Es inevitable, en el fútbol y en la vida, el trasiego de personas. Llegar a algún lugar conduce inexorablemente a tener que dejarlo en algún momento. Y por mucho que pueda doler, las despedidas también ocurren con nuestros ídolos, con futbolistas que nos han hecho felices y que serán perfectos en nuestros recuerdos, aunque en algún momento dejen de serlo sobre el terreno de juego. Ya se sabe que el padre tiempo no perdona y que a todos, incluso a los mejores, nos acaba alcanzando. Siendo conscientes de todo ello, aún no estábamos preparados para la salida de un jugador y un tipo como Toni Kroos, que desde una posición vertebral, dirigía sin hacer ruido. Un puntal invisible para los highlights, pero crucial conduciendo a sus compañeros por el carril del éxito.
Cabe preguntarse si este Real Madrid histórico, una de las dos grandes generaciones en términos absolutos del equipo de fútbol más exitoso que ha existido, soportará el adiós de sus últimos jerarcas o se convertirá en otra cosa. Ni peor ni mejor, simplemente distinta. Es lo que cuestiona la paradoja de Teseo, si cuando a un objeto se le sustituyen todas sus partes, este sigue siendo el mismo, como ese barco al que se le reemplazaron poco a poco, pero sin descanso, la totalidad de los tablones que formaban su estructura inicial.
Cabe preguntarse si este Real Madrid histórico soportará el adiós de sus últimos jerarcas o se convertirá en otra cosa. Es lo que cuestiona la paradoja de Teseo, si cuando a un objeto se le sustituyen todas sus partes, este sigue siendo el mismo
La gallega respuesta debería ser sí y no. Obviamente, un equipo es un ente vivo, un grupo de personas que es casi imposible que se mantenga inmutable en dos campañas diferentes. El vestuario cambia porque llegan y se van futbolistas o miembros del cuerpo técnico, e incluso por la variación de equilibrios que depara la competición. Siempre existe el caso de quien partía como indiscutible y acabó en un segundo plano y el que parecía desahuciado y a la postre disfrutó de los focos.
El gran Madrid jerárquico no va a volver, como no regresarán los goles de Cristiano, los controles de Marcelo, el liderazgo de Ramos, la precisión quirúrgica de Kroos o las galopadas de Bale. Queda un último resquicio, un puñado supervivientes que, como ocurre desde que la humanidad se reunía en tribus, preparan a sus herederos para que les reemplacen. De los Modric, Nacho, Carvajal y Lucas, gloriosos vestigios de un pasado cercano que se extingue sin remedio, solo tenemos confirmada la continuidad del 2. Y, por supuesto, llegará un momento en el que no haya representantes de esta edad dorada. No se buscará replicarles porque son insustituibles y, también, porque es tan inevitable como gozoso seguir avanzando. Se puede y quizás se debe ser nostálgico con los que contribuyeron tanto a épicos triunfos, sin perder nunca de vista lo brillante que apunta a ser el presente y el futuro.
Si hay algo que distingue al Madrid es que nunca llora demasiado a quien se va, sea cual sea el motivo. Esto es una demostración práctica de que la entidad ha conseguido mantener una esencia única, y trascender por encima de cualquier individualidad
Si hay algo que distingue al Madrid es que nunca llora demasiado a quien se va, sea cual sea el motivo. Cuando arranque la siguiente temporada, la exigencia volverá a ser extrema, y jamás se considerará como un atenuante de un potencial fracaso la marcha de cualquier futbolista, sin importar su nombre. Esto es una demostración práctica de que la entidad ha conseguido mantener una esencia única, y trascender por encima de cualquier individualidad. Dirigentes, aficionados y la mayoría de los jugadores son conscientes de que el escudo, la camiseta y el club prevalecen sobre cualquiera de ellos. Incluso lo harán por encima de un Florentino Pérez que siempre me ha parecido la pieza presente de más compleja sucesión.
Primero, siempre el Real Madrid, la obra completa, el ente deportivo más grande del planeta, mejor club del siglo en el que se fundó y manteniéndose a la cabeza en el presente. Su grandeza solo se abarca con anchura de miras, pero también se puede disfrutar poniendo el foco en cada pieza del mosaico, en la aportación de miles de personas, contribuyentes esenciales en la forja de la leyenda como Bernabéu, Florentino o Di Stéfano, cruciales como muchas otras estrellas del presente y el pasado, e importantísimas pero anónimas como otros dirigentes, técnicos y empleados, e incluso socios y aficionados.
Todos han ido sumando para ser a la vez el mismo Real Madrid de siempre y otro completamente diferente cada día, como ese estadio Santiago Bernabéu que se ha ido reinventando desde un ambicioso campo de hormigón a las afueras de Madrid, hasta un referente futbolístico, tecnológico y cultural que late en el corazón de la misma ciudad. El Real Madrid no es solo un grupo de futbolistas, directivos y seguidores. Es más que todos nosotros juntos. Por eso nos sobrevivirá.
Getty Images.
Artículo tan oportuno como acertado. En el fondo y en la forma. Se agradece.