El comportamiento del Real Madrid de baloncesto en las dos últimas semanas induce a la tranquilidad. A pesar del traspiés de Zaragoza, las convincentes victorias en Milán y frente al Efes revelan la mejoría de un grupo que suscitó alguna controversia por su comienzo irregular. Más conjuntado, arropadas sus líneas con la fiabilidad del pasado y la mejora de las novedades, este remozado Madrid invita a mirar al futuro con optimismo.
Los equipos que cambian entrenador y jugadores sufren un periodo de adaptación variables. El verbo sufrir se adapta muy bien a esta situación y al Real Madrid, que siempre es mirado con lupa y así se mira a sí mismo. Me dirán que Chus Mateo ya terminó la temporada como director en el banquillo y tan cierto es como que estoy escribiendo estas líneas. Ocurre que el curso pasado tomó la brújula de un equipo encarado al norte, al que probablemente retocó el rumbo con ligereza.
Sin embargo, cuando uno se convierte en el principal responsable desde el inicio, tiene que dejar su impronta, lo que implica el cambio de posiciones tácticas, incluso de principios ideológicos.
Esto último era lo que se antojaba más difuso al observador, cubierto el juego del equipo por una dispersión que ocultaba el propósito del juego. No era fácil distinguir los referentes ni la finalidad de lo que se hacía, ni siquiera la voluntad del entrenador. El equipo se movía por el impulso del talento individual, más que por el planteamiento de una finalidad concreta.
Más conjuntado, arropadas sus líneas con la fiabilidad del pasado y la mejora de las novedades, este remozado Madrid invita a mirar al futuro con optimismo
Por eso, lo más destacable de los partidos reseñados fue observar a un equipo centrado en sus preferencias, ordenado en los momentos complejos. Así, Sergio Rodríguez desobstruyó un juego atascado en Milán, generando con su ingenio oportunidades para sus compañeros. Con él en pista, el Madrid jugó algunos de los mejores momentos de la temporada y enderezó su rumbo para ganar en una de las canchas más complicadas de Europa.
También Poirier recordó sus mejores partidos como madridista frente al Efes, con 13 puntos y 5 rebotes en 16 minutos. Quien apenas tiene altibajos es Deck, imperturbable en su rostro y rendimiento, uno de los pilares de su equipo, como Tavares, impresionante en su dominio de los tableros, al que sólo le sobra algún gesto de protesta a destiempo.
El equipo ha mejorado su defensa, con toda probabilidad por la vuelta de Hanga, hombre clave en el extraordinario final de temporada pasada. Se observa la confianza de Mateo en este núcleo decisivo, por esa inclinación humana a preferir lo conocido. El entrenador ha decidido que los nuevos tienen que ganarse los minutos con su acierto y, de momento y salvo Musa, reparte entre ellos sus minutos con cautela. Aun así, van mostrando su utilidad, y Hezonja se muestra más centrado en su papel de forma progresiva.
En definitiva, el equipo ha mejorado con la vuelta de los lesionados, aunque esta circunstancia ponga a Mateo en la difícil tesitura de distribuir minutos entre muchos jugadores de gran calidad. Sobre todo, porque de la exactitud de la calibración dependerá el éxito del grupo.
Fotografías: @RMBaloncesto
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