El sempiterno partido del año
Todos sueñan con el magnicidio. Y es la reacción natural y lógica. Cada año, 19 equipos de Primera División señalan en rojo dos fechas; las de los partidos de ida y vuelta con el Real Madrid, sus particulares finalísimas del Mundial. Podríamos hacer dos excepciones. En el caso de Sevilla y Betis, su enfrentamiento local es el que sin duda marca toda la temporada. Para ambos, el del Madrid es ‘solo’ el segundo partido que aguardan con más ganas.
Después de más de 20 años siendo socio y abonado del Madrid me he hartado de escuchar a otros aficionados incidir en que, si el rival de turno se aplicara con la misma intensidad durante el resto de la temporada, no pasaría apuros para mantener la categoría, clasificarse para competición europea o incluso ganar títulos. Y no creo que los madridistas nos debamos quejar de ser el indiscutible y perenne rival a batir para el resto. De hecho, es una condición que apuntala la simpar grandeza del club, una deferencia tácita que desmiente buena parte del relato. Para la inmensa mayoría de nuestros contrincantes en España, Europa y el mundo, jugar contra el Madrid es su propia final de la Champions. Para el catorce veces campeón de Europa, en cambio, su única final de la Champions es la verdadera final de la Champions.
Incluso en la era dorada del Barcelona, con Messi en su plenitud y Guardiola en el banquillo, el rival más deseado por todos siempre fue el Madrid. Un buen número de entrenadores (también de equipos punteros como el Sevilla) preferían reservar a sus titulares contra los azulgranas, conscientes de su inferioridad, pero también de que los más habituales se resignarían a no disputar ese partido, siempre que sí jugaran contra el Real Madrid, contra el que nunca he visto rotaciones de este tipo. Ni siquiera contando con rentas amplísimas de puntos en la punta de la tabla o con marcas históricas en cuanto a goles anotados. Para nuestros dos grandes rivales en España, ganar a su némesis incluso ha salvado temporadas. Aún sonrío cuando un culé agita el 0-4 de la temporada pasada como gran logro, recordando el desenlace de las grandes competiciones.
Para la inmensa mayoría de nuestros contrincantes, jugar contra el Madrid es su propia final de la Champions. Para el catorce veces campeón de Europa, en cambio, su única final de la Champions es la verdadera final de la Champions
Tiene sentido que todos los jugadores, especialmente los de los equipos más modestos, busquen lucirse contra el Madrid. Saben que los focos están puestos por una vez sobre ellos y que una actuación destacada puede cambiar su carrera. Además, siempre está la obsesión con matar al rey, con triunfar ante el mejor de los mejores, aunque solo sea una vez. También justifico que se incremente la intensidad, e incluso en que se traspasen los límites del reglamento y se llegue a la violencia. El problema ahí es de aquellos que tienen que impartir justicia y no lo hacen. En los países que hay más acceso a las armas hay más heridos y muertos por armas de fuego. Y en los partidos en los que se permite el juego duro, muchas más entradas violentas y agresiones. Casualmente, la tolerancia con aquellos que no respetan las reglas es mucho más frecuente contra cierto equipo que va de blanco y lleva un escudo redondito en el pecho. Es otra de esas coincidencias tan difíciles de explicar como los fríos datos de tarjetas y penaltis a favor y en contra en las últimas décadas. Entiendo que todo forma parte, una vez más, del peso de la corona y el cetro, y lo opulento del trono en el que se sentaba y se sienta el Real Madrid.
Getty Images.
La Galerna trabaja por la higiene del foro de comentarios, pero no se hace responsable de los mismos