Ganó el Madrid la Copa de Europa en París, la edición número 66 del torneo más bonito de todos, del torneo que todo lo merece y justifica. Ganó el Madrid su Copa de Europa número 14 en su final número 17, en la misma ciudad en la que todo echó a rodar en el mes de mayo del año 1956, en la ciudad de la Primera y de la Octava. París siempre está en el Madrid como un horizonte de grandeza que no se marchita nunca, aunque ni esta Francia sea ya aquella otra Francia ni tampoco este París sea ya aquel París que irradiaba su luz de libertad a todo el mundo a través del sepia dorado de Casablanca. Ahora parece una ciudad de película de terror y la República Francesa, otrora faro de la civilización, un Estado fallido que se ha dejado crecer dentro del estómago un tumor maligno que ha metastatizado comprometiendo lo mejor que tiene Occidente, que es la seguridad, la integridad de las calles por las que tienen que vivir y caminar sus ciudadanos. Ganó el Madrid una final que fue puro símbolo: en el lugar donde estaban enterrados los viejos reyes de Francia, hoy transformado en un estercolero multicultural, impuso el sagrado blanco de su camiseta sobre la ignominia de la UEFA. El Madrid, con su proeza de leyenda, finiquitó una Copa de Europa delirante, una Copa de Europa que ha sido la síntesis de toda su grandeza, el compendio de su leyenda imperecedera. Derrotó al Liverpool, preservó la inocencia con que fue gestada en la misma París la competición del orgullo europeo libre y comunitario; obligó a Ceferin a un trágala memorable, teniendo que darle a Marcelo ese trofeo bellísimo y aún no corrompido por las manos llenas de sangre de quienes tienen el mundo hoy en una ratonera de oro.
Y ganó el Madrid con gol de Vinicius a pase de Valverde. También tenía que ser así. Esta Copa de Europa ha sido el camino de unos niños que nacieron para ser reyes a hombros de unos gigantes que serán por siempre emperadores
Ganó el Madrid y lo hizo porque tenía que ganar. Tenía que ser así, de lo contrario el anticlímax de las remontadas dadaístas se habría llevado por delante muchas cosas, sobre todo la emoción, ese pellizco bajo los pliegues del corazón con que este equipo forjado en el material del que están hechos los sueños nos ha ido llevando a todos a través de océanos y de tempestades. Y sin emoción, no hay amor. Y sin amor, ¿qué somos sino una carcasa vacía? Esta Copa de Europa ha sido la Copa de Europa del amor: del amor de un club por sí mismo, del amor de un club a una competición que es el alfa y la omega de todas las cosas, que es su conversación íntima, ininterrumpida desde hace ya más de seis décadas, con la otra vida. Del amor de un equipo irrepetible por la búsqueda agónica del más allá. Del amor apasionado por la vida de una institución cuya existencia misma es un puro milagro.
Y ganó el Madrid con gol de Vinicius a pase de Valverde. También tenía que ser así. Esta Copa de Europa, la Catorce, la Catorcena, ha sido el camino de unos niños que nacieron para ser reyes a hombros de unos gigantes que serán por siempre emperadores. Valverde y Vinicius, Camavinga y Rodrigo, recibieron en París el testigo generacional de Modric, Benzema, Casemiro, Kroos y Marcelo. La Catorce no sólo fue la consecución de algo para lo que el adjetivo histórico parece hasta insuficiente. Además de igualar lo que nos contaban los libros, la fábula fundacional, las cinco copas seguidas de todos esos nombres que retumban en nuestra cabeza con el eco inefable de grandeza misteriosa y terrible con que se pronuncian los de los antiguos faraones egipcios (Di Stéfano, Gento, Puskas, Rial, Kopa, Santamaría, Muñoz), los jerarcas contemporáneos consumaron la transmisión de los atributos de poder a esa generación de chavales que vieron la Décima por la tele siendo apenas unos niños. El valor que tiene un relevo en la cima, un relevo ganando, ganando además de la manera en que se ha ganado este año, es incalculable, y un triunfo incontestable del presidente Florentino Pérez, esa es la verdad.
