En uno de mis últimos artículos para La Galerna hace ya algunos meses se me ocurrió deslizar alguna crítica hacia la Quinta del Buitre. Cargué un poco las tintas al hacerlo, e inmediatamente comprobé que había pisado un callo del madridismo, toda vez que la airada reacción de algunos lectores y tuiteros no se hizo esperar. Incluso mi admirado Ángel Faerna se lanzó a por mí con una expeditiva entrada a los tobillos en forma de comentario que me dejó la tibia temblando, lo que dio pie a un salado debate en el que yo trataba de zafarme de su marcaje con un torpe regate por aquí y una atropellada finta por allá, mientras Número 2 me perseguía inmisericorde por todo el campo con la insistencia y contundencia de un Benito y con la elegancia e inteligencia de un Varane. Casi nada. Todavía hay noches en que me despierto entre sudores fríos recordándolo.
Lo que aquello puso de manifiesto es que el vínculo afectivo de muchos madridistas con la Quinta va mucho más allá de los aspectos meramente futbolísticos, como explicó otro Faerna (José María) en un magnífico –valga el epíteto- elogio de esa generación publicado pocos días después. Inicialmente pensé en escribir una réplica a dicho escrito, pero pronto deseché la idea. No porque me faltasen argumentos para intentarlo, y ni siquiera porque me intimidase la perspectiva de un nuevo debate con un Faerna (por insensato que sea pensar en la victoria, ¿quién de ustedes declinaría la posibilidad de intercambiar unas bolas con Federer?). La verdadera razón por la que descarté la idea fue precisamente esa conexión afectiva que muchos madridistas y muchos galernautas tienen con la Quinta. Para gran parte del madridismo, la Quinta –a la que sería necio negar méritos notables- es casi como una parte de la familia, y eso son palabras mayores.
Hay, sin embargo, un aspecto que quedó pendiente en aquel debate y sobre el que me gustaría volver, puesto que es en realidad el que más me interesa de todo aquello. Me refiero a la influencia que la Quinta tuvo en la conformación de los gustos del madridismo contemporáneo, o al menos de buena parte de él. Una influencia que a mi modo de ver todavía perdura en nuestros días y que explica, siquiera parcialmente, el comportamiento a menudo sorprendente de la grada del Bernabéu.
Que la Quinta, como su propio nombre indica, representó un cambio generacional en el Real Madrid no lo discute nadie. La Quinta irrumpe en 1983, dos años más tarde de la intentona golpista de Tejero y uno después de la primera y abrumadora victoria electoral del PSOE. Es decir, cuando en España se echaba el cierre a la época apasionante pero turbulenta de la Transición y se fijaba la mirada en un futuro que por fin parecía luminoso bajo una democracia que acababa de aupar al poder a una generación que ya no provenía del franquismo. La sociedad estaba hambrienta de nuevos referentes, de nuevas figuras que tuviesen poco que ver con el pasado y que simbolizasen esa nueva etapa. Y buscaba tales referentes en todos los ámbitos, incluido el deporte. Fue precisamente la Quinta quien encarnó como nadie esas virtudes en el mundo del fútbol. De repente, los aficionados españoles vieron que nuestro fútbol podía dar a luz figuras de talla mundial, de jugadores respetados y valorados por los aficionados de todo el mundo. España dejaba de estar condenada a la furia, era posible un fútbol distinto del “a mí la pelota, Sabino, que los arrollo”.
Varias circunstancias coadyuvaron a ello. La primera, ya se ha dicho, es que la Quinta eclosionó en el momento histórico oportuno. La segunda, que estaba compuesta por jugadores perfectamente equiparables, por formación y cultura, a cualquier joven universitario de la época, y de hecho varios de sus miembros compaginaban los éxitos deportivos con la universidad; el tópico del futbolista español, esforzado pero tarugo, parecía saltar por los aires. La tercera circunstancia es que todos sus miembros sin excepción atesoraban una calidad técnica extraordinaria, una clase colectiva como probablemente ninguna generación anterior del fútbol español había tenido. Y finalmente, como guinda del apetitoso pastel, todos procedían de la cantera. La perfección absoluta.
