La patrulla perdida

El equipo que más ha hecho disfrutar al madridismo en los últimos diez años, un conjunto comprometido como pocos con sus colores y con su escudo, nuestra gloriosa sección de baloncesto, la mejor y la más laureada de Europa, atraviesa en estas semanas, a caballo entre febrero y marzo, por uno de los momentos más delicados de los últimos tiempos.

Desde que empezó la temporada, se han sucedido, una tras otra, noticias que paulatinamente iban mermando el potencial de una plantilla ganadora: Facu Campazzo voló con destino a Denver, Randolph caía gravemente lesionado (para toda la temporada) en Estambul, Llull y Rudy, Rudy y Llull, héroes de mil batallas causaban semanas de baja. Luego fue el turno de Carroll (en aquella fea jugada ante Panathinaikos que le costó un esguince de tobillo), de Garuba, de Jeffery Taylor…casi ninguno de estos últimos llegó en condiciones de competirle la Copa ACB al FC Barcelona, tras dos buenos partidos ante Valencia y Tenerife, victorias muy trabajadas y costosas ambas.

La final de la Copa del Rey, por ahora, ha supuesto un inicio a los infiernos que está recordando a una muy antigua película del maestro John Ford, casi desconocida para el público de hoy, «La patrulla perdida», del año 1934

La final de la Copa del Rey, por ahora, ha supuesto un inicio a los infiernos que está recordando a una muy antigua película del maestro John Ford, casi desconocida para el público de hoy, «La patrulla perdida», del año 1934. En ella se narran las aventuras y desventuras de una patrulla británica, durante la Primera Guerra Mundial, que es atacada en el desierto de Mesopotamia. Muere el oficial al mando, el único de la patrulla que conocía la misión de su grupo, y todos quedan al mando de un sargento, encarnado por el gran Victor McLaglen, que trata al menos de que sus subordinados puedan sobrevivir en un entorno hostil ante un enemigo que está ahí pero que nunca aparece. Sin destriparles el argumento, la película avanza con la patrulla cada vez más mermada en sus efectivos, que van desapareciendo a merced de las maniobras o de las tretas de sus enemigos, a los que nunca se ve.

Tras la debacle (quien más, quien menos se la estaba temiendo) ante los azulgranas en el WiZink, se está produciendo una progresiva caída en picado del equipo. Los partidos de la Liga ACB se siguen ganando (el balance es 21 victorias por 1 única derrota ante nuestro máximo rival), con tanteos algo más apretados últimamente (Andorra, Murcia, Estudiantes), pero resueltos con oficio y por profundidad de banquillo.

El drama está sucediendo en la Euroliga: un mes atrás, todos apostábamos por un Real Madrid entre los 4 primeros, pudiendo en las últimas jornadas casi elegir un rival para enfrentarse en los play-offs de cuartos de final. Se percibía que las tres primeras plazas estaban ya adjudicadas a FC Barcelona, CSKA de Moscú y a los nuestros, pese a que se avistaba una clara mejoría de los dos clubs de Estambul, Anadolu Efes y Fenerbahçe que podían colarse entre los 8 primeros en una franca progresión en juego y en resultados. Pero tras los varapalos ante equipos ACB como Baskonia (derrota de 20 puntos en casa) y Valencia (derrota clara en la Fonteta), el Madrid viajó este lunes a Rusia para dirimir dos compromisos importantes: Khimki de Moscú y Zenit de San Petersburgo.

Los partidos de la Liga ACB se siguen ganando, el drama está sucediendo en la Euroliga

Ayer nos llevamos un disgusto cayendo ante el Khimki (2 victorias y 22 derrotas hasta ayer, 17 de forma consecutiva), con nuestra patrulla perdida viajando con un Trey Thompkins lesionado (tras esguince ante San Pablo Burgos), con Alocén y Garuba tocados, sin Llull (al que hemos perdido para los próximos dos meses), sin Rudy, además de los consabidos damnificados de hace tiempo Campazzo y Randolph, y con un Taylor que salía de un mes de baja. El fichaje de Alex Tyus, llegado después de las fiestas navideñas, ha resultado ser un fiasco que apenas da 4 o 5 minutos de descanso a Tavares, que sigue jugando más de 30 minutos de media en cada partido. Nunca mejor dicho con Tyus (ojalá este escribidor se equivoque) aquello de «lo barato sale caro», ya que se ha demostrado por qué Tyus, enorme pívot hasta hace unos años, estaba jugando en un equipo de segunda fila como Galatasaray, alejado de los focos de la Euroliga.

La dirección del equipo, ya sin Llull hasta por lo menos el mes de mayo, es absolutamente caótica, con Alocén todavía muy verde (y tocado ayer) y un Nico Laprovittola que parece el gemelo poco agraciado de aquel que deslumbraba en Badalona o al base suplente de Campazzo en la selección argentina subcampeona del mundo. Parece que ya ha cubierto el cupo de oportunidades en el Real Madrid y, a la espera de Heurtel, Micic o quien pueda venir la temporada que viene, quizás sería mejor ir fogueando a los jóvenes como Spagnolo o Núñez.

Confiamos ciegamente en nuestra patrulla, pero da la impresión de que los hemos dejado solos cuando menos se lo merecían. Todos sabemos el descalabro económico que está suponiendo la pandemia para los clubs, pero también vemos que muchos de ellos se han seguido reforzando (quizás un ¿engordar para morir?), incluso alguno como el Barcelona de forma escandalosa, como si nunca más fuese a amanecer. Como sabiendo perfectamente que se van al averno sin remisión pero con la foto de Mirotic blandiendo su deseada copa de campeón de Europa.

El Madrid, posiblemente en una decisión muy meditada y con criterio, está abocando a su equipo quizás a quedar fuera del Top8 de Europa, como a sabiendas de que este drama puede pasar y se adelanta a aceptar sin titubeos dicho drama. Siempre hemos dicho en La Galerna que la nave del balón naranja está en buenas manos, la prueba es que pese al claro riesgo de estrepitoso fracaso europeo, Pablo Laso acaba de ser renovado dos años más, lo cual indica que el club acepta desde finales de febrero el peor escenario a corto plazo pero dando continuidad al proyecto con el mismo líder al frente.

Siempre hemos dicho en La Galerna que la nave del balón naranja está en buenas manos, la prueba es que pese al claro riesgo de estrepitoso fracaso europeo, Pablo Laso acaba de ser renovado dos años más

No les pienso contar como acaba la obra de Ford, que no es un film de guerra al uso (no hay batallas, ni escaramuzas, apenas algún disparo) sino realmente un thriller psicológico, un juego donde las mentes de los militares deben afrontar el miedo a lo invisible y a lo desconocido. Pero sí les digo, como en la película, que siempre hay esperanza y que nada está escrito de antemano. Thompkins, Rudy, Taylor, Carroll, Garuba y todos los demás —y de eso no puede caber ninguna duda—, se recuperarán y lo darán todo, como siempre ha sido en la era Laso. Este servidor confía en ellos, pese a tardes esperpénticas (con 23 pérdidas de balón) como la de ayer en Moscú, pese a jugadas como la última del partido ante el Khimki, un episodio de terror digno de Boris Karloff, por cierto, uno de los protagonistas de “La patrulla perdida”. Nada va a hacer que este humilde mosquetero deje de creer en nuestra gloriosa patrulla, aunque camine últimamente muy diezmada y algo perdida.

Fotografías Getty Images.