Por motivos profesionales leo muchos manuscritos que aspiran a ser publicados en forma de novela. Decía Cervantes que “no hay libro tan malo que no contenga algo bueno”, lo cual demuestra que nunca trabajó como editor, que es un trabajo muy bonito y gratificante, pero —por paradójico que resulte— no precisamente el más adecuado para empacharse a diario de buena literatura.
Si tuviera que hacer una clasificación de los manuscritos que suelo evaluar, esta sería más o menos así:
- 1%. Obra maestra. Publicable.
- 10%. Está bien. Hay ideas potentes y se aprecia talento, pero requiere pulirse un poco. Publicable.
- 20%. Venga, va, tiramos p’alante. (Es decir: la novela no está muy bien escrita, pero una vez que se le haga una buena labor de edición puede venderse bien por diversos factores). Publicable.
- 69%. No alcanza el nivel mínimo de calidad, no ya para una novela, sino para un whatsapp que escribes a tu ex de madrugada porque te has puesto moñas al escuchar algo de Maná en la radio del taxi que te llevaba a casa borracho como una cuba. No publicable.
Estos días ando pensando en que si La Liga española fuese un manuscrito que llegara a mis manos, mi informe editorial sería rotundamente negativo. Entraría directo en la categoría del 68% por deméritos propios. Sería, en definitiva, una mala novela. He aquí los motivos.
La prosa es deficiente
Un relato necesita de un lenguaje claro, directo y sofisticado (In that order) para interesar al lector. El buen escritor transmite mucho con muy poco. La prosa de La Liga es la prensa. Los prosistas ligueros son las voces de Sport, As, El Chiringuito y demás productos similares; son los periodistas que todos conocemos. Son portadas con titulares como “Barça Yujuuuu” (Marca. 4/12/2006) o “Luis Enrique bracea en chicle” (As. 21/10/2014) y columnistas que escriben como quien tira palabras a una palangana, la agita y luego la vuelca a ver qué sale de ahí. Después, cuando los escuchas hablar entiendes por qué sus escritos parecen redacciones escolares. La mayoría de los prosistas de La Liga son incapaces de expresar una idea coherente utilizando las palabras adecuadas, entre otros motivos porque conocen muy pocas y el repertorio se les agota pronto.
En una novela, además, la prosa debe ser honesta. La prosa de La Liga tiene la honestidad del tahúr del Mississippi: es mentirosa y palurda. Presta a besar la peana del vencedor y a machacar la cabeza del caído. Es una prosa famélica y con la etiqueta del precio de venta al público pegada bien a la vista, no vaya a ser que alguien no se de cuenta de que se puede adquirir cómodamente. En resumen: no engancha, está vacía, resulta pobre y abstrusa. Al leer el manuscrito de la novela de La Liga, da la impresión de estar leyendo algo tan poco interesante como el manual de instrucciones de una lavadora racista y del Atleti.
Trama sobrecargada
La concentración del lector medio es finita y no conviene ponerla a prueba sobrecargando las tramas y haciendo la novela incomprensible. En ese aspecto, los árbitros de la liga española tratan los partidos como tramas saturadas de normas que inútiles y que nadie sabe cómo aplicar.
Tras la Primera Guerra Mundial las potencias vencedoras se reunieron en París en 1919. El presidente de los EE. UU. Wilson escribió un programa de 14 puntos que debían servir como base para los acuerdos de paz entre las naciones. Georges Clemenceau, estadista francés, observó: “Dios, en su infinita sabiduría, consideró que 10 mandamientos eran suficientes para la humanidad; pero al parecer el presidente Wilson opina que faltaban cuatro.” Si Clemenceau llega a leer alguna de las chorrocientas circulares que la Federación de Árbitros de Medina Cantalejo saca de forma regular habría sufrido un infarto cerebral.
Los árbitros españoles han logrado que cada partido de La Liga sea un coñazo de 90 minutos y pico que nadie puede seguir porque las normas cambian de un partido a otro y se aplican de forma injusta. Son, además, partidos sin ritmo, carecen de pulso narrativo, como esas novelas en las que la trama no avanza porque el autor se distrae con aspectos que no tienen nada que ver con el argumento. Algo tipo “el asesino está a punto de capturar a su víctima pero, ey, voy a aprovechar justo este momento para contarte la receta de bacalao que le hacía su madre cuando era niño.”
Los árbitros españoles han logrado que cada partido de La Liga sea un coñazo de 90 minutos y pico que nadie puede seguir porque las normas cambian de un partido a otro y se aplican de forma injusta
Los malos autores abusan de esa clase de recursos porque “se gustan” cuando están escribiendo. Aspiran a que el lector se fije en ellos, no en el relato, y los admire por su calidad. Parece que a Medina Cantalejo y sus chicos les sorprende que la audiencia de un partido no les presente atención, de modo que cuando creen perderla, tiran de estrambóticos recursos arbitrales.
Los novelistas novatos también tienden a experimentar con recursos alucinantes para demostrar que son buenos escritores. Cuando les señalas que tal o cual recurso puede que no funcione tan bien como ellos piensan, se engolan: “¡pues Julio Cortázar también lo hacía!”. Correcto, pero Julio Cortázar tenía un talento del que probablemente usted carezca por muy altas que sean sus aspiraciones. Es decir, que por mucho que a mí me guste la cocina, lo más seguro es que en mi primer intento por hacer una esferificación de Lacón con Grelos al estilo Ferran Adrià solo consiga que mi vitrocerámica vuele por los aires.