La concurrencia de todo ello desembocó en un aluvión de simpatía y popularidad en favor de la Quinta, y en la recuperación de un orgullo en el madridismo que llevaba entonces algún tiempo enmohecido. El madridismo se entregó complacido al brillo de estos futbolistas que estaban destinados a devolver los días de gloria al club. Aquellas remontadas históricas en la Copa de la UEFA parecían confirmar que esta generación estaba llamada a las mayores gestas, y la alegre fanfarria con que toda la prensa deportiva ensalzaba sin descanso sus virtudes y callaba sus defectos no hacía sino alimentar el entusiasmo. El madridismo acabó por entregarse sin reservas a esa generación que representó un auténtico baño de luz.
Sin embargo, dos circunstancias se cruzaron en el camino: la decepción de aquella famosa semifinal contra el PSV Eindhoven y la irrupción imparable del Milan de Sacchi, el mejor equipo de fútbol que han visto los ojos de este desafinado observador. Ante esas adversidades, los jugadores de la Quinta se vieron ante una disyuntiva: apretar los dientes y redoblar esfuerzos, o darse por vencidos y desertar de la batalla. Y acabaron haciendo lo que era más conforme con su naturaleza: rehuir la pelea.
Porque los jugadores de la Quinta jugaban, si no con displicencia, sí con cierta distancia emocional a pesar de su indudable madridismo. Era el suyo un juego más cerebral que físico, y se diría que su ideal era conseguir la victoria y acabar el partido con el uniforme impecablemente limpio y hasta planchado. Mientras estuvieron arropados por los líderes bravos de la vieja guardia, su calidad contribuyó notabilísimamente a las remontadas históricas de la Copa de la UEFA. Cuando el transcurso del tiempo retiró a los primeros y les colocó a ellos como líderes de la plantilla, continuaron cosechando éxitos domésticos a causa de su enorme calidad y de estar acompañados de extraordinarios competidores como Hugo Sánchez, Valdano o Gordillo. Sin embargo, se hizo patente de forma cada vez más acusada que el suyo era un fútbol muy plástico y eficaz cuando las cosas venían de frente, pero poco efectivo cuando se trataba de revertir situaciones difíciles. Dicho de otro modo: cuando llegó la hora de la verdad, la Quinta demostró una falta de auténtico liderazgo, disimulada bajo un fútbol de alta escuela pero en cierto modo aburguesado y con tendencia al manierismo.
La afición y la prensa no quisieron ver esa falta de liderazgo ni ese narcisismo aristocrático que se hacían cada vez más evidentes, sino que siguieron apoyándolo y elogiándolo de tal modo que acabó por establecerse un cierto dogmatismo en cuya virtud la calidad técnica era el baremo fundamental -casi el único- por el que se podía calibrar la valía de un futbolista para el Real Madrid, de modo que quien sobresalía en ese particular apartado quedaba eximido de tareas tan bajas o tan proletarias como trabajar o mostrar compromiso. Virtudes tan intrínsecamente unidas al verdadero liderazgo -y tan indisolublemente unidas al Real Madrid hasta entonces- como garra, esfuerzo, pundonor, amor propio, orgullo o sacrificio eran consciente o inconscientemente preteridos, cuando no abiertamente despreciados como atributos propios de mediocres, de medianías sospechosas que debían suplir con sudor la falta de mejores dotes para practicar el fútbol. El público del Bernabéu se olvidó de los atributos históricos del club, y comenzó a juzgar a sus futbolistas casi exclusivamente en atención a su calidad técnica, menospreciando con desdén y a veces con crueldad a quien no superara el listón de la excelencia en ese particular apartado.
