Hoy, aniversario de la Novena, me recuerda un tuitero que antes del partido, en los prolegómenos del encuentro que encumbró la volea de Zidane, actuaron en Hampden Park los Proclaimers.
No sé si desde entonces, y han transcurrido exactamente 18 años, he sido capaz de asimilar la grandeza incontestable que supone el que uno de los hitos cruciales en la Historia del madridismo (y por tanto en la historia de MI madridismo) se viera precedido por el directo de una de mis bandas favoritas de todos los tiempos. La canción que tocaron fue su gran éxito “I’m gonna be (500 miles)”, cuya sempiterna estrofa, ahora que lo pienso (y no sé cómo he tardado 18 años en percatarme) es en realidad una oda al peregrino que llega por tierra, mar o aire, arrostrando los peligros que sean necesarios, para ver al Madrid ganar la Copa de Europa. No me di cuenta entonces, o tal vez sí me di cuenta. Los Proclaimers abrieron boca con un himno a mi propio viaje hasta Glasgow, un himno hecho a medida del seguidor que lo deja todo para asistir a la gesta, sin importar cuán lejos esté esta destinada a producirse.
And I would walk 500 miles
and I would walk 500 more
just to be the man who walked 1,000 miles
to fall down at your door.
Cualquier madridista habría caminado 500 millas, y después caminado 500 millas más, solo por ser el hombre (o la mujer) que caminó mil millas pero no en este caso para caer rendido en tu puerta, Real Madrid, sino para verte ganar, tampoco jodamos. Los Proclaimers superan en esto en idealismo al madridista peregrino medio, que se desplaza a Glasgow o Lisboa o Kiev no como simple demostración de amor y sin esperar nada a cambio, admitamos, sino en la muy egoísta exigencia y hasta en la confianza de que todo ello valdrá la pena porque el Madrid va a ganar la Final. What else, como en este caso demostrarían la viveza de Raúl en aquel saque de banda y el esplendor estético de Zidane catapultando sideralmente nuestros sueños.
Todo tiene perfecto sentido, y no sé cómo he tratado tanto en apercibirme de ello. Pocos grupos más madridistas que el dúo conformado por los gemelos escoceses Charlie y Craig Reid. Para empezar, pocos grupos más futboleros. Ved si no está gloriosa estrofa de What makes you cry? Quejándose de la endeblez de las razones por las que la amada deja al protagonista, le espeta lo siguiente:
I thought you liked football
and you didn’t mind those videos.
And my dog didn’t mean to ruin your clothes (he can’t help it).
A ver si queda por ahí algún madridista de verdad a quien no haya plantado alguna novia por la fijación con ese VHS de goles de la Quinta del Buitre, haya o no haya perro juguetón por medio.
Los Proclaimers no son oficialmente madridistas ni falta que les hace. Lo son de espíritu, lo son aunque ignoren serlo y lo serían incluso aunque se resistiesen. Formalmente, ellos son del Hibernian, el equipo de su región, un Valencia o Sevilla de la Liga escocesa, uno de esos equipos que (como el Dundee donde asombró a Escocía mi querido Javi Artero) aspiran a hacer sombra a los hegemónicos Celtic o Rangers. En su mítico y seminal tema The Joyful Kilmarnock Blues ya lo dejan claro.
Sixty miles to Kilmarnock
to see Hibernian play.
The day was bright and sunny,
but the game I won’t relay.
Tal es su amor por el club de sus entretelas que su incomparable balada Sunshine on Leith ha sido adaptada como himno oficioso por los Hibs, y pone la carne de gallina escuchar a su público entonarla al término de los partidos.
While the Chief
puts sunshine on Leith,
I’ll thank Him for his work
and your birth
and my birth.
Sí, amigos. Mientras el Jefe ponga el sol en lo alto del cielo, le daremos las gracias por su obra y por nuestro nacimiento: el tuyo, el mío y el del Real Madrid, este último especialmente en ocasiones como la celebración de la Novena que hoy nos concita y donde cantaron Charlie y Craig. Es perfectamente compatible ser del Hibernian y a la vez vikingo. Pocos grupos recogen en su estilo el ADN blanco de manera más fidedigna, esa armonía vocal catalizada por una testosterona innegociable, ese idealismo desacomplejadamente emocional y altivo, ese optimismo irreductible, ese localismo lanzado a la universalidad. Los Proclaimers cantan al amor desprovistos del menor atisbo de cursilería tiquitaquesca. Cantan al amor a pleno pulmón, a gritos, casi enfadados, porque hasta para decir Te Quiero hay que ser como Camacho. Hay en los Proclaimers virilidad a raudales, inspiración sometida a la practicidad de partituras sencillas, alma, jactancia, humor y lucha ante la adversidad. Hay madridismo puro en los Proclaimers. Por eso fueron los maestros de ceremonia de la apoteosis zidanesca de Hampden Park, y si no tocaron en el Hampden Park de 1960 es solo porque aún no habían nacido. Hay madridismo puro en los Proclaimers, y por eso van a sacarnos de esta cantando que estamos en camino, en el camino de la miseria a la alegría de nuevo, ahá, ahá, ahá. Cómo necesitamos ese mensaje, tan quintaesencialmente blanco, en estos tiempos de ánimo plomizo y duda asoladora.
Vivan Charlie y Craig y Hala Madrid, valga la redundancia.
Sí, el Real Madrid como alivio y desafío a tanto infortunio y calamidad que estamos viviendo. Eso es. ¡ Hala Madrid !.