El debate es inherente a la Selección Española y a cualquier combinado internacional. Siempre se ha dicho que en España hay 47 millones de seleccionadores que algo tienen que decir después de la rueda de prensa en la que se anuncia la convocatoria, del 11 más acertado para enfrentarse a un rival o de los cambios que habrían hecho para darle la vuelta al marcador. ¿Seleccionadores o cuñados? Ha sido así siempre y si no que se lo digan a nuestros madridistas Míchel o Raúl González, que las tuvieron tiesas con Javier Clemente y Luis Aragonés. Unos, los nuestros, poniéndonos del lado del jugador; y otros, los antis, defendiendo la postura del seleccionador.
Pero, aunque esta historia ya nos suena, en los tiempos que vivimos de polarización extrema la postura llega antes que el propio análisis. Me explico. Los colores, políticos o deportivos, tiñen absolutamente el cristal con el que miramos. Y después, ya después, llega la opinión. Una reflexión que es radicalmente la contraria cuando lo que tenemos delante es la situación opuesta. Qué frase más rara, ¿no? Este fenómeno se produce, literalmente, todos los días de nuestras vidas como si la actualidad nos obligara a emitir una opinión, no pedida, sobre cada suceso que ocurre. Demasiadas veces pienso, sobre todo cuando leo las redes sociales, aquello de “no me interesa”. Debería haber un botón para eso.
La nueva selección española de Luis de la Fuente ha acaparado titulares desde su primera convocatoria precisamente por los “nuevos” madridistas llamados a filas. El espléndido retorno de un Nacho, ausente con Luis Enrique a pesar de sus grandes intervenciones con el Real Madrid. Y la ilusionante irrupción de Ceballos como gran revulsivo, y a veces actor principal del equipo blanco, que por qué no puede cumplir el mismo papel vestido de rojo.
Ese ‘cartel’ de recuperador de madridistas -habiendo dejado fuera a un mundialista como Asensio- ha colocado inmediatamente a De la Fuente en el lado opuesto a los defensores a ultranza de Luis Enrique. El seleccionador que tenía como indiscutibles a algunos jugadores que no estaban precisamente dando el mejor rendimiento en sus clubes, incluido su yerno. La Selección del asturiano era un equipo antipático para el madridista, más por el perfil del seleccionador que por los jugadores que lo integraban, eso sí, pero hay que reconocer que muchos aficionados blancos se desengancharon del combinado nacional.
Ahora parece que hay que dar otro volantazo. Estaban escondidos, agazapados tras el debut goleador de España ante Noruega en la Rosaleda. Y con Joselu, delantero del Espanyol y reconocido madridista, como gran goleador. Pero sólo hemos tenido que esperar al segundo partido para que aparezcan los luisenriquelievers afirmando que “sin jugadores del F.C. Barcelona, España no gana”. Curiosa reflexión que no se leyó durante la debacle del Mundial de Catar.
Estos son los tiempos de esquizofrenia selectiva que nos han tocado vivir. Esos en los que cualquier realidad que vaya en contra de mis pasiones es directamente mentira. Por mucho que esa realidad se plante a un palmo de nuestras narices, nos grite o incluso nos sacuda un sopapo en toda la cara. Y ojo con que nadie la comente, opine o incluso describa los hechos, porque las consecuencias pueden ser que les paguen sus próximos fichajes, su estadio y hasta la hipoteca de sus nietos. Es aterrador como las pasiones pueden llevar a una manipulación de masas tan burda como eficiente. En fin, cada uno vive feliz en su mundo. Suerte.
Veremos qué acontece en la próxima convocatoria de España, pero hay algo que con seguridad se repetirá, que el que debería ser el equipo de todos vuelva a ser la Selección de nadie.
Yo hace mucho tiempo que me desenganché de la selección. Creo que con Clemente. Fue un proceso que me acabó llevando a pasar también del fútbol de selecciones en general.
Ahora me estoy desenganchando también de la liga, por motivos obvios. Bueno, y también de la copa. El partido del próximo miércoles me pillará de viaje. En otros tiempos me las hubiera apañado para que no coincidiera. Ahora me da igual.
Me queda la champions, claro. La última edición fue maravillosa. Quizá, no lo sé, el canto del cisne más hermoso. El último gran momento que me deparó mi afición futbolística. Ya veremos.
Porque, seamos sinceros, la fase de grupos no es para volverse loco. Eso nos deja, en el mejor de los casos, siete partidos de eliminatorias para disfrutar. Y no todos los años será así.
Es demasiado poco. Quizá, para cuando lleguen los octavos de final de la próxima temporada, lleve yo sin ver un partido (al menos con interés) desde la final de esta.
No voy a decir que el fútbol se muere. No en el sentido general, porque no lo sé. Pero sí en mi cabeza y en mi corazón.
Estoy leyendo más. Estoy viendo más cine. Revisitando clásicos, mayormente. Estoy volviendo a escribir. Y doy largos paseos. La vida me sonríe, no voy a quejarme. Pero ¡ay!, noto cómo algo dentro de mí, algo que me acompañaba desde niño, va muriendo poco a poco.
Tengo las misma sensación y poca o ninguna esperanza de que vaya a cambiar
La inexistencia de jugadores españoles de calidad está causada, a mi entender, por la tendencia que existe en el futbol español de valorar a los jugadores sin talento pero prácticos. La mayor parte de equipos españoles de primera, segunda, tercera, etc. han comprado más o menos el método Simeone: solo importa el resultado, no quieren figuras en el equipo que les quiten protagonismo. Luis Enrique es el ejemplo más claro.
Durante años se a dado mucho mérito a entrenadores que plantaba en el campo a 10 jugadores y un portero disciplinados, correosos, generosos en el esfuerzo pero sin talento.
El resultado es que no existen o hay muy pocos jugadores españoles con talento. Los que pudiera haber se han quedado en el camino, no han llegado a la élite