Esta distorsión llega hasta nuestros días; no es que el compromiso haya dejado de importar, pero lo primero y principal para gran parte de la afición es que el jugador sepa hacer malabares con el balón. Para los que así piensan, quien no cumpla este requisito, por más que sobresalga en otros frentes igualmente importantes en el fútbol, no debería tener sitio en la plantilla. De manera que hoy Camacho probablemente llevaría colgado en el pecho un sambenito con la palabra cono en letras mayúsculas, y a Santillana se le silbaría por paquete. Los ejemplos sobran, y hay poquísimas excepciones a la regla. Algunos pensamos, sin embargo, que la clase es una virtud importantísima en el fútbol, pero no necesariamente más que otras (no perdamos la perspectiva de que ningún futbolista puede convertirse en profesional, y mucho menos jugar en el Real Madrid, si no atesora una calidad técnica más que notable, lo que algunos aficionados olvidan con demasiada frecuencia).
Quien haya tenido la paciencia de acompañarme hasta aquí me permitirá ilustrar lo que quiero decir con un ejemplo. Juanito no es recordado en el minuto 7 de cada partido en el Bernabéu por razón de su calidad técnica, pese a que la tenía a raudales. Juanito es posiblemente el madridista más querido de los últimos cincuenta años por su forma de vivir el fútbol, por su rebeldía frente a la derrota, por su pundonor inextinguible, por esos noventa minuti en el Bernabéu son molti longi, por esos saltitos de madridismo puro en aquel partido ante el Moenchengladbach que Jesús Bengoechea recordó en un glorioso artículo tiempo atrás. Es decir, por ese orgullo inmenso de saberse jugador del Real Madrid, por su conexión emocional con el club, por su compromiso inosobornable. Y así, uno imagina a Juanito -que precisamente hoy habría cumplido años- antes del partido arengando a los muchachos, adelantándose sin saberlo a aquel famoso eslogan de una marca deportiva para decirles que impossible is nothing con apasionado acento de Fuengirola. Por contra, cuando uno piensa en Míchel, el verdadero líder de la Quinta, no puede sino imaginarlo frente al espejo perfilando con gomina la raya del peinado justo antes de saltar al campo.
Esa es la diferencia que, según creo, una buena parte de la afición no ha sabido entender y que Mourinho retrató certeramente con su famoso señorío es morir en el campo (la frase es tan afortunada como inexacta, pero esa es otra historia). Y ese es el efecto nocivo que en mi opinión acabó teniendo la Quinta del Buitre: la instauración de un modo de ver el fútbol en el que la calidad técnica redime de la falta de ambición y de arrestos para plantar cara a las adversidades, para dar la batalla aun cuando la derrota sea probable. En el que la clase justifica el aburguesamiento al calor del elogio fácil. En el que se perdona la falta de liderazgo.
Yo creo que Zidane, que como jugador fue uno de los futbolistas más elegantes que ha dado la historia, está en situación privilegiada para darle la vuelta a la situación. Es precisamente la calidad que atesoró lo que le dota de un ascendente moral, de una auctoritas indiscutible, para exigir junto a la clase el compromiso, y hacerle entender a esa parte de la afición que de poco valen la una sin el otro y el otro sin la una. El desempeño del equipo el año pasado, pese a los titubeos recientes, alimenta el optimismo. Si lo consigue, si hace ver a jugadores y afición que en el Real Madrid la capacidad de liderazgo no se negocia, no será ésa la menor de sus aportaciones al club.
19 de mayo de 1996. Michel había anunciado que ese sería su último partido. También lo sería el de Laudrup. Butragueño lo había hecho un año antes. Yo tenía mi abono, que había heredado de mi padre, en un lugar privilegiado del Bernabeu, 1ª fila del 1º anfiteatro, en el centro, justo encima del palco antes de que lo cambiaran de banda. Michel fue cambiado poco antes de acabar el partido. Para que le agradeciéramos habernos hecho felices. Cuando dejé de aplaudir me marché del campo como él para no volver. Renunciar a aquella magnífica localidad se hacía difícil, pero si la Quinta no estaba, ¿para qué volver?
Entonces tu no eres del Real Madrid, eres de la quinta CF. Para aficionados así, mejor que sean del Atlético.
