiparon el desastre.
No soy futurólogo y no puedo vaticinar lo que va a ocurrir en lo que queda de campaña. Hay señales de alarma que no se veían desde hace bastantes años, pero también tiempo y talento más que suficientes como para recalcular la ruta y volver a la senda del éxito. Ni la euforia desmedida antes de comenzar ni el alarmismo suicida tras el primer revés son buenos consejeros. Optaría por cierta cautela y paciencia antes de emitir juicios categóricos. Que ya conocemos todos al Madrid.
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Creéis que el caso robalona ha terminado? JAJAJAJA estáis equivocados los 7,3 millones pagados al negreira para que los repartiera entre los prevaricadores a terminado? JAJAJAJA qué los perrodistas dignos van a denunciar este escándalo de tamaño sideral? JAJAJAJA ...y que toda esta podredumbre y basura no iba a hacer mella? Demasiado bien vamos ante este lodazal que son nuestras competiciones adulteradas y demás no se como nos queda ganas de ver esta pocilga putrefacta donde el barcelona sigue haciendo trampas y no pasa nada..lo demás? esta de mas
Pienso lo mismo, por lo que según los vinagres yo también soy oficialista. El equipo volverá a callar boca...zas.
Saludos