Asensio tiene el problema de que ya le hemos visto hacer el partido contra el Valencia en el Bernabéu. Aquel día, el balear hizo una actuación completamente messiánica. Cada vez que atenazaba el balón uno imaginaba una jugada con valor gol y lo cierto es que esa fue la sensación durante todo el partido. Lo de menos fueron los dos goles que permitieron rescatar un punto, lo de más esa percepción de invencibilidad, de derecho a decidir, ahora que tan en boga está.
Antes de ese partido ya sabíamos que Asensio es un elegido. Su puntualidad goleadora -y qué goles- en los grandes partidos, su desborde por zancada y pura técnica, esa inteligencia y casi todo sus atributos ya habían sido expuestos en una sola temporada, pero contra el Valencia, además, demostró que podía ser un líder del Real Madrid. Eso son palabras mayores que a uno le hicieron que su imaginación volara.
Por todo ello cuesta asimilar la normalidad en un jugador así. Lo normal en un chaval de veintiún años que juega en el Real Madrid es lo que lleva haciendo Asensio durante el último mes, pero como decía al principio, el problema es que ya hemos catado otro nivel y la normalidad, al menos a mí, me sabe a poco. No se puede decir que Asensio esté jugando mal, para nada. De hecho, contra el Getafe fue el único jugador que inquietó a los locales hasta la entrada de Isco. No lo digo yo sino el jugador azulón Juan Cala, que algo sabrá de sus inquietudes en el campo de juego. Sin embargo, apenas vemos a Asensio equivocarse y eso en un atacante no siempre constituye una virtud. Sabemos que Asensio es un atacante con alma de centrocampista: su porcentaje de acierto en el pase es inusual en esas latitudes y eso nos encanta a los madridistas, pero yo preferiría sacrificar cierto porcentaje de acierto en pos de más riesgo y desborde. Probablemente Messi y Cristiano son dos de los jugadores que más balones pierden en la liga española y sin embargo dudo que alguien les afee el dato porque les basta algún acierto para decidir partidos.
asensio es un atacante con alma de centrocampista
Probablemente en esta sensación mía habrá una mezcla de todo: mala percepción por mi parte, cierto valle físico de un chico con veintiún años y la vuelta de ciertos líderes al campo. Su buena cabeza, complemento ideal e imprescindible para sus condiciones físico-técnicas, es la mejor garantía de que pronto volverá a despuntar. Quizá los aficionados como yo queramos que su fulgurante carrera corra más de lo que él considera necesario. Aquel día contra el Valencia muchos vimos que un niño de veintiún años podía empezar a liderar a todo un Real Madrid repleto de jugadores cargados de copas de Europa. Quizá él mismo considere que aún no es su momento. O quizá simplemente esté asimilando con prudencia tanto elogio merecido. Tiempo tiene para hacerlo mientras siga compartiendo equipo con el talento de Isco y la determinación de Cristiano.
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