Bueno, bueno, Miguel Angel, no te pongas así. Elegí ese día para dejar el abono como homenaje privado a Michel y cia, y .. porque ya se estaba poniendo muy caro, pero de ahí a renunciar al Madrid... ¿Y del Atlético? Excepto Mijatovic (que menos mal que marcó el gol de la 7ª) nadie en el Madrid se peinaría como el Cholo. : )
Yo nunca he visto jugar al fútbol a nadie como al Madrid de la Quinta.
¿Por qué no hicieron más? Muy fácil, la suerte (PSV Eindhoven), el incipiente Villarato (las cuatro ligas de Cruyff), el puñetero fuera de posicional (AC MIlán).
Maldito empedrado...
Yo no he visto a la quinta, pero decir que por culpa de la suerte o del fuera de juego posicional no pudieron ganar entonces apaga y vamonos.
Por cierto cuando cayeron contra el Spartak eso entonces porque fue? porque hacía frio?. Acaso el fuera de juego no lo podian haber trabajado?, acaso no habían estudiado previamente al Milan?, y las dos finales de copa perdidas ante Atlético y Barcelona, siendo estos inferiores tambien es Villarato o suerte?
Por no hablar de las eliminaciones por dos veces en la copa de la UEFA ante PSG , Torino, Odense(esta si que la he vivido), etc.. .
Escribí mi comentario con media sonrisa.
No se enfade, hombre, que es solo fútbol
Yo de la quinta puedo hablar poco, porque veo el futbol desde la 94/95, solo a algunos de sus componentes en sus últimos años, pero lo poco que les pude ver a Michel, Butrageño (a este solo unos pocos partidos), Sanchís, Martín Vázquez, más otros componentes como Chendo, excepto este último los otros ganas de trabajar pocas, meter la pierna poco. En esos años primeros que seguía al Real Madrid los que destacaban eran otros menos técnicos pero que luchaban cada balón como Luis Enrique o Amavisca, y también otros más técnicos como Raul y Redondo. Los de la quinta parecian como Guti, mucha técnica y poco sacrificio, y en los partidos a cara de perro desaparecidos. La diferencia que Guti no era titular y esto si, y alguno jugaba por decreto, como por ejemplo Michel en sus últimas temporadas daba pena pero jugaba por nombre.
Aunque esto último sigue ocurriendo en la actualidad: Casillas, Raul y ahora mismo Cristiano, Benzemá y Sergio Ramos.
Si lo que dice el artículo es verdad ( cosa que no tengo el porque dudar ) entonces ahora estamos ante una quinta 2, pero que juega peor y gana menos porque las actuales estrellas de este equipo no se esfuerzan nada, y no tienen compañerismo dentro del terreno de juego. La única diferencia es que estos de ahora lo han maquillado con un par de copas de europa.
"las actuales estrellas del equipo no se esfuerzan nada y no tienen compañerismo dentro del terreno de juego" algo "maquillado por 2 copas de Europa"... que se debió de ganar de milagro con ese esfuerzo nulo y falta de de compañerismo en el campo. Tela.
¿A qué me suenan estas letanías? ¿Se parece a lo que dicen en los grandes medios que cotizan en el EGM?
Tú mides el esfuerzo y el compañerismo porque estás ahí todos los días y sabes cómo... ah, que a lo mejor te lo cuentan los Meana, Romero, Castaño, Lama y cía., claro, claro, es así.
Pues ya sabes, lo milagroso no es lo del atleti e slo del RM: Bale llega con una hernia de la que no se ha tratado y sigue jugando ¡milagro!, el RM no juega a nada pero gana una y otra vez ¡milagro!, Zidane no tiene ni idea ni ha demostrado nada pero parece que todos están con él ¡milagro!, Cristiano, Sergio Ramos y demás estrellas no se esfuerzan en el terreno de juego y sin embargo ganan pichichis y trofeos ¡milagro!, se ganan 2 copas de Europa ante el mejor Atlético de toda su historia con el mejor entrenador a ojos d ela prensa, Guardiolismo aparte, con una falta de compañerismo brutal en el terreno de juego ¡milagro doble!