Esta Copa de Europa ha sido la Copa de Europa del amor: del amor de un club por sí mismo, del amor de un club a una competición que es el alfa y la omega de todas las cosas
Hace 4 años el Madrid de Cristiano, Ramos y Modric completó su dinastía formidable. Luego Europa empezó a rifarse a una serie de jovenzuelos marca Ajax por los que en las grandes ligas pagaban fortunas, considerándolos los dueños del futuro. A la vez, entre estertores, el Madrid comenzaba a reciclarse. En torno al esqueleto grandioso del equipo que tiranizó Europa durante un lustro fueron creciendo niños traídos de Sudamérica, algunos como Vini o Rodrigo a un precio sospechoso que dio que pensar a los malpensados. En estos cuatro años ha habido multitud de risas. El sábado, dos de esos muchachos sudamericanos dieron otra vuelta de tuerca al campeón infinito, como tituló ABC en portada al día siguiente. El tercer chaval iberoamericano, un brasileño que juega como un alemán, fue el que picó el billete a París a principios de mayo. ¿A cuánto cotiza en este momento la chatarra holandesa que compraron a precio de oro Juventus, Chelsea o Barcelona?
Este Madrid campeón de franceses negros y beduinos, de rioplatenses y de cariocas, es el equipo de los españoles de ambos hemisferios, el equipo de la iberoesfera
Cuando todo indicaba que el fútbol viraba de nuevo hacia el centro y el norte de Europa, el Madrid lo endereza otra vez hacia el Atlántico. El Madrid de Modric, Benzema y Vinicius está lleno de brasileños, tiene un pulmón uruguayo por el que la Premier League vendería hasta las joyas de la Torre de Londres: el Madrid le ha torcido el puño a un fútbol europeo que se afrancesaba. Si todo el talento parecía venir de Francia, si todo el fútbol se ideologizaba a la alemana, si hasta Noruega empezaba a parecerse a una potencia mundial, vivero de talentos, y si la escuela holandesa revivía bajo las premisas acostumbradas, llega el Madrid y hace que el mundo mire otra vez a donde antes. A Brasil y a Uruguay, los viveros primigenios del talento, un talento puro y sin desbastar al que el Madrid saca y pule a martillazos como Miguel Ángel sacaba sus esculturas de los bloques de mármol de Carrara; a Italia, pesca también en la francofonía y se lleva no sólo a un supertalento en ciernes, sino a un tipo jovencísimo, Camavinga, cuya cara de anciano risueño deja adivinar una persona de otro tiempo ajena a los miasmas pestilentes que desprende la charca qatarí del PSG, que lo encenaga todo en Francia. La victoria del Madrid en París frente al Liverpool, epítome del panenkismo, hace que el viejo mundo no sólo ruja sino que entone una canción antigua cargada de futuro.
En las celebraciones, en La Cibeles, hubo un reflejo de todo eso. Muchas banderas de España, sí, pero también de Honduras, camisetas de Colombia, rostros mestizos por doquier, chavales cuyos rasgos delatan razas andinas, mayas, caribeñas, vestidos de blanco, cantando el himno de Jabois. Este Madrid campeón de franceses negros y beduinos, de rioplatenses y de cariocas, es el equipo de los españoles de ambos hemisferios, el equipo de la iberoesfera. Si Madrid sucede a Nueva York y a Miami como capital mundial de lo latino, como enorme y abigarrado crisol de la emigración hispana, este equipo blanco de chavales llenos de alegría dirigidos por un sabio viejo con espíritu de niño es el equipo de todos ellos. El equipo del nuevo lenguaje urbano desacomplejado y libre que se opone a la menadización y al chándal del Peseyé. El equipo del reguetón y de la cumbia, de las latinas con la camiseta blanca anudada al ombligo y de los panas que perrean hasta el suelo en gafas de sol mientras esperan que llegue su equipo a saludar a la diosa con una nueva orejona debajo del brazo.
Sólo el Madrid puede pensar en la 15 mientras está celebrando la 14, esa es la diferencia con otros gigantes que festejan con rúas por la calle subcampeonatos de Europa
La victoria del Madrid fue la de los jerarcas veteranos y la de los jerarcas noveles. Militao, Valverde, Camavinga, Rodrigo, Vini, hasta Ceballos, adquirieron el sábado un poso diferente. Por ejemplo, el propio Modric, o Benzema, o Sergio Ramos, tardaron casi hasta los 28 en aprender lo que estos chavales aprendieron sobre el césped de Saint-Dennis: a ganar, a ganar como los viejos zorros, a sufrir, a controlar el tempo de los partidos a vida o muerte. Hay instituciones centenarias que todavía no tienen eso, véase por ejemplo el Atlético de Madrid. A lo mejor este equipo todavía no está preparado para repetir título a corto plazo como hicieron los jerarcas que hoy comparten la gloria con ellos como si fueran abuelos cebolleta, pero ya están en el camino. Ya han probado la sangre, ya saben jugar finales, minutos sin retorno, partidos de vuelta con Dios mirando. Sólo el Madrid puede pensar en la 15 mientras está celebrando la 14, esa es la diferencia con otros gigantes que festejan con rúas por la calle subcampeonatos de Europa. Y aunque esa obsesión insana ahogue el aliento en ocasiones y muchas veces convierta al madridismo en un manicomio, sin esa monomanía ciega e implacable nada de todo esto habría sido posible. Estos niños ya lo han aprendido, la transmisión de la identidad y de la tradición se ha efectuado ante los ojos de todo el mundo. Estas son las armas con las que el Madrid afronta la pelea del mañana, la pelea que empieza hoy mismo, que ya ha empezado. La pelea contra los monstruos del petróleo a los que ha derrotado en este asalto, un primer asalto que sólo es el comienzo de un enfrentamiento sin cuartel entre dos mundos incompatibles entre sí. Esto sólo ha comenzado, pero el Madrid está listo.
