Fue el día de San Isidro de 2002. Yo era Secretario de Estado de Cultura por aquel entonces. Mi compañero y amigo Juan Antonio Gómez-Angulo, a la sazón Secretario de Estado de Deporte, fletó un avión para Glasgow y nos invitó a acompañarlo para asistir en directo a la final en la que el Real Madrid iba a obtener su novena Copa de Europa. Me recuerdo a mí, a mi mujer - Alicia Mariño - y al gran Andrés Amorós en una de las primeras filas del avión, que debió de partir a eso de las cuatro o las cinco de la tarde rumbo a Escocia, para llegar con un margen de una hora o de hora y media al campo de juego.
Nos recogió un autobús en el aeropuerto y nos ubicamos en sus asientos, partiendo a toda mecha hacia el estadio de Hampden Park, donde iba a tener lugar la final. Era un día gris, de los que imagino menudean en Escocia en primavera, y desde la ventanilla del autobús nos pareció Glasgow una ciudad bastante fea. Pero no íbamos a hacer turismo, precisamente, sino a ver ganar a nuestro Madrid, que no nos defraudó en absoluto, aunque debo reconocer que sufrimos mucho viendo cómo el Bayer Leverkusen asediaba la meta madridista a lo largo de todo el segundo tiempo.
Casillas, por cierto, estuvo colosal, y fue uno de los héroes de la noche. Los tres goles se consiguieron en la primera parte. El primero fue de Raúl. Lucio empató en seguida para los alemanes, y un minuto antes del descanso, en el 44, Zidane ejecutó aquella mítica volea a pase de Roberto Carlos, que a su vez había recibido el cuero de Solari. Una volea que valía una Copa de Europa. Recuerdo que lo pasamos fatal, e insisto en ello, los últimos cuarenta y cinco minutos. Vimos el partido con Amorós, que se sentó también a nuestro lado en el campo. Fue una gozada oír al maestro comentar cada lance del juego. Porque no sé si saben ustedes que, como él mismo dice, el tema que Andrés domina de verdad no son los toros ni la obra de Valle-Inclán o de Pérez de Ayala, sino el sublime arte del balompié. De ahí que sus comentarios fueran, tal vez, mi recuerdo más nítido de aquella velada escocesa. Para Alicia lo fueron sin atisbo de duda, pues entonces era una neófita en los sagrados misterios futbolísticos, y lo dejó de ser gracias a las enseñanzas de Amorós.
Después del partido volvimos al autobús y de ahí al aeropuerto. Llegamos a Madrid pasadas las cuatro de la mañana. Pensé durante el regreso lo triste que debía ser volver de una final en la que tu equipo ha perdido. Lo terrible, incluso, que podía suponer darse una paliza semejante a cambio de una derrota. Pero en seguida sonreí y me recordé a mí mismo que habíamos ganado, que había valido la pena aquel viaje tan agotador, pues los nuestros se habían llevado la Novena a las vitrinas madridistas y todo había terminado en happy end.
*texto publicado en mayo de 2019, reflotado con motivo del cuarto aniversario de la novena Copa de Europa
Así viví la Primera: Paco Gento
Así viví la Segunda: Andrés Amorós
Así viví la Tercera: José Emilio Santamaría
Así viví la Cuarta: José Emilio Santamaría
Así viví la Quinta: Luis Miguel Beneyto
Así viví la Sexta: “Pirri”
Así viví la Sexta: José Araquistain
Así viví la Séptima: Pedja Mijatovic
Así viví la Octava: Steve McManaman
Así viví la Novena: Roberto Carlos
Así viví la Novena: Luís Alberto de Cuenca
Así viví la Décima: Juanma Rodríguez
Así viví la Décima: Vicente Ruiz
Así viví la Undécima: Álvaro Arbeloa
Así viví la Duodécima: Antonio Esteva
Así viví la Decimotercera: Jesús Bengoechea
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Creo recordar que, además de ganar la Champions el día de San Isidro, en semifinales derrotamos 0-2 al Barcelona el día de San Jorge, y los terminamos de eliminar en Madrid un 2 (¿ó 1) de mayo.
Un lujo que Luis Alberto de Cuenca escriba para nosotros en La Galerna. Muchas gracias.
yo fui el día de antes, con mis colegas, me lo pague yo!
antes había visto el gol de Mijatovic.
Si, efectivamente que lujo que Luis Alberto de Cuenca nos comente sus vivencias el la gran final de la novena. Saludos