Te ha faltado poner que el RM no sabe fichar y que todos en el RM juegan fuera de posición. Sergi Roberto o Koke juegan en otra sitio y se llama evolución o polivalencia pero Toni Kroos que no es mediapunta pero como Maldini y Segurola le tildaron de tal para denostar su fichaje porque no hacía falta ya que había mediapuntas en el equipo, juega fuera d eposición. Tela.
Discrepo con esto: "pero lo primero y principal para gran parte de la afición es que el jugador sepa hacer malabares con el balón".
La impresión que tengo de hoy, de ayer y de siempre es que la afición del Madrid lo que más valora en un jugador no son los malabarismos sino que sude la camiseta por encima de todo. Ese tipo de jugador era y es muy valorado y querido antes de la quinta y después de esta.
Puede que la quinta del Buitre en lo que haya marcado un antes y un después sea en los afectos, que observo que de entrada los canteranos lo tienen asegurado, después los nacionales y por último los extranjeros. Luego el trabajo y la calidad de unos y otros y las campañas de los medios de comunicación influirán en que se muden los afectos o los desafectos.
Un saludo
Totalmente de acuerdo con todo lo expuesto en el artículo. Además, yo también coincido con David Gistau en que la Quinta fue más una anomalía que una norma. El Madrid histórico se caracterizaba por ganar; bien o mal, a lo barroco o a lo desesperado, pero ganar. A la Quinta del Buitre ya se le vieron las vergüenzas en su momento, y no hablo de que no pudieran ganar la Copa de Europa ("si no la ganaron, es porque hubo otros mejores que ellos", como dijo un tal Alfredo... Di Estéfano), algún que otro entrenador dijo que Sanchís era "el cáncer del Madrid"; Martín Vázquez salió corriendo en cuanto olió el dinero en Italia; Michel, dentro de lo que cabe, daba (a su manera) la cara cuando venían las cosas torcidas; y el absoluto remate, el mayor baldón que haya pisado nunca el Bernabéu : Don Emilio Butragueño. El niño bonito que jugaba por decreto desde el año 87 (Beenhakker ya le quiso echar entonces) y cuya misión en el Real Madrid actual es casi la misma que cuando era jugador: que otros hagan el trabajo mientras él se dedica a poner cara de "yo no he roto un plato en mi vida" (y de paso, a llevárselo crudo). Siempre he pensado que si Bernabéu hubiera vivido en la época de la Quinta, seguramente le habrían encantado como jugadores, pero en muchísimas ocasiones habría bajado al vestuario en el descanso a agarrar a alguno de la pechera y cantarle tres o cuatro verdades.
Es posible que ud. esté completamente de acuerdo con lo que dice Falstaff en el artículo. Pero, aunque no soy quién para hablar por él, estoy seguro de que Falstaff no comparte el tono de su comentario, completamente alejado (a mi juicio) del que utiliza en su magnífico ensayo el propio Falstaff.
Me alegra saber que lo único que no comparte (a su juicio) el autor del artículo, acerca de mi comentario, es el tono. Es verdad que lo que escribo va con mucha inquina, pero, de vez en cuando, también es sano filosofar a martillazos.
Sobrevalorado Nietzsche
Casi tanto como la Quinta del Buitre. 😉
lo de "único" lo interpreta y se lo inventa usted. Ha afirmado que no comparte su tono, nada más. Puede haber más cosas que no comparta, no lo sabemos porque no se ha pronunciado Falstaff ni falta que hace, pero lo único que asegura Bengoechea es que el autor no comparte el tono de su escrito, nada más. Algo muy distinto a lo que usted afirma y que es causa de su alegría, no dudo que ésta sea real pero se basa en una atrevida y aventurada interpretación suya.
Se ha parecido usted a los ciudadanos periodistas que tan divertidamente señala Richard Dees en su El Radio.