En resumen, lo que quiero decir es que apuesto a que Julio Cortázar sería mejor árbitro que Hernández Hernández; lo cual tampoco significa demasiado en la medida en que un exprimidor de zumos también sería mejor árbitro que Hernández Hernández.
Trama predecible
Pecado mortal en cualquier novela. Siempre hay que ir por delante del lector. Recuerden cuando, antes del mundial de Qatar, el mandamás del evento dijo en prensa que sería muy bonito que lo ganara Messi. Hale, a hacer puñetas el suspense. A La Liga le pasa lo mismo y por eso en su novela todo está mal. Empezando por sus héroes, que son planos y carentes de originalidad.
Hubo una época en la que los lectores sufrimos exceso de novelas policíacas protagonizadas por mujeres policía muy antipáticas y muy atormentadas. En tiempos llegué a pensar que si recibía otro manuscrito protagonizado por “la inspectora X, una mujer dura y con un pasado traumático” me pegaría un tiro en la boca; me disuadió la posibilidad de que mi muerte fuera investigada por una dura inspectora de policía con un traumático pasado.
Julio Cortázar sería mejor árbitro que Hernández Hernández; lo cual tampoco significa demasiado en la medida en que un exprimidor de zumos también sería mejor árbitro que Hernández Hernández
Por suerte parece que la moda empieza a remitir, pero La Liga no se ha enterado y lleva demasiadas temporadas recurriendo a los mismos y manidos héroes para su relato: o bien el duro equipo del pueblo con la mejor afición, o bien el “mes que un club” con traumático pasado. Resulta todo demasiado predecible. Sabes que la trama hará algún giro absurdo e inverosímil a mitad de la novela para que el héroe de La Liga acabe triunfando al final.
Es común en los malos novelistas no ser capaces de calibrar el valor de sus propios personajes. En sus tramas no hay matices: los héroes son pura luz y los villanos son malísimos. El villano de la novela de La Liga es tan execrable que no resulta creíble: quiere cargarse el fútbol modesto, maneja los hilos, está favorecido por los árbitros (todo según el relato liguero, por supuesto); su único contrasentido como villano es que en vez de vestir de negro viste de blanco. Otras veces el villano es un provocador que baila, motivo por el cual merece todo lo malo que le reserve el argumento de la trama de La Liga.
Lo que La Liga no capta, como los novelistas mediocres, es que su villano es precisamente el personaje más carismático e interesante y el que prefieren la mayoría de lectores. Es más, su novela probablemente se hundiría sin el villano. Pero la Liga ni entiende el potencial de su personaje ni tampoco su propia trama. Un error de novato.
La Liga es aburrida
Todo lo expuesto anteriormente hace de La Liga algo aburrido, que es lo peor que una novela puede llegar a ser. Resulta aún más penoso si el autor no se da cuenta de ello ni siquiera cuando se lo señalas. “Ya, pero es que a mi marido/novia/perro/etcétera le ha gustado mucho”, suelen responder. Lo concedo, pero a no ser que su marido, novia, perro o etcétera estén en condiciones de adquirir 10.000 ejemplares de la novela cuando salga a la venta, esta estará condenada al fracaso porque seguirá siendo un coñazo. El mercado es cruel y no entiende de lazos afectivos.
La novela de La Liga tiene un grupúsculo de lectores fieles entre el periodismo deportivo y las directivas de ciertos equipos, ligados a ella por razones más económicas que sentimentales, dispuestos a glosar sus virtudes inexistentes porque, a cambio, reciben un beneficio. Ya sea porque viven de ello o porque La Liga los compra con prebendas. Eso es como pagar reseñas positivas en Amazon para que la gente crea que tu novela es buenísima. Fuera de ese reducido círculo de mercadeos, el lector de a pie no se deja engañar, y cuando la novela no le interesa la ignora sin contemplaciones, especialmente si tiene que abonar una cantidad absurda de dinero por leerla.
Valoración
El informe del editor es implacable. La Liga no funciona. Es una novela fallida: la prosa es deficiente, la trama es predecible, los personajes están mal desarrollados y encima el autor pretende pedir un anticipo cuya cantidad se acerca a la estafa.
Es una mala novela. Mi recomendación es que no merece la pena publicarla.
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La Galerna es un concepto culto. Una amalgama cultural que , teniendo como fundamento o elemento vertebrador el Real Madrid, lo asocia a la literatura, cine , música y demás cuestiones sociales como nadie. Desconozco absolutamente las que eran filias futboleras de Carlos Saura; no sé por que motivo intuyo que era del Atleti. Una curiosidad malsana la mía. Que de hecho, y menos en estos momentos tras el reciente fallecimiento, no tienen mayor relevancia. Nos ha dejado una figura majestuosa del cine español: Carlos Saura. Descansa en paz. Gracias por tu obra.
La imagen...la imagen de Cortázar ilustrando este artículo es una maravilla. Gracias.
Coincido plenamente con el autor. Estupendo artículo, por cierto. Que se me perdone la autocita, pero en su día, en esta misma página, comparé La Liga 2020-21 con una serie mala, muy mala, de ocho capítulos con un guion escrito y un final definido desde el principio que, para colmo de males, quedaba a la vista del espectador. Infumable, todo. Como una novela impublicable.
https://www.lagalerna.com/la-liga-en-ocho-capitulos/