La semana grande del antimadridismo

Los antimadridistas se han reconciliado con ellos mismos. Falta les hacía. Han sido nueve meses muy duros. Nueve meses en los que no había manera de ver al Real Madrid hincando la rodilla. El equipo de Zidane sobrevivió a sí mismo, a algunos árbitros que fracasaron en el intento y a esa famosa pegada que siempre que se la necesita coge días por asuntos propios. La pegada es ese invento de la prensa que, en realidad, nunca ha existido.

Cuarenta partidos sin perder, una Copa de Europa, una Supercopa de Europa, un Mundial de Clubes y un liderato que tienen en la mano desde hace muchas semanas. Pero se perdió en Sevilla y ante el Celta de manera consecutiva. Crisis. Lo celebró el antimadridismo como si fuera el fin de una era y el principio de otra. Hablan ya de un Real Madrid que se desinfla, un vestuario que no cree en Cristiano Ronaldo y un mar de dudas con ciertos jugadores. Todo ello con Zidane en el ojo del huracán tambaleándose como si el pasado más reciente no fuera más que esa flor que muchos abanderaron para así no reconocer que en el club blanco se hacen bien las cosas.

El antimadridismo está viviendo su semana grande y la saborea como se saborean las noches de pasión: pensando que será la última. Han sacado los tanques a la calle y han vuelto a poner internet en las cuevas. La prensa catalana dispara contra todo y contra todos como si el Real Madrid fuera un caos y el Barcelona no dependiera de Leo Messi o el Undiano Mallenco de turno. Tiene más motivos de preocupación el culé que el madridista, pero el Madrid es tan grande que un tropiezo suyo sirve para distorsionar la realidad hasta límites impensables.

Siendo sinceros, el partido que hizo el campeón de Europa en el Sánchez Pizjuán fue notable. Se perdió por dos errores puntuales, no por ser inferior a un gran Sevilla. Era un encuentro de tremenda altura y el Real Madrid, pese a la derrota, se mostró sereno y compacto. Ante el Celta sí se ofreció mala imagen. Pesó el adiós al récord y la amarga sensación de que perder vuelve a ser una posibilidad. Berizzo superó a Zidane desde el inicio y los jugadores celestes hicieron lo propio con sus homólogos blancos. Y no hay más. El que quiera sacar de ahí una crisis o un momento delicado, puede hacerlo, pero en pocos días le tocará mirar hacia otro lado.

Zinedine Zidane se ha acostumbrado a capear temporales mediáticos con absoluta normalidad. Lleva toda la vida en el fútbol y sabe cómo funciona. Lo sabe desde que era jugador. El mismo año en el que Zizou consiguió llevarnos al cielo con una volea para la eternidad, la prensa apuntaba a un Real Madrid insostenible en el que había dinero, figuras, pero poco fútbol y, sobre todo, ausencia de proyecto. Hubo 'Centenariazo' en la Copa del Rey y disolver el club parecía la opción más potable. Pero en mayo, aquel elegante 'cinco' puso las cosas en su sitio y una nueva Copa de Europa viajó a las vitrinas del Santiago Bernabéu.

Ahora, quince años después, Zidane se enfrenta a una crisis que es más bien un castillo de naipes. Seguirá sonriendo en sala de prensa y hablando de fútbol -si le dejan- antes y después de cada partido. Tiene un plan, lo está llevando a cabo con maestría y sabe que los cuentos, en el fútbol, acaban cuando el verano pide permiso para entrar.