Me sigo quedando (alegremente) con que ninguno de los comentarios a mi primer texto me discute los argumentos. Sinceramente creo que si Bengoechea (me aventuro de nuevo) hubiera podido asegurar que Falstaff también estaba en contra de mis argumentos, lo habría dicho, era solamente poner "no comparte el tono, ni sus ideas...". habría aclarado mucho y no costaba tanto. ¿No?
Es más, usted tampoco se pronuncia. Me aventuro (una vez más) a pensar que tampoco está en desacuerdo con mis ideas sobre la Quinta. Era lo que realmente me importaba. Aquí todo el mundo tiene derecho a expresarse y cada uno lo hace a su manera. Yo a martillazos de ciudadano periodista (insisto, lo hice a propósito) y usted de... -¡quién fuera Falstaff y que le dedicaran comentarios que comienzan con "Esa distorsión, ADMIRADO Falstaff" jajaja- Pues eso...
Sigue usted, Jorge Mcd., distorsionando, interpretando e inventado que es lo que le venía a señalar. Usted se ha inventado el "único", que en ningún momento en el texto de Jesús lo dice pero usted se lo inventa para cuadrar con su argumento. No sé a qué se refiere con lo de que no me pronuncio... pronunciarme ¿sobre qué? ¿sobre el texto? ya lo he hecho y ahí está el comentario que usted ha leído. Si se refiere a pronunciarme sobre SUS ideas de la Quinta, no lo he hecho ni tengo intención de hacerlo, más cuando he comprobado cómo se las gasta interpretando y retorciendo los textos a su conveniencia... que e slo que vengo a señalar y que vuelve a hacer "aventurando" que no hablar de SUS ideas es estar de acuerdo con ellas ¡tela! Porque eso e slo grave, la invención decir que alguien dijo blanco cuando es falso y como usted siente y piensa d euna manera cree que todo el mundo debe razonar como usted, algo que no es cierto, aunque haya mucha gente como los ciudadanos periodistas que se inventan formas de sentir d elos jugadores para que cuadren con sus inventivas y sensaciones. Tela.
Pero ya me da una idea de lo obtusa que es su mente, y a las pruebas me remito, cuando realiza el ejercicio d inventarse cómo siento y qué deseo por alabar a un autor. Yo no deseo ser Falstaff, como afirma usted, así como no deseo ser Arguiñano o Bruce Springsteen aunque los admire por lo que me dan a degustar, ya sean sus guisos, escritos o canciones. Pero que tengan mi admiración no conlleva que desee ser ellos y realizar sus labores para que otros me alaben por el escrito, la canción o el guiso, sin embargo, usted qu eno me conoce de nada lo suelta y se queda tan fresco, con total osadía y ya sabemos de donde procede generalmente las afirmaciones tan gratuitas y atrevidas, de la ignorancia.
que cada uno se expresa como quiere, sabe y puede es evidente, que usted encima de inventarse términos, atribuir sensaciones y partir de premisas falsas al estilo del "ciudadano periodista", se vanaglorie de hacerlo a propósito me deja atónito y vuelve a despertar la misma duda que me asalta con los ciudadanos periodistas ¿qué es peor el villlano que sabe que está mal pero lo hace adrede o el ignorante que cree que lo está haciendo bien cuando está mal?
En fin,
En el campo está el rival a batir mientras el enemigo está en los medios 😉
Jajaja, en ningún momento quise decir que usted quiera ser Falstaff.
Lo que quise decir es que usted me parece un lameculos.
Supongo que ahora estará más claro, ¿no?
Su nivel de peloteo es tan rastrero y lamentable que yo creo que usted tendría que escribir en la prensa deportiva catalana: usted ganaría un sueldo, la prensa barcelonista a un pesebrero de proporciones épicas y el madridismo ganaría un "quintacolumnista". Todos salen ganando.
Además, así vendría al pelo su cantinela de "En el campo está el rival a batir, el enemigo anida en los medios".
Si me permite una sugerencia final, cambie su nick a BABASWAIN, es mucho más descriptivo de su labor como comentarista.