Getty Images.
Magnífico artículo dimensionando la relevancia universal del Real. Un equipo, club, por encima de aldeanismos, razas o religiones. Una apertura a lo global, a la integración, con hechos, no con palabrería.
Brutal artículo, enhorabuena
Me encanta el tono general del artículo, pero creo que el autor ha sido injusto con el Liverpool, al motejarlo de "epítome del panenkismo". Hay otros equipos que se acercan más a esa definición. Los escaiblú, por ejemplo, y su cohorte de aduladores.
Abrazos madridistas y a por la 15ª!
Chapeaux Antonio!!!
Si en efecto..es cómo las fallas....apenas se está apagando la última falla ya se piensa en el Año siguiente. Es lo que hay....
Hala Madrid
Todo , absolutamente todo. Todo el artículo es de una excelencia insultante y rayana en lo indecente.
Ahora bien , llegado a este punto... he sentido escalofríos. Y es que..."Camavinga, cuya cara de anciano risueño deja adivinar una persona de otro tiempo ajena a los miasmas pestilentes que desprende la charca qatarí del PSG, que lo encenaga todo en Francia. La victoria del Madrid en París frente al Liverpool, epítome del panenkismo, hace que el viejo mundo no sólo ruja sino que entone una canción antigua cargada de futuro". Un párrafo sublime.
La tesis del texto es inobjetable: la transmisión intergeneracional de experiencia, como eslabones de una cadena que alterna argollas de la pujanza de lo nuevo con argollas de la experiencia de lo viejo, es un patrimonio absolutamente excepcional del Real Madrid, imposible de monetizar, ni siquiera de calcular, un paradigma radicalmente opuesto al modelo de los petrodólares árabes. Y tiene un trasfondo ético-moral, cuasirreligioso: el sentido de la trascendencia, de la fe, de saber esperar pacientemente que la semilla plantada brote, crezca y dé fruto... desde luego mucho mejor con hortelanos curtidos en mil batallas como Benzema, Modric, Marcelo, Kroos, Carvajal... Y ello en estos tiempos de mediocre repentismo, de impaciencia, de rapidez sin sentido... Bravo por Florentino y todo su equipo, bravo por ellos, por su sabiduría.
Y una anécdota chusca:
Pues no me viene un alumno esta tarde y me pregunta: "José, ¿qué hubiera pasado si el líder del Madrid en las eliminatorias contra el PSG, campeón de Francia; el Chelsea, campeón de la Champions; y el City, campeón de Inglaterra... si el líder hubiera sido Messi?". He balbuceando algo mientras me mareaba al intentar imaginarlo... y he colapsado. ¿No te jode el pechofrío hablando del Madrid...?
Se me olvidaba lo que balbuceaba antes de colapsar: "Pre... pre... pregúntale a... a... Manolas".
Genial, simplemente genial este artículo. Da la perfecta medida de un Real Madrid que ha demostrado que la GRANDEZA no se compra. Sólo resta decir HALA MADRID.
Buenos días, se que me repito, pero no lo puedo evitar, escribe usted como los ángeles D. Antonio
si ya la forma es excelsa, poco a poco va mejorando el fondo, dice usted chavales iberoamericanos definición mucho más cierta y verdadera que la de chavales latinoamericanos, invento francés lo de lo latino, para por un lado hacernos de menos en la historia y por el otro como el francés proviene del latín, colar la impresión de que Francia pinta algo en la historia de centro y Sudamerica, ya sabe D. Antonio la grandeur y otras chorradas por el estilo, Doña Elvira lo explica de cine en su ya famoso libro.
Saludos blancos y anti atléticos
Espectacular.
Chapeaux!!!.