😉
Lo que le falto a la quinte del buitre, es el amor por el Madrid que tenia un tal JUANITO, este no hubiera consentido en ningún momento, que nadie faltara al Madrid, ni a ninguno de sus componentes, en las retransmisiones deportivas en las que participan ex jugadores como Matin Vazquez, Sanchiz, Poli Rincon etc en esta actitud en los medios, reflejan lo que estaban dispuestos a pelear por su equipo, a estos futbolistas les falto el amor propio y el orgullo de representar al REAL MADRID, cosa que les sobraba a Juanito, Camacho, Santillana, y un largo etc de jugadores que se dejaron la piel por este equipo.
Hombro, Camacho come tatsächlich en los me dios de PRISA tanzen feliz
Querido Falstaff, casi se me escapa este artículo tuyo, no puede uno estar en todo. Tienes toda la razón en que esto va de vínculos afectivos (en el fútbol no hay teoremas, o a mí no me los han enseñado), así que no me vas a convencer. Ni falta que hace. Tu análisis de lo que rodeó la aparición de la Quinta, y que explica el halo que la envuelve para muchos de nosotros, me parece totalmente exacto. Tus apreciaciones sobre el esfuerzo, el liderazgo, el compromiso, los malabarismos, etc., los comparto bastante menos, claro, pero aquí estamos para confrontar nuestros gustos y explicar(nos)los, no para imponérselos al vecino. Para mí la principal virtud de tu artículo es que mete la pierna con nobleza y consideración, procurando no pisar el callo, porque todos tenemos alguno. Observarás, eso sí, que no se puede decir lo mismo de buena parte de los comentarios que se declaran a favor de tu opinión sobre la Quinta, mientras que los pocos que han salido en su defensa acreditan modales y ningunas ganas de cargar contra los jugadores históricos de perfil más aguerrido y sudoroso. No te lo tomes como un golpe bajo, pero tendrás que reconocerme que al menos yo estoy en mejor compañía.
Un abrazo, y mi discrepante admiración por el artículo.
Esa distorsión, admirado Falstaff, que aún perdura en este tiempo no es responsabilidad ni culpa de la Quinta del Buitre sino de los medios de comunicación que a fuerza de repetir mantras falaces de forma machacona crean esas distorsiones.
Cargas tintas contra la Quinta del Buitre porque la prensa distorsionó y creó moldes inexactos sobre qué es lo que vale en el fútbol y qué no. Y la ascendencia de la prensa para generar opiniones en la ciudadanía es más fuerte y vinculante que cualquier falta de actitud de la quinta en un partido de fútbol. Las tontadas de Maldini y cía. por ejemplo, y sus contradicciones crean esas "sensaciones" en el aficionado.
Se supone que la prensa te informa y te cuenta las cosas que pasan en realidad y por esa razón, se les da una credibilidad a priori y gozan de la confianza en ellos porque saben de lo que hablan, pero no es más que una ilusión en la que no dan información sino opinión, una opinión forjada entre gustos propios y filias y fobias personales del periodista de turno o la corriente de esos periodistas. Esa opinión, por suerte o para desgracia, empapa a la gente y de ahí vienen las distorsiones, Falstaff.
La exageración de forma drástica en la que se maneja la prensa deportiva (habría que llamarla futbolera) es la que crea esas distorsiones y la que tergiversa cosas del pasado para que den forma a sus falaces tesis. Pero el grave problema que padecemos es el motivo por el que se hacen estas tesis, corrientes radicales en las que el fútbol debe ser cómo dicen ellos y ya no importa el ganar sino cómo se gana, si se tiene posesión mejor que si se tira mucho a puerta... estas tontadas que sirven para rellenar y crear debates que cubren minutos y páginas, en las que siempre sale perdiendo el RM, se hacen por motivos de fobias personales contra el RM, ya sea por el presidente, por el entrenador, la estrella, etc. y caen en un imperdonable doblerasero contra el RM, que de tantas veces hecho, parece que es lo normal y justo hacerlo así con peregrinas justificaciones como el presupuesto.
Pero claro, es algo que escuece y fustiga el amor propio y no se reconoce "los periodistas no influyen en mí", claro, claro. Nos cuesta mucho reconocer que somos víctimas de lo que de forma muy machacona han estado bombardeando desde los medios. Así tenemos, que tras una victoria del RM sin un juego brillante pero efectivo y sin pasar apuros, uno se queda satisfecho, no entusiasmado, y escucha las crónicas y las opiniones de los periodistas en los programas radiofónicos de turno y de "un no ha estado mal" se pasa al "El Madrid muy mal, se ganó, pero así no vamos a ningún lado". Esa es la realidad, influyen, cada vez menos, pero siguen influyendo.
En el campo está el rival a batir, el enemigo anida en los medios.
Buenos días; respecto a la Quinta del Buitre tengo sentimientos encontrados pero todos especiales. Tengo 50 años, es decir, no pude ver los Madrid anteriores al año 1973.
De la Quinta resalto su grandísima calidad. El verano de 1985 fue, para mí, especial en cuanto al Madrid. Tengan presente que entonces no había Ley Bosman, que sólo había dos extranjeros por club y que la Copa de Europa solamente la jugaba el campeón de liga, lo que hacía muy pero que muy difícil ganarla. Llevábamos desde la liga 1979-80 sin ganar la liga y esa temporada, 1985-86 arrasamos, se puntuaban dos puntos por victoria, no tres como ahora, y no cedimos ningún punto en nuestro campo, creo que NADIE lo ha hecho en la historia reciente de la liga.
En aquel verano Mendoza hizo tres fichajes deslumbrantes, los que más me han impactado: Maceda (un grandísimo defensa y goleador), Gordillo (un fenómeno) y Hugo Sánchez (un 9 de lujo). Si unimos a un Míchel exquisito, un Martín Vázquez que era, para mí, el más completo de todos (pena de estar más asesorado e irse al Torino cuando pudo reinar en aquel Madrid de principios de los 90), un Butragueño que nunca le vi tirar a portería al patadón sino que siempre intentaba colocar el balón y que jugaba, como Hugo, sin balón una barbaridad (solamente se aprecia en el estadio, no en la televisión) y un Sanchís excepcional con el balón en los pies (pocos defensas, aunque era centrocampista, he visto defender tan bien y sacar el balón tan controlado). Incluso Pardeza quedó relegado, un jugador especial. Si a esto unimos a un jugador que se movía por toda la delantera y media sin para (Valdano), un Juanito que tuvo su segunda juventud, un Santillana que aprovechaba los minutos que le daban, un Camacho que era un muro atrás, un Chendo infranqueable...hacemos un equipo de leyenda. En 1989 se incorporó un jovencito: Fernando Hierro. Sin en aquel Madrid de mediados de los 80 se hubiese incorporado Schuster (lo hizo en 1988-89) aquel equipo, con un pelín de suerte y de mejores arbitrajes, hubiera hecho historia en Europa.
Pero lo que me cabreaba de ese equipo eran esas "pájaras" que tenía y que nos traía derrotas dolorosas de Europa, muchas de ellas levantadas después en el Bernabéu. Pero le faltó carácter ganador en Europa y un pelín de suerte. El exceso de confianza en el Bernabéu en la ida ante el PSV fue demoledor (1-0 al principio y después...empatamos). Esa edición fue la de un verdadero campeón pero...qué pena más grande.
Enfín, me encantó ese equipo. Muchos de esos jugadores tendrían el sitio en el 11 titular actual (para mí los Míchel, Martín Vázquez, Sanchís, Butragueño, Maceda, Gordillo, Hugo Sánchez lo serían). Tuvimos la mala suerte de cruzarnos con el mejor equipo (táctico y por individualidades muy destacadas) que he visto en mi vida: el Milán de Arrigo Sacchi. Es el mismo caso de Bugno con Induráin, el italiano fue un gran corredor pero...¿Qué hubiese sido del Tour si hubiese coincidido Induraín y Merckx?
